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El Eafitense / Edición 104 Entretener e incluir, los nuevos retos de la cultura y la educación

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Entretener e incluir, los nuevos retos de la cultura y la educación

​El español Fernando Vicario Leal, experto en cooperación cultural iberoamericana, visitó a EAFIT en dos ocasiones durante el último año. El actual director de la empresa Consultores Culturales se refirió a cómo la sociedad tiene que hacer más cercanos aspectos que, hasta ahora, solo son para determinadas élites.


​Fernando Vicario
​Paula Andrea Colorado Chávez
Colaboradora

Juan Carlos Luján Sáenz
Coordinador del Área de Información y Prensa EAFIT

Decisión de ciudad. ¿Llevar la cultura y la educación a espacios que antes eran sinónimo de marginalidad? Un ejemplo es el Parque Biblioteca de Santo Domingo Savio, ubicado en el nororiente de Medellín, fortaleza que resalta en medio de las montañas, con tres piedras gigantes sobre la ladera, y que alberga cerca de 20.000 libros y varios espacios lúdicos para el aprendizaje. 

Pero, ¿logran lugares como estos atraer en términos culturales y educativos? Lo más seguro es que sí, y lo anterior se confirma cuando se escucha a Fernando Vicario Leal, español experto en cooperación cultural, quien en los últimos meses ha visitado en dos ocasiones la Universidad EAFIT con un discurso incluyente y libertario en cuanto a las maneras como debe asumirse la cultura y la educación.

Con argumentos, el licenciado de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid -además de docente en gestión y emprendimiento cultural, y actual director de la empresa Consultores Culturales- afirma que la manera como están planteado ambos conceptos aburren a las personas, inclusive hace una crítica al libro La civilización del espectáculo, uno de los últimos trabajos del peruano Mario Vargas Llosa, y en el que el nobel de literatura hace una defensa de las formas como, tradicionalmente, se entiende la propia cultura.

Vicario indica que si se combaten formas de  exclusión, como la pobreza, se puede llegar a un diálogo entre identidades.

¿Por qué afirma que la educación y la cultura aburren a la gente?

Hay que indagar a los niños entre los 6 y los 12 años. Se les debe preguntar qué les parece la cultura o la educación, o bueno, la televisión educativa. Lo planteo porque la cultura se subió a un escalón en el que parecía que para ser culto había que distanciarse de la sociedad, tener más conocimientos y saber más cosas. Y cuando uno hablaba del entretenimiento o de entretenerse era como banalizarla. 

Pero a la gente le gusta entretenerse. Los ciudadanos van por aquellas cosas que les recuerdan que la lúdica y la vida son una fiesta. Pero hemos conseguido que la cultura se aísle y se aleje del concepto de entretenimiento, y estos, la verdad, no tienen que estar divorciados, al igual que educación y entretenimiento. Todo lo contrario: tienen que vivir juntos. Si el niño no se divierte mientras aprende habrá lo que hay hoy: más de un 30 por ciento de deserción escolar.

Pero esto no lo considera el escritor peruano Mario Vargas Llosa en su libro La civilización del espectáculo…

“Sí y yo discrepo de él. Cuando habla de la banalización de la cultura a mí me parece que es el acercamiento de la cultura a la sociedad. Cuando dice que la cultura está entrando en un bucle en el que no genera pensamiento, yo creo que dicho pensamiento, el que nos estaban metiendo, es uno al que ninguno nos apetece entrar. Discrepo del libro con conocimiento de causa, porque me tomé el trabajo de leerlo y anotar.

Eso sí, de Vargas Llosa me gusta lo que entretienen sus novelas, lo divertido que es leerlo. Yo, por ejemplo, no soy capaz de leer a Lezama Lima porque me aburre y uno no se acerca a lo que le aburre, sino a lo que le entretiene. Hay que ser es lo suficientemente genio como para tener muchos conceptos y conocimientos, pero saberlos acercar a la gente.

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​¿Cómo hacer posibles los diálogos entre las identidades en medio de tantas diferencias culturales y económicas en el mundo?, ¿cómo hacer posible que haya una conversación entre estas identidades?

“La mayor exclusión es la pobreza. Si una persona negra va a Madrid (España) después de haber sufrido muchísimo, de haber traspasado los miles de kilómetros que hay para llegar desde Senegal, Angola o Mozambique, sin un céntimo, será rechazada por la sociedad. Pero si llega de Senegal a Madrid, y trae anillos de oro y una cartera repleta de dinero va a ser aceptada y da igual que sea negra, amarilla o del color que sea.

Aprender a conversar con los que  hasta el momento hemos excluido de nuestros referentes sociales es responsabilidad política y del poder. El poder tiene que crear condiciones y nexos para que los excluidos estén en capacidad de dialogar con los incluidos. Es como lo que ocurre en el Metro de Medellín: no se puede montar una campaña de cultura ciudadana si no se adecua un transporte público que cree posibilidades de acceso a ciudadanos excluidos para que sean incluidos en el modelo. 

El primer análisis que se debe hacer es entender por qué no nos juntamos y cuáles son las causas por las que rechazamos. El segundo es ver cuáles son los puentes que tenemos que trazar para acercarnos. Ahí la responsabilidad del poder público es muy importante, pero también lo es la de la sociedad civil ¿Y cómo se establece ese diálogo? Desde la participación, convencida de que merece la pena ¿Y quién tiene la responsabilidad? Una política cultural. Merece la pena tener un país en el que todos logremos participar, eso dice la Constitución de Colombia.

A propósito de lo que dice. Cuando los indígenas en el norte del Cauca decidieron sacar de su territorio a algunos miembros del Ejército hubo una discrepancia muy grande de la sociedad civil que los acusaba de ser guerrilleros. ¿Cree usted que algún día se superará la aversión que existe hacia los indígenas y las negritudes en algunos sectores?

“Un dicho afirma que ‘un optimista no es más que un pesimista mal informado’. Yo soy un optimista diferente y creo que se conseguirá incluir. Siempre va a haber exclusiones y excluidos, pero los diálogos ahora son mucho mayores que en los años 50. Hoy existe un diálogo importante para que al menos se acabe la guerra. En el momento en que vamos negociando y vamos quitando trabas la gente se va acercando.

Por eso es importante que la escuela se convierta en un punto de encuentro. El niño que aprende a dialogar con etnias, razas y personas diferentes es un adulto que aprende a dialogar y a investirse del otro, y eso también está sucediendo en la educación pública: cada vez hay mayor inclusión y participación. 

Ahora, va a ser largo y doloroso y a los negros y a los indios les va a costar mucho sentirse iguales, como les sigue pasando  a las mujeres: sigue habiendo discriminación y un machismo recalcitrante en muchas sociedades. Entonces se va avanzando y se va consiguiendo, pero el proceso es muy lento.

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​En el tema de la cooperación cultural, ¿cuál sería el primer paso que se debería dar para conocer a los públicos y darle sentido a lo que usted dice: bibliotecas con gente y museos con público?

“Investigar. Escuchar a los públicos. Nosotros no tenemos que ser quienes les demos lo que creemos que ellos necesitan, sino que tenemos que saber lo que necesitan de verdad. Los directores de las bibliotecas deciden en su despacho qué biblioteca van a tener y eso ya no tiene que ser así. Hay que decidir el modelo de biblioteca con la gente de la calle.

Hay que investigar cómo consume cultura la gente hoy. Usted no consume cultura igual que lo hacía su padre. Él tenía lo que quería: museos, teatro, ópera. Usted, en cambio, encuentra que hay poco acceso digital y que le están bloqueando determinadas cosas. Nadie le ha preguntado cuál es su forma de quererse acercar a la cultura.

¿La cu​ltura, por decisión propia, se calló ante la situación económica y social que vive el mundo; o la sociedad mandó a que se callara?

“La cultura solita cerró la boca. El modelo de subvenciones, de ayudas y de cultura subvencionada consiguió que la gente de la cultura no se atreviera a decir absolutamente nada. Ese es un modelo peligroso porque la cultura tiene que ser crítica, combativa y estar siempre enfrentada a un modo de hacer poder para cuestionarlo y hacer que se replanteen  muchas cosas.

Pero, de alguna forma, nos compraron  a todos. Nos dieron subvenciones y nos callaron la boca. Eso no puede seguir así. Ha llegado el momento en que el Ministerio de Cultura no sea el que da subvenciones, sino el que incita a participaciones y a otros modos de creación”.

La generación que viene, de pensamiento digital, es más crítica y participativa. ¿Lo ve, o no lo va así? 

Sí. Participa mucho más. Habla con una voz mucho más alta, pero debe estar en los sitios donde está la capacidad de decisión. Muchos ministros o secretarios de Estado no están en Twiter ni Facebook y no escuchan lo que dice la gente. Entonces es muy importante que la gente aprenda a crear canales de comunicación para acceder a los que toman las decisiones, no solo quedarse en las redes sociales o en guetos de participación. Hay que recuperar el espacio de la televisión tradicional y de los periódicos tradicionales, además de seguir con los nuevos”.


¿Cómo alejarse de ese concepto de asistencialismo cuando se habla de cooperación?

Trabajando muy claramente la posibilidad de la cofinanciación y la coparticipación, de lo que se llama ahora modelos de coworking y se conoce en América como ‘la minga’. Como siempre ha pasado, algunos proyectos tendrán más éxito y otros menos. Los que tengan más, y vayan creciendo en modelo de coparticipación y cofinanciación servirán de modelo para que la gente avance por estos terrenos. Cooperar significa participar todos en igualdad de condiciones”.

Última modificación: 27/02/2017 19:33