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El Eafitense / Edición 104 De los judíos y otras religiones

De los judíos y otras religiones

​​Antioquia, católica y creyente, no solo tuvo en esta religión un referente para su crecimiento como departamento. Manifestaciones como el judaísmo han tenido una participación activa en el avance de la región y muchos procesos de desarrollo surgieron a partir de hombres que la representaban. En este texto el profesor José Guillermo Ánjel, de la Universidad Pontificia Bolivariana, muestra la influencia judía y se refiere a otras creencias que llegaron a suelo paisa.

​Sin ser un lugar donde se profesa el Islam, el Palacio Egipcio, ubicado en el barrio Prado Centro, de Medellín, es un lugar que deja ver parte de la cultura del Medio Oriente.

José Guillermo Ánjel R.
Docente de la Universidad Pontificia Bolivariana​

“Viajero años después por las montañas del país de José, he visto, ya a puestas del sol, llegar labradores alegres a la cabaña donde se me daba hospitalidad; luego de que se alababa a Dios frente al venerable jefe de la familia…”. Jorge Isaacs. María (cap. 21) Jorge Isaacs, descendiente de judíos sefardíes afincados en Jamaica y con origen en Inglaterra, es el primer escritor colombiano que se interesa por la ascendencia judía de muchos antioqueños.

En su novela María, en los capítulos VII, IX, XXI y subsiguientes, el interés por la familia de un colonizador antioqueño, José, es manifiesta: escribe sobre lo que comen, sobre sus prácticas de cocina, aseo, convivencia y uso de la vivienda. Y sobre las hijas de José, que compara con las mujeres de la Biblia. Son mujeres blancas que no se consideran españolas (Tránsito, la casadera, diferencia bien entre un tipo de blanco y otro), pues de alguna manera saben o intuyen que ellas, al contrario de los cristianos viejos que administran y tienen privilegios, descienden de otra gente.

Podría ser de judíos, de moriscos o de luteranos, refugiados españoles que encuentran en América un lugar propicio para la vida. Y que no añoran a España porque, precisamente, huyeron de allí, con lo que evadieron la exclusión, la Inquisición y el señalamiento.

Jorge Isaacs, a más de escritor, era geógrafo y no solo se interesaba por las formas y ventajas comparativas del paisaje, por la flora y la fauna, sino por la etnografía. Y, en especial, por esos antioqueños que se parecen tanto a su padre y a sus tíos. Por esos días, décadas entre 1850 y 1880, mucha gente de Medellín comercia con Jamaica. En esa isla hay judíos, igual que en Curazao, Mompox, Ciénaga de Oro y en la ruta minera del río Porce.


Pero el asunto de los judíos en Antioquia, que si los hubo vinieron sin rabinos y por esto hicieron de su religión un sincretismo, no aparece solo en María, la novela de Jorge Isaacs.

Y esto lo sabe Isaacs que, finalmente, conociendo algunos o suponiendo que ya los hay establecidos en el Valle de Aburrá, pide que lo entierren entre los suyos. Y si bien murió en Ibagué, su tumba está en el cementerio de San Pedro, en Medellín, y Marco Tobón Mejía esculpió los símbolos que adornan su mausoleo.

Pero el asunto de los judíos en Antioquia, que si los hubo vinieron sin rabinos y por esto hicieron de su religión un sincretismo, no aparece solo en María. Con anterioridad a la novela, se sabe que Luis Brion, comerciante y aventurero, trasladó gente de Curazao a estas tierras, con la anuencia de Simón Bolívar, de quien era amigo y protector.

Brion nació en las Antillas Holandesas, en Curazao, donde la mayoría de los almacenes de ultramar estaban atendidos por judíos sefardíes provenientes de Holanda y que, además de hablar el holandés y el inglés, también hablaban djudezmo o españolit (la manera de hablar español previa al siglo de oro, de ahí los arcaísmos), lo que les daba un buen radio de acción. En cuanto al djudezmo o españolit, los judíos sefardíes usan el ladino para traducir los textos agrados, usando el sistema de solitreo. Ya, para su habla cotidiana, lo hacen en djudezmo o españolit. El ladino (de ladinizar, latinizar) es lengua exigente, pues es de traducción. El djudezmo no, pues se usa para la vida cotidiana.

Estos judíos antillanos, conectados con los de Jamaica, sabían de Antioquia y del desarrollo minero, que necesitaba de insumos y herramientas. Y también estaban enterados de las montañas y el clima sano, lo que permitía una vida amable e industriosa. Luis Brion hizo su parte. Los judíos de Jamaica, usando el río Atrato, la otra. Esta hipótesis se trabaja poco, pero parece la más viable: la presencia judía aparece a fines del siglo XVIII y del XIX. Tomás Carrasquilla, en La Marquesa de Yolombó, toca el asunto por encima, en el personaje de don José María Moreno Moreno apellido sefardí que proviene del hebreo Morénu, nuestro maestro), que manifiesta un comportamiento claro de converso, si no de marrano (judío que pasaba por católico en la calle, pero en la casa seguía judaizando).

Levantó un avispero

Pero es doña Soledad Acosta de Samper (Acosta es otro apellido judío, famoso por Uriel D’Acosta, personaje que impactó con su obra y muerte a Baruj Spinoza, el filósoso judeo-holandés), la que, valiéndose de los textos del rabino holandés Menashé ben Israel, presenta a fines del siglo XIX, en Huelva (España), una ponencia sobre el origen judío
de muchos antioqueños. Allí defiende la llegada de Montesinos, un emisario del rabino Menashé, que en el siglo XVII llega a Puerto Nare buscando judíos. Y si bien el emisario no logra evidencias concretas, dice que sí los hay.

El caso es que la ponencia arma un chispero (como se dice en Antioquia) y algunos intelectuales protestan (como el historiador Robledo), otros se encogen de hombros y no falta el poeta, que consciente del origen sefardí de su apellido (Osorio), usa el seudónimo de Barba Jacob, con el que pasa a la historia. O los que se nombran Rubayatas, en honor a Omar Jayam, el sufí.

Tumba de Jorge Isaacs en el cementerio San Pedro de Medellín.jpg
Y si hay sangre judía también la habrá proveniente del Islam y de la Reforma. Y si bien Antioquia es católica y conservadora, todos hablan de mi Dios, usando un posesivo que lo particulariza; se dice ojalá (Dios lo quiera) y piden la bendición al salir, como los orientales. Y una frase que dicen los hombres gordos, de los que se habla en Don Mirócletes: a los curas les oímos la misa y les sacamos el cuerpo. ¿Conversos, marranos, renegados, masones?

En Antioquia y Medellín, en especial, hubo extranjeros de origen y confesiones diversas: suecos, ingleses, franceses, alemanes, italianos, algunos árabes (en los pueblos), entre otros, y a su lado, o entre ellos, hubo judíos. No en vano León de Greiff (de origen sueco), crea el relato de Sergio Stepansky con un alto contenido hebráico: vendo mi vida, cambio mi vida, de todas maneras la llevo perdida. La cambio…

No es de extrañar que entre las amistades del poeta sueco-antioqueño haya habido judíos, protestantes, ateos como los borrachos que canta en Ramón Antigua. Ya tenía amigos judíos Ricardo Rendón, el caricaturista, y Fernando González Ochoa admiraba a los gimnosofistas, en fin. Por estas tierras de montañas y de ríos pasaron y se establecieron sefardíes y moriscos, calvinistas y luteranos. Y si ya antes habían convivido en España, ¿por qué no iban a convivir aquí? Un Abraham se entendía bien con un Omar y una Raquel con una Zoraida. Y un Rigoberto con un Gildardo o un William. O un Darío, nombre de origen persa y muy usado por los masones. ¿Y de dónde las pequeñas parcelas y la arriería con mulas, prácticas de los moriscos en España?

A principios del siglo XX, mediando la Primera Guerra Mundial, encuentran documentos que establecen la presencia de judíos en Medellín y Antioquia. Ya vienen con familia, lo que les permite mantener viva su lengua y estar atentos a sus costumbres.​

Sin embargo, la documentación es muy pobre y lo único que es posible rastrear bien, además de algunas costumbres, son apellidos como Arias, Acosta, López, Montoya, Ángel, Santamaría, Moreno, Cadavid, Gómez, Rendón, Escobar, a más de los que están sustantivados (Puerta, Mesa, Correa) o los que son topónimos (Valencia, Toledo, Madrid).

También árabes

Apellidos estos que, como escribía Fernando González Ochoa en la Revista Antioquia, no pueden ser de conservadores… ¿Qué van a conservar los que llegaron como refugiados? Porque es claro que llegaron moriscos, de ahí tanto Omar y tanto Jairo, tanta Nury y tanta Sulema. Y la devoción a la virgen de Fátima, que quizá, inconscientemente, encubre a la hija de Mahoma. Y llegaron luteranos, como Mr. Moore (en cuyo nombre se ha erigido una calle), que regaló los predios para el parque de Bolívar.

A principios del siglo XX, mediando la Primera Guerra Mundial, encuentran documentos que establecen la presencia
de judíos en Medellín y Antioquia. Ya vienen con familia, lo que les permite mantener viva su lengua y estar atentos a sus costumbres. Y no es una sino varias familias, que comienzan a vivir por los lados de la iglesia de Jesús Nazareno y en cercanías a la Estación Villa.
Tumba de Jorge Isaacs en el cementerio San Pedro de Medellín.jpg

Estos judíos son ashkenazim (de Europa oriental, especialmente Rusia y Polonia y hablan yidish (lengua judía que se escribe con caracteres hebreos y se acerca bastante al alemán medieval). Los más pudientes, en la década del 20-30, viven en el barrio Prado. Las actividades que ejercen son la del comercio, desde el pequeño almacén hasta la actividad del klepper (vendedor puerta a puerta, al fiado), y las de industriales incipientes: la panadería (el Astor, por ejemplo), la zapatería, las curtiembres, los textiles de lana, la mueblería, los relojes.

Algunos, incluso, ponen bares y fundan hoteles, otros funden metales y los menos hacen fotografías. Ellos, los ashkenazim, han traído sus conocimientos de Europa y comienzan a integrarse a la ciudad lentamente. Guayaquil les ayuda mucho. Por allí hay muchos negocios, pasa mucha gente, en la plaza de mercado se encuentra de todo y los hombres y mujeres locales, que solo tienen la representación del judío de Semana Santa (el que va vestido de romano en la procesión) les dicen místeres.

Y si hay sangre judía también la habrá proveniente del Islam y de la Reforma. Y si bien Antioquia es católica y conservadora, todos hablan de mi Dios, usando un posesivo que lo particulariza.​

Los ven sudar, trabajar, hablar enredado. Los saludan, les proponen negocios, les piden empleo. La ciudad se está industrializando y abundan las necesidades por resolver. Se necesitan zapatos con suela fuerte, carpas para los trenes y los camiones, telas de lana para quienes viven en las tierras altas, medias para el colegio, pequeños artículos para regalos y celebraciones. Y si bien por cada almacén que ponen los judíos, los antioqueños ponen dos o tres del mismo ramo (los antioqueños llegaron antes, decía mi papá), no
hay competencia sucia. Ni exclusión ni persecución alguna: se cumple aquello de que la religión y la política nos hacen peligrosos y solo el comercio nos hace sensatos.

​Antes de la Segunda Guerra Mundial ya había en Medellín una sinagoga (la de la calle Zea), un colegio (el Teodoro Herzl) y una comunidad judía unida por sus fiestas, sus creencias y el espíritu emprendedor. Y en esa comunidad que apenas si crecía, hubo judíos rusos y polacos, rumanos y alemanes, turcos, húngaros y del norte de África; Mizrahim (judíos árabes), norteamericanos y argentinos.

Escritores antioqueños como Leon de Greiff y Fernando Gonzalez fueron amigos de judios.jpg
Y con los judíos en el comercio (lo que ya demostraba tolerancia), aparecieron abiertamente los protestantes en los barrios (casi todos de origen estadounidense y canadiense) fundando iglesias y, en el centro de la ciudad, un centro de yoga, de la fraternidad universal, donde se enseñaban religiones orientales. Luego fueron los Hare-Krisnas, los musulmanes y la apertura de la masonería. La ciudad se modernizaba y aparecía la tolerancia, ejercicio que no es fácil, pues para llevarlo a cabo se necesita ser inteligente.

En la historia de las mentalidades se dice que no basta con seguir una idea sino que hay que tenerla adentro. Y esa idea se trasmite en actos morales, expresiones como refranes, palabras sueltas, costumbres cotidianas. Y, como donde no hay gobierno hay religión (a veces muy primitiva), esas maneras religiosas pasan de una generación a otra sin perderse, sumergiéndose, a veces, pero sin tocar fondo. Y si hay una oportunidad, emergen. Es lo que sucede con los anusim, en el judaísmo, que quieren retornar a la religión judía porque, como alegan, sus antepasados fueron judíos. O con los conversos, que retornan a lo que ellos dicen que fueron antes. Así se explicaría el caso de los judíos conversos de Bello, que son ortodoxos y tienen su propia sinagoga. O el de los musulmanes de la mezquita del barrio Belén.

En 200 años de conflicto, de desplazamientos y colonizaciones, de reestructuraciones y de búsquedas (esta es la esencia de las independencias),  las creencias son parte esencial de la creación de sociedades. Y es que las sociedades ​ateas, como las pretendieron los jacobinos en París y los comunistas rusos, no funcionan. La razón, en la que se cree tanto, se encuentra en sí misma cuando no encuentra ​​respuestas. No así la fe, que se abre y si no topa​lo que busca, al menos imagina.

Última modificación: 27/02/2017 19:04