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El Eafitense / Edición 104 Dos siglos después se vale la pregunta: ¿Quiénes somos los antioqueños y las antioqueñas?

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Dos siglos después se vale la pregunta: ¿Quiénes somos los antioqueños y las antioqueñas?

​​​​​​​​Con motivo del bicentenario de la independencia del departamento, la Gobernación de Antioquia, el Grupo Sura y EAFIT elaboraron esta encuesta (con el apoyo de Invamer y de la Consultora Etnológica), en la que se trabajaron los valores, las representaciones sociales y el capital social en Antioquia. El investigador Andrés Casas elaboró este resumen del trabajo que servirá para mirar la región hacia el futuro.


​Una consideración importante de este trabajo es que el antioqueño se siente mestizo en un 80 por ciento y no discrimina por razones de raza u origen.

​En desarrollo de la celebración de los 200 años de la independencia de Antioquia, la alianza conformada por la Gobernación del departamento, Sura y EAFIT, Invamer y Etnológica, se propuso realizar un estudio que permitiera la exploración de un conjunto amplio de actitudes y creencias de los habitantes de Antioquia frente a diferentes factores sociales, políticos, económicos y medioambientales, con énfasis en tres aspectos transversales: capital social, reglas informales y reglas formales. 

El estudio fue diseñado y liderado por un grupo de investigadores del Centro de Análisis Político de la Escuela de Ciencias y Humanidades de EAFIT con la dirección de Jorge Giraldo Ramírez, decano de la escuela, entre marzo y julio de 2013. 

La investigación se desarrolló a través de una estrategia multimétodos que incluyó una encuesta con representatividad para todo el departamento (2.400 participantes), 60 ejercicios experimentales sobre confianza y cooperación en 22 municipios (657 participantes), una estandarización de la Encuesta de Calidad de Vida de Antioquia, así como de recorridos etnográficos por 60 municipios del departamento. 

El estudio comprende temáticas que se organizan en ocho capítulos que resumen los hallazgos sobre representaciones sociales; los valores de la población; las actitudes frente a organizaciones como la familia, las empresas, y las entidades públicas; disposiciones frente a la confianza y la acción colectiva; las percepciones frente a las reglas informales, el mercado y la ley; el bienestar medido en salud, equidad, educación, y seguridad; así como de las percepciones de (y hacia) grupos específicos como las mujeres, los jóvenes, los grupos étnicos y los adultos mayores.

Marinillos en el parque de este municipio.jpg

​Finalmente, y a partir de la info​rmación cuantitativa y cualitativa recogida, se propone una agenda ciudadana, así como algunos retos de política pública para el departamento, y una propuesta transversal centrada en un pacto fiscal para Antioquia. Pese a la gran cantidad de datos que arroja el estudio, se pueden destacar, entre otros, los siguientes hallazgos: 

La antioqueña es una sociedad afirmada

En Antioquia parece corroborarse la tesis de que no existe incompatibilidad entre el sentimiento regional y el nacional. Los datos confirman que los habitantes de Antioquia tienen un alto sentido de pertenencia con su departamento (95 por ciento dice sentirse orgulloso de ser antioqueño), pero, en igual medida, se sienten colombianos y apenas sí se sienten un poco más orgullosos del municipio en el que viven. En ninguna subregión del departamento sus habitantes se sienten más antioqueños que colombianos. 

Más importante que la movilidad del resto del país hacia Antioquia, parece ser la movilidad entre las distintas subregiones del departamento. La mitad de los entrevistados no nació en el municipio en que vive. Este porcentaje es mayor en Urabá, Bajo Cauca y Nordeste, subregiones en las que los que han llegado de fuera representan hasta un 60 por ciento. 

A lo largo de las últimas seis décadas, la razón principal para los movimientos poblacionales han sido el trabajo y la búsqueda de oportunidades, aunque el desplazamiento forzado fue significativo para la llegada de personas a casi todas las subregiones. La mitad de los entrevistados dijeron tener parientes en el exterior, un tercio de los cuales está en Estados Unidos, una séptima parte en España y una veinteava en Venezuela.

Los datos confirman que los habitantes de Antioquia tienen un alto sentido de pertenencia con su departamento (95 por ciento dice sentirse orgulloso de ser antioqueño).

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​En un departamento tan diverso, geográfica y culturalmente, así como en sus tipos humanos, 8 de cada 10 de sus habitantes se consideran mestizos, 1 de cada 8 se perciben como blancos, 1 de cada 30 se afirma como negro y 1 de cada 200 como indígenas. El autoreconocimiento de las personas antioqueñas como mestizas es congruente con la amplia tolerancia hacia personas de una raza o etnia distinta (97 por ciento) y con el 3 por ciento que anotó como defecto la discriminación a otros por apellido, raza o clase social. 

Los habitantes de Antioquia confían en la mayoría de las personas en un 11 por ciento. Aunque parece un porcentaje bajo, casi triplica el registro para Colombia que es del 4. El comparativo de los estudios de economía experimental que se realizaron para distintos espacios geográficos corrobora la idea de que en la sociedad antioqueña existe una propensión a la confianza en los otros similar al promedio mundial, más alto que el latinoamericano. 

Las primeras tres menciones a la pregunta: ¿Qué espera de la vida?, se refieren a metas de mediano plazo como la buena salud (86 por ciento), casa propia (71 por ciento) y enriquecimiento espiritual (54 por ciento). Cuando se pregunta por metas colectivas el resultado también muestra un marcado énfasis en las generaciones futuras. 


La religión, a través de las diferentes organizaciones eclesiásticas existentes, no solo tiene menor peso que en el país, sino que, adicionalmente, no es un factor decisivo para encauzar la orientación de sus fieles hacia el cumplimiento de la ley.

Al preguntar si "se debería dar prioridad a la protección del medio ambiente, aún si esto causa un menor crecimiento económico y la pérdida de algunos empleos", el 70 por ciento de los habitantes del departamento respondió positivamente (para Colombia es 67 por ciento, EMV 2012). Nordeste, Suroeste y Magdalena Medio se destacan en esta postura; en Urabá y Bajo Cauca un 30 por ciento cree que el crecimiento económico debe ser prioritario. 

La antioqueña: una sociedad débilmente relacionada con lo público

Los resultados sugieren la presencia de familismo amoral que es un tipo de conducta relacionado con la baja capacidad del mercado y del Estado para proporcionar oportunidades a la gente. 

Esto hace que la gente se apoye, básicamente, en las redes familiares para resolver sus problemas, lo que lleva grandes cargas en el ámbito familiar y crea incentivos para acudir a formas económicas y sociales informales como el mecanismo más expedito para atender situaciones urgentes. Este es un aspecto crucial que sugiere una percepción de ineficacia e ineficiencia en los mecanismos formales, en el mercado, y tiene un efecto perverso para la construcción de lo público. 

La conclusión más evidente es que la religión, a través de las diferentes organizaciones eclesiásticas existentes en el departamento, no solo tiene menor peso que en el país, sino que, adicionalmente, no es un factor decisivo para encauzar la orientación de sus fieles hacia el cumplimiento de la ley. Este dato acerca a la visión de agrupaciones religiosas más ritualistas que testimoniales, y más adaptativas al medio que capaces o enfocadas en la transformación del mismo. 

A la pregunta sobre si importa más el beneficio particular que el general, el 66 por ciento de las personas respondió afirmativamente, siendo los habitantes del Bajo Cauca, Magdalena Medio y Urabá los de registros más altos, aunque en todas las subregiones más de la mitad de las personas están de acuerdo con esta afirmación. En este punto, los jóvenes entre 16 y 24 años, y los habitantes del Norte y Occidente se distanciaron significativamente de la tendencia mayoritaria. 

Que la sociedad antioqueña está volcada sobre sí misma y mantiene una débil relación con el Estado, sus organizaciones y mecanismos de regulación se corrobora con su baja confianza en estos. En términos departamentales, ninguna de las entidades estatales tiene un nivel mayor de confianza que las cuatro principales organizaciones civiles (iglesia, universidad, organismos no gubernamentales y grandes empresas). 


Un factor promisorio radica en que los individuos más educados están menos de acuerdo con creencias tales como que los hombres son mejores líderes políticos, mejores ejecutivos de negocios, y que les sirve más la educación universitaria que a las mujeres.

Por supuesto, la política como nexo definitivo entre la sociedad y el Estado en las democracias contemporáneas no sale bien librada. El interés en la política en Antioquia es de un 15 por ciento, mientras en el país llega al 25. La confianza en los partidos políticos como vehículo primordial de las demandas políticas llega al 14 y en Colombia al 17. En particular preocupa la alta corrupción que los antioqueñas perciben frente a los funcionarios públicos en sus municipios (73 por ciento) y 31 está de acuerdo con la frase de que todos los políticos son corruptos.​

El reto fundamental de la sociedad antioqueña: combinar pujanza con legalidad

Entre las cualidades exploradas en la personalidad de los habitantes del departamento, la pujanza se destaca por sobre las demás con un 52 por ciento de las respuestas afirmativas. Curiosamente es la más ambigua de las cualidades de la lista que se proporcionó, pues, como se sabe, la pujanza sin las regulaciones propias de las normas sociales -sean estas jurídicas o morales- puede configurar comportamientos proclives a la temeridad y a la quiebra de los lazos de convivencia. 

Examinando la relación entre pujanza y cumplimiento de la norma se puede estimar el valor positivo o negativo de la primera. ​

Según la encuesta, se considera que el 34 por ciento de los antioqueños cumple las normas, lo que supone una baja expectativa de legalidad. Para intentar un acercamiento a la conducta de los habitantes de las subregiones del departamento se identificaron las respuestas respecto a la observación de las normas entre quienes destacaron la pujanza como cualidad. 

La aproximación insinúa que la mayor tendencia a la mezcla entre pujanza e incumplimiento de normas se da en el Valle de Aburrá. Oriente está prácticamente en el promedio departamental entre pujanza y cumplimiento de la ley. Norte y Nordeste muestran los porcentajes más bajos tanto en pujanza como en legalidad, mientras las demás subregiones se agrupan en la categoría de los que son un poco más legales que el promedio, pero menos pujantes que el mismo. 

Se ha insistido en que la pretensión de que la ley sea cumplida en Antioquia es baja (reiterando un 34 por ciento), sin embargo duplica la percepción nacional que es solo del 17 por ciento según la EMV (2012). Dicho con moderación, no parece cierto que un defecto distintivo de los antioqueños en el contexto nacional sea la ilegalidad.

Presentación del estudio Cómo somos los antioqueños y las antioqueñas.jpg

Los campos identificados del cambio social y cultural

El estudio muestra una tensión entre las preocupaciones inmediatas de la gente y el ideal aspiracional hacia el que quisiera que se orientara la próxima generación.

Mientras las metas propias e individuales de los entrevistados se inclinan hacia valores relacionados con la sobrevivencia como tener buena salud (86 por ciento) y una casa propia (71) o tener un negocio propio (49) y vivir en un ambiente seguro (15), los principales valores que quieren inculcarle a los hijos van en otra vía. En efecto, las cualidades más mencionadas como prioritarias en la educación de la próxima generación son la tolerancia y el respeto (88) y el sentido de responsabilidad (79). 

A partir de la encuesta se identificó una variable de informalidad relacionada con las formas de ahorro. El 44 por ciento de la población antioqueña usa mecanismos informales de ahorro -como natilleras, alcancías y otros- contra un 28 que utiliza medios formales, tales como cuentas de ahorro. La bancarización en Antioquia está 15 puntos porcentuales por debajo del promedio nacional, lo que parece mostrar una baja capacidad de innovación y sentido del riesgo en el sector formal. 

Los altos niveles de confianza en la familia son, en principio, un activo importante de capital social para la sociedad antioqueña. 

Sin embargo, existe una enorme presión sobre las familias del departamento. En el 46 por ciento de los hogares solo una persona recibe ingresos, es decir, que en la mitad de los hogares antioqueños compuestos en promedio por cuatro personas, una sola recibe ingresos en dinero. Esta situación es, especialmente, grave en Nordeste, Magdalena Medio, Urabá y Bajo Cauca, pero es lamentable en todo el departamento. Las más vulnerables son las mujeres, pues de cada tres personas que reciben ingresos en cualquier hogar, dos son hombres. 

Rionegro, Antioquia.jpg

Más allá de la mirada tradicional sobre las organizaciones, el estudio rastreó aquellas actitudes individuales que pueden, eventualmente, desencadenar una acción colectiva y encontró que 4 de cada 10 antioqueños está dispuesto a cooperar en la consecución de un bien público por encima de sus propios intereses. De igual forma que en confianza, el promedio es similar al mundo, superior a Latinoamérica y Bogotá, y, en este caso, inferior a los programas de paz y desarrollo. 

El estudio muestra que la sociedad antioqueña mantiene vínculos significativos con el mundo. Como se dijo antes, la mitad de los habitantes del departamento dicen tener familiares en el exterior, principalmente en Estados Unidos y Europa. Además, el 16 por ciento ha viajado fuera del país alguna vez, con mayor participación de quienes viven en el Valle de Aburrá (21) y menor de los de Occidente (4), así como un mayor porcentaje de las personas que viven en el ámbito urbano. 

Hay, pues, señales de que en el departamento existe una disposición cultural positiva a vincularse con el mundo y crear un entramado de vínculos más amplio y variado que el que está a la mano en virtud de la tradición y las limitaciones locales. Esto también puede ser un indicador de la creciente urbanización de las preferencias en todo el departamento y para los diferentes grupos. 

La educación: la clave mejor identificada como desencadenante

Uno de los propósitos de esta investigación fue buscar factores explicativos que dieran cuenta del desempeño de ciertas variables. Aunque la lista de probables factores causales fue extensa, la clave mejor identificada como desencadenante de procesos como capital social, tolerancia, hábitos y proyecciones de vida fue la educación. 

Los mayores efectos se identificaron en los ejercicios experimentales, pues se pudo comprobar, econométricamente, que, a mayor nivel educativo, mayores son los niveles de disposición a la acción colectiva y la confianza. 

Con los análisis fruto de esta investigación se logra generar una aproximación estadística a que la educación no solo genera condiciones de movilidad social, aumento de los ingresos de las personas y, en general, beneficios para el desarrollo personal, sino que, además, incide en el tipo de percepciones que se tiene sobre el otro, dando como resultado un aumento en las percepciones de igualdad hacia las mujeres y el incremento de la confianza en las personas de otra etnia, raza, religión y nacionalidad. 

Adicionalmente, eleva los niveles de sociabilidad, los mencionados rasgos de confianza y cooperación, así como de actitudes de apertura al mundo, a través de mayores niveles de lectura, y uso de dispositivos y herramientas tecnológicas. 

Los datos muestran que, mientras más alto es el nivel educativo de una persona en Antioquia, se puede esperar de ella un poco más de interés en la política, mayores niveles de confianza en personas de otra religión y nacionalidad, y mayor creencia en las capacidades de las mujeres. 

En este último aspecto, un factor promisorio radica en que los individuos más educados están menos de acuerdo con creencias tales como que los hombres son mejores líderes políticos, mejores ejecutivos de negocios, y que les sirve más la educación universitaria que a las mujeres. 

Dadas las restricciones de espacio, en este punto se puede afirmar que existen otros datos cruciales sobre el estado actual de la población, sus percepciones sobre aspectos simbólicos y sus condiciones materiales. El estudio dedica un capítulo a analizar cuatro aspectos relativos al bienestar de los antioqueños (equidad, salud, educación y seguridad); y otro más a estudiar de manera focalizada a grupos tales como las mujeres, los jóvenes, los grupos étnicos del departamento, y a los adultos mayores. 

En general, hay claros retos en materia de seguridad dada la presencia de grupos al margen de la ley, una creciente percepción del atraco callejero y los robos a hogares, así como de presencia de bandas y pandillas dedicadas a factores asociados al narcomenudeo y la extorsión. 

Por otro lado, pese a los avances en la reducción de la pobreza en todo el departamento, se advierten datos que alertan sobre el aumento de  la indigencia y la necesidad de revisar las estrategias de intervención. Se destaca la alta concentración de la tierra, y las claras inequidades entre los centros urbanos y las poblaciones rurales. En este sentido, 57 por ciento de los entrevistados en el campo manifestaron haber tenido problemas de ingresos en el último año.

​Llama la atención el tipo de representaciones existentes sobre las mujeres y la igualdad de género. Este es uno de los retos más grandes para la sociedad antioqueña en la actualidad. Finalmente, se destaca a los jóvenes como una población que comparte la mayoría de los valores, se muestran conservadores, pero están más interesados en la política y en el emprendimiento. 

Como la mayoría de los entrevistados de otros grupos, están satisfechos con sus vidas y piensan que el futuro del departamento es promisorio. Al parecer, los datos evidencian un alejamiento y rechazo de los valores propios con una cultura del atajo como la viveza, la mentira y la violencia. Para ellos la imagen personal, los viajes y las metas materiales son valorados de una manera positiva. 

Lo que sigue del estudio

El antioqueño no pierde su identidad.jpg

Como resultado del estudio se publicarán dos volúmenes: el primero titulado Valores, representaciones sociales y capital social en Antioquia, en el que se resumen los datos empíricos del estudio; y un segundo libro Antioquia imaginada, dedicado al abordaje hermenéutico, histórico y cultural para identificar representaciones a partir de historias, ensayos, cartografías, crónicas y fotografías, este último con la dirección y edición de Jorge Giraldo Ramírez y el profesor Efrén Giraldo Quintero, del Departamento de Humanidades de EAFIT. 

A partir de los datos y dinámicas identificadas, el equipo de investigadores ofrecerá una agenda ciudadana basada en la evidencia con énfasis en los resultados de los recorridos etnográficos. Así mismo algunos de los retos de política pública para el departamento son abordados en la última sección y estos se centran en seis problemas puntuales. 

En materia de empleo, se observa una expectativa generalizada de la población frente al emprendimiento, sin embargo las posibilidades de formación y las oportunidades aún deben armonizarse con tal volumen y diversidad de demandas.​ 

Hay una percepción cotidiana de que en muchos espacios la informalidad es la única vía para sobrevivir pese a sus efectos perversos, y se percibe al Estado como enemigo al no dejar trabajar. Hay una ruptura intergeneracional en el campo frente al trabajo y los proyectos de vida. El trabajo es importante, pero para los jóvenes no es lo único en la vida y quieren seguir caminos diferentes al de sus familiares.

 

Así mismo, se soportan evidencias para una agenda que incluye, también, los retos de seguridad y la comprensión adecuada de los riesgos locales; el rechazo y la preocupación por el alto consumo de drogas en todas las subregiones; la alta importancia que para las personas tiene el estado de las vías en las zonas más apartadas y su importancia para participar e integrarse a la vida del departamento; los ​retos de los altos niveles de corrupción percibida y de la desconfianza en los funcionarios públicos.

Por último, se observa la gran expectativa generada por los Parques Educativos, y los factores positivos que los antioqueños de las diferentes subregiones asocian a estos.

Adicionalmente, en términos de política pública, el estudio le ofrece al departamento un valioso bien público en términos de información que sirve como línea de base para la toma de decisiones informada, futuras investigaciones, y para la deliberación pública sobre los retos para la vida individual y colectiva. El estudio tiene un diseño y arroja una base de datos que puede ser comparada con otros estudios regionales, nacionales e internacionales.

Los miembros de la alianza y el equipo de investigadores tienen la esperanza de que este estudio y la gran cantidad de información recogida sea socializada, discutida y utilizada por los ciudadanos, estudiantes, otros investigadores, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación; y, sobre todo, por quiénes toman decisiones de alcance público con el fin de aproximarse de manera más apropiada a las expectativas de los antioqueños.

Solo a través de una cultura de la toma de decisiones informada y pertinente, esfuerzos como estos serán como un bien público. Y quién sabe, tal vez en 200 años más, las generaciones de entonces tendrán un mejor referente de cómo somos los antioqueños. ​

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Última modificación: 27/02/2017 17:46