Jonathan Montoya Correa
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
Desde 1978 hasta 1987, el actor estadounidense Christopher Reeve se hizo conocido en el mundo por encarnar a Supermán en la pantalla grande. Sin embargo, el camino de éxito del “hombre de acero” se vio truncado en 1995, cuando durante una competencia hípica cayó de su caballo y se lesionó las dos primeras vértebras cervicales, lo que hizo que perdiera por completo la movilidad de su cuerpo.
A raíz de su condición, el artista y su familia crearon el Centro de Recursos sobre Parálisis, de la Fundación Christopher and Dana Reeve, que hoy, 10 años después de la muerte de su fundador, todavía se dedica a promover la salud y el bienestar de las personas que sufren estos traumatismos, así como a apoyar psicológicamente a sus familiares.
Según estudios, más de 1.000.000 de personas sufre cada año de la aparición de este tipo de lesiones, y se calcula que entre el 50 y el 80 por ciento de las personas con movilidad reducida desarrolla úlceras en la piel.
Uno de los frentes de trabajo de esta asociación está dedicado a la prevención y cuidado de la piel en este segmento poblacional y, especialmente, a la generación de información sobre el tratamiento de úlceras por presión, heridas decúbito, o escaras, como son comúnmente conocidas.
Y es que debido a la necesidad de permanecer en cama durante largos periodos de tiempo, la falta de circulación y oxigenación terminan por derivar en heridas y, en el peor de los casos, en la muerte definitiva de los tejidos afectados.
Según el centro especializado, más de 1.000.000 de personas sufre cada año de la aparición de este tipo de lesiones, y se calcula que entre el 50 y el 80 por ciento de las personas con movilidad reducida desarrolla úlceras en la piel que, además de tener un tratamiento costoso, también pueden llegar a ser letales.
Ese es una pequeña parte del panorama médico que tomaron como referencia los docentes eafitenses Alejandro Velásquez López y Santiago Correa Vélez, para crear la Superficie dinámica para el tratamiento y prevención de úlceras en la piel, o cama antiescaras, iniciativa que se desarrolló en el Grupo de Investigación en Ingeniería de Diseño (Grid), y que recibió, el 23 de enero de 2013, su patente como modelo de utilidad por la Superintendencia de Industria y Comercio de Colombia.
Se trata, según Alejandro, de una estructura móvil que mejora la calidad de vida de los pacientes con movilidad reducida y que, a partir de una combinación de diferentes tipos de movimientos, genera actividad entre la piel y la superficie en la que se encuentra apoyada. Y aunque aparentemente luce como una cama, en realidad es un sistema mecánico pivotado que permite generar un alivio entre la persona y la sábana.
Se trata de una estructura móvil que mejora la calidad de vida de los pacientes con movilidad reducida y que, a partir de una combinación de diferentes tipos de movimientos, genera actividad entre la piel y la superficie en la que se encuentra apoyada.
“Tiene un movimiento de transferencia para balancear al paciente como si estuviera en una cuna; de Trendelembur y Trendelembur inverso para aliviar problemas de reflujo o presión sanguínea, de espaldar y piernas, tradicionales en las camas hospitalarias; ascendente y descendente para calibrar la altura; y de masajeo ondulatorio para las zonas del cuerpo que están constantemente apoyadas y que, en últimas, es el que se encarga de prevenir la aparición de escaras”, explica.Del prototipo a la patente
Y fue precisamente la combinación novedosa de estos movimientos la que permitió que la Superintendencia les concediera, a través de la resolución 00720, la patente hasta el 9 de febrero de 2020, y que se convierte en la novena que obtiene EAFIT en sus 53 años de trayectoria.
Ambos docentes han trabajado en este desarrollo durante cerca de 13 años. Inicialmente fue Santiago quien identificó la necesidad médica, gracias a su labor como coordinador del Grupo de Investigación en Bioingeniería y sus relaciones con el sector de la salud. En 2009, invitó a Santiago para que se uniera a su iniciativa de crear una cama antiescaras. “Ese mismo año desarrollamos el primer prototipo con muy buena acogida y, posteriormente, realizamos las primeras pruebas”, recuerda Santiago.
Los ensayos iniciales de la superficie se realizaron con personas voluntarias y con el objetivo de obtener una valoración cualitativa que les permitiera identificar si efectivamente su idea tenía una aplicabilidad en el mercado. El Laboratorio de Mecatrónica, del Centro de Laboratorios de EAFIT, fue el lugar elegido para realizar los estudios, y Santiago hizo parte del primer grupo de sujetos experimentales.
“Las pruebas consistían en acostar a las personas completamente inmóviles, por dos horas, en un colchón normal. Después repetíamos el procedimiento en la cama antiescaras con un programa que encendiera sus movimientos cada cuarto de hora, durante dos minutos”, continúa el docente.
Alejandro, quien tuvo la oportunidad de vivir en persona esta experiencia, afirma que las diferencias fueron significativas y que, efectivamente, se sentía un alivio mayor en la estructura móvil. “Los resultados nos mostraban que, además del factor de confortabilidad, después de dos horas en una cama normal, el cuerpo ya comenzaba a mostrar enrojecimiento en algunas zonas, especialmente en las coyunturas, los codos, las caderas y el cuello”, complementa.
Con estos avances, los inventores se dieron a la tarea de perfeccionar el modelo hasta llegar a una cuarta versión, mucho más mejorada y considerablemente menos pesada que las anteriores.
La luz verde de la Superintendencia
Una vez la idea tomó forma, los investigadores buscaron asesoría en el grupo de abogados de la Institución y en la Dirección de Investigación. También, realizaron un estudio de viabilidad con el Centro para la Innovación, Consultoría y Empresarismo (Cice) de EAFT, y construyeron el informe gracias a un taller de redacción de patentes que se dictó en la Universidad. Todo eso antes de radicar, finalmente, la propuesta de invención.
Y en EAFIT, la abogada que conoce a los temas de patentes, derechos de autor y propiedad intelectual es Paula Andrea Rivera Montoya. Como coordinadora del Departamento de Contratos y Convenios es la persona a la que recurren los investigadores cuando quieren comenzar el proceso de radicación de sus creaciones.
Fue precisamente ella la encargada de guiar, desde finales de 2009, el proceso ante la Superintendencia.
“Primero realizamos un análisis jurídico y les solicitamos a los investigadores una descripción de su invención. En ese informe ellos consignaron las cualidades o características esenciales por las que consideraban que su producto era una invención”, apunta la profesional.
Posteriormente, la abogada y su equipo de trabajo visitaron en dos ocasiones la cama antiescaras y procedieron a diligenciar los documentos Comunicación de resultados y Entrevista con el Investigador, diseñados especialmente para conocer aspectos técnicos y de mercadeo.
“A través de estos pudimos identificar si se trataba de un desarrollo de investigación individual o cofinanciado, a quiénes pertenecía la propiedad intelectual, quiénes fueron sus inventores y qué grado de participación tuvieron, o qué publicaciones se hicieron al respecto, entre otros. Todo esto nos permitió continuar con el proceso ya que, efectivamente, teníamos todos los derechos”, agrega.
La Superintendencia de Industria y Comercio les concedió, a través de la resolución 00720, la patente hasta el 9 de febrero de 2020, lo que la convierte en la novena que obtiene EAFIT en sus 53 años de trayectoria institucional.
Con este informe preliminar, el equipo de Contratos y Convenios identificó que la novedad, el nivel inventivo y la aplicabilidad industrial de la cama eran una excelente carta de presentación ante la institución administrativa encargada de conceder las patentes.
“De esta manera dimos luz verde para que los investigadores redactaran la solicitud antes de revisarla en dos etapas: primero nosotros y después conjuntamente con ellos. Finalmente, enviamos la información a una oficina de abogados externa que se encargó de pulir la propuesta que se envió a la Superintendencia”, dice.
Aunque inicialmente optaron por una patente de invención, un proceso de vigilancia tecnológica les permitió identificar dos propuestas muy similares en Alemania y en Austria. Los inventores desistieron entonces de la solicitud internacional y se limitaron a optar por la licencia nacional.
El promisorio mercado de las ideas
Según Félix Londoño González, director de Investigación de EAFIT, la cama antiescaras es una idea muy atractiva para el mercado, pues es una respuesta a una necesidad actual y latente en el sector médico.
El directivo, quien tuvo la oportunidad de conocer de cerca el proceso de fabricación indica: “Es una suma de esfuerzos, una confluencia de saberes entre la ingeniería, el diseño y la medicina que se traducen en un producto que traerá beneficios y calidad de vida a las personas que sufren estas complicaciones de salud”.
Y ese es, justamente, el nuevo reto que se han trazado los inventores: lograr que su invención se convierta en una opción del mercado médico. Para Alejandro Velásquez, las posibilidades comerciales son muchas, teniendo en cuenta que todos los seres humanos son potenciales usuarios o son susceptibles a desarrollar escaras en algún momento de sus vidas.
“El mercado de esta idea es muy promisorio. En primer lugar, todos vamos a llegar a una edad adulta, o podemos sufrir un accidente que nos obligue a permanecer en cama. Entonces es necesario cuestionarnos sobre cuánto va a resistir nuestra piel la presión, la temperatura, la humedad, o cómo vamos a evitar la aparición de úlceras”.
Por ese motivo, el docente menciona que a través de la intermediación del Cice gestionarán la venta de la licencia. “Podemos decir que estamos en un 70 por ciento del recorrido. El 30 por ciento restante es encontrar una empresa que asuma las capacidades de manufactura, la estrategias de mercadeo y las líneas de distribución y comercialización”, detalla el investigador.
En 2011, ambos docentes realizaron acercamientos con empresas de la región como Locatel, Americana de Colchones, Los Pinos, entre otras, además de una compañía en Bogotá, y dieron a conocer la iniciativa en la Rueda de Negocios de Innovación Tecnológica (Tecnnova).
La consecución de la patente, según los profesores, no solo les permitió ganar una mayor experiencia en el campo de la propiedad intelectual, sino que también se tradujo en beneficios para su grupo de investigación, y en temas de visibilidad y proyección de la Universidad.
Así, Félix Londoño se refiere a la invención como una nueva contribución de conocimiento y a la posibilidad de desarrollar nuevas ideas comerciales a partir de este producto. “Junto a las publicaciones, las patentes son dos de los indicadores que significan mayor puntaje y posicionamiento para los Grupos de Investigación. Es una credencial para el investigador y una oportunidad para que la Universidad muestre sus adelantos en gestión de conocimiento”.
Alejandro no solo se suma a la opinión de Félix Londoño, sino que espera que el logro sea un impulso para fortalecer esta gestión en el área de investigación. “Este es un primer paso en nuestro propósito de conformar un sólido portafolio de, al menos, dos patentes por semestre y de desarrollar solidez en el tema de la venta de licencias”.
Y agrega: “Ya contamos con un desarrollo y conocemos el proceso por el que tenemos que pasar para alcanzar la patente. Ahora estamos concentrados en el avance de otras tres que esperamos radicar muy pronto”.
Una nueva y mejorada versión de la cama antiescaras, un vehículo eléctrico, y una máquina que agiliza la costura de jeans son las tres ideas que ya se encuentran en construcción y con las que el Grupo de Investigación en Ingeniería de Diseño, y los inventores, esperan sorprender a los sectores de la salud, la movilidad y las confecciones.
Otra patente que se sumó a la lista |
Acceder de manera tradicional a un reactor para modificaciones superficiales y de recubrimientos es costoso y su precio puede estar por encima de los 250 millones de pesos, dependiendo del tamaño y de los procesos que se puedan hacer con este tipo de tecnologías. Sin embargo, en EAFIT, un grupo de docentes encontró una solución.
El nombre completo de esta patente de utilidad es Reactor dual asistido por plasma generado por microondas para ataque iónico y deposición de materiales, y fue desarrollado por Juan Manuel Jaramillo Ocampo y Mauricio Arroyave Franco, docentes del Departamento de Ciencias Básicas.
“La idea era generar un reactor de bajo costo que utilizara una tecnología de consumo masivo. Entonces pensamos que los hornos microondas cuentan con unos elementos electrónicos que tienen las mismas características de los reactores de plasma convencionales y lo que hicimos fue aprovechar eso para diseñar el reactor”, describió el profesor Juan Manuel.
Esta estrategia les permitió implementar cambios en una superficie por medio de la producción de microcanales, palancas, micropiñones y otras aplicaciones de microingeniería cuando el sistema se usa para atacar.
Y si se usa para depositar, entonces el reactor hace recubrimientos por plasma, endurece las superficies, les proporciona cualidades antidesgaste y genera biocompatibilidad.
Para Mauricio Arroyave, otro de los coinventores, obtener el aval de la Superintendencia de Industria y Comercio fue muy significativo, teniendo en cuenta que Latinoamérica solo produce el uno por ciento de las patentes del mundo y Colombia, a su vez, aporta el uno por ciento de ese uno por ciento.
Los inventores aseguraron que, pese a recibir la patente, seguirán trabajando para mejorar el reactor y, en el futuro, encontrar otras aplicaciones que pueda tener. |