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Macondo en China

​​​​​​​El hispanista chino Fan Ye, traductor de Cien años de soledad al mandarín, estuvo en EAFIT el pasado abril. Vino por primera vez a Colombia y trajo noticias de la influencia de Gabriel García Márquez en la literatura de su país. Su visita, programada con un año de anticipación, coincidió con la mala hora: la muerte del nobel.​


​​​​El traductor de Cien años de soledad, obra maestra de Gabriel García Márquez al mandarín, estuvo a mediados de abril en EAFIT hablando, precisamente, del Realismo Mágico y su similitud con algunos elementos de la cultura china.​

​“He venido al sepelio del rey”. Esa fue la respuesta solemne que dio el indio Cataure para explicar por qué volvió a Macondo después de haber huido de la peste del insomnio. Llegó a la casa de los Buendía y acompañó a Úrsula al cuarto de José Arcadio. Encontraron que se había quedado atrapado en un sueño. Por más que intentaron, no pudieron despertarlo. 

Aquel episodio relatado por Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad fue para el chino Fan Ye una suerte de premonición de su primera visita a Colombia. Vino al país en abril para hablar de su experiencia como traductor oficial de la novela cumbre de Gabo al mandarín y de la relación entre la literatura hispánica y la china. Había programado su viaje desde hacía un año, pero días antes de su llegada, falleció el escritor. 

“Ahora entiendo por qué estoy aquí, justo por estos días. Como el indio Cataure he venido al sepelio del rey”. No sería esta la primera casualidad que lo obligaba a mirar la obra del escritor colombiano. En verdad, la vida de Fan Ye y la literatura de su país han tenido una Macondo en China El hispanista chino Fan Ye, traductor de Cien años de soledad al mandarín, estuvo en EAFIT el pasado abril. Vino por primera vez a Colombia y trajo noticias de la influencia de Gabriel García Márquez en la literatura de su país. Su visita, programada con un año de anticipación, coincidió con la mala hora: la muerte del nobel. colosal influencia del nobel, hasta ahora poco conocida en Colombia. 

Fan Ye estudió Filología Hispánica en la Universidad de Pekín. Quiso conocer el mundo hispánico porque le parecía algo misterioso. Dice que llegó a Gabo por casualidad, un día cualquiera en que un compañero de estudio le recomendó leer Cien años de soledad. La lectura lo atrapó de tal manera que, al terminar, se sintió, como él dice, “un fantasma de los Buendía, como si yo hubiera estado frente a su casa mirando todo lo que pasaba”. Su encanto por conocer la literatura hispánica lo llevó a toparse varias veces con Gabo. 

Lectura en época​​​ de cambios 

Para los noventa, cuando Fan Ye hacía sus estudios universitarios, China vivía un momento de cambio, tras una larga historia que empezó en 1949. Ese año, el Partido Comunista de China, liderado por Mao Zedong (o Tse Tung) venció al ejército de la República China y proclamó la República Popular. En la historia quedó registrado que las casi tres décadas de gobierno de Mao se caracterizaron por haber puesto la economía, la política y la cultura al servicio de la ideología comunista.​​

Se recuerdan dos momentos claves. El primero se llamó el ‘Gran salto adelante’, que fue una reforma económica y política que promovió Mao. Fue una apuesta por la industrialización que consistió, básicamente, en crear comarcas dedicadas a la producción de acero. Para 1958 se habían creado unas 25.000 comunidades con unas 5.000 familias cada una, algunas sometidas al modelo obligatoriamente. Se instalaron hornos para fundir metales en los patios de las casas y empleados cualificados de escuelas, hospitales y fábricas de otros productos abandonaron sus labores para producir acero. Lo hacían sin preparación alguna y el metal salía de mala calidad. El panorama se agravó por el hambre que se expandió por todo el país. Por estar concentrados en el acero, se descuidó la producción agrícola y los alimentos escasearon. 

El proyecto fracasó y llevó a la salida de Mao del poder. Pero no se resignó y vino el segundo momento clave de su mandato, con la creación de lo que llamó ‘La revolución cultural proletaria’. Consistió en una defensa a ultranza de la ideología maoísta a cargo de comités revolucionarios repartidos por todo el país y respaldados por un ejército de jóvenes llamados ‘guardias rojos’. Persiguieron y censuraron intelectuales y destruyeron obras de arte consideradas como amenaza al ideal de líder comunista. Mao murió en 1976 y empezó una nueva era de apertura económica que, además, dio paso a la libertad de expresión. 

En ese contexto, en un pequeño pueblo llamado Gaomi crecía Guan Moye, un personaje chino que, años después, terminó marcado por la obra de García Márquez. El hambre caracterizó su infancia. En ese entonces, las familias chinas comían cualquier cosa que viniera de los árboles y hasta del pasto con el que alimentaban los caballos. Su vida quedó marcada por anécdotas como la de un día en que acompañó a su madre a recoger espigas que caían al suelo en la huerta de la comarca. Llegó un guardia a imponerles castigo y, aunque intentaron correr, el hombre alcanzó a su madre, le dio una bofetada y​ ​​ella cayó al suelo con la boca bañada en sangre. El guardia les quitó las espigas y se fue silbando, tranquilamente. 

Sin poder estudiar y dedicado a apoyar el trabajo en el campo, el pequeño Guan Moye se volvió experto en cazar saltamontes. Había logrado su propia técnica: se untaba zumo de hierbas en las manos, atraía los bichos y los atrapaba. En algo mitigaban la hambruna de aquel entonces. A la plaza de mercado llegaban de cuando en cuando unos personajes llamados cuentacuentos, algo así como juglares, con historias de otras partes imaginarias. 

Un día cualquiera, Guan Moye encontró su vocación. Salió a escuchar un cuentacuentos y quedó encantado. En la noche recitó las historias a su madre. Los siguió frecuentando y siguió repitiendo sus cuentos al llegar a la casa. Su madre sentía temor. Ella sabía que por aquel entonces poco se podía hablar. Cualquier comentario inconveniente para el régimen podría traer consecuencias para su hijo o para toda la familia. Pero nada lo detuvo. Guan Moye terminó siendo, como él mismo se define, un cuentacuentos.​

Fan Ye estudió Filología Hispánica en la Universidad de Pekín. Quiso conocer el mundo hispánico porque le parecía algo misterioso. Dice que llegó a Gabo por casualidad, un día cualquiera en que un compañero de estudio le recomendó leer Cien años de soledad.

​​​​Acceso​ al arte 

La apertura económica de los ochenta, tras la muerte de Mao, permitió el acceso al arte, a obras de las que se estaba hablando en el resto del mundo. Apenas empezaba esta nueva etapa en China cuando llegó una alentadora noticia. El 21 de octubre de 1982, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, proveniente de un país muy lejano, había ganado el premio Nobel de Literatura. 

Según Fan Ye, García Márquez fue el primer Nobel que entró en la nueva China y fue el que causó mayor impacto en las letras de ese país. “Fue como si un compadre del mismo pueblo se hubiera vuelto millonario”, fue la expresión coloquial que utilizó un crítico y que ahora retoma Fan Ye para ilustrar lo que significó Gabo en su país. 

Las obras del escritor colombiano empezaron a entrar a China a cuentagotas. En 1982 se publicó una antología de García Márquez con 17 cuentos y novelas, entre estos Los funerales de la mamá grande, El coronel no tiene quién le escriba y Crónica de una muerte anunciada. En 1984, una revista de literatura publicó el primero y el último capítulo de Cien años de soledad. Ese año, llegaron dos ediciones de la misma novela, pero incompletas. Los editores suprimieron apartes que podrían considerarse obscenos o inconvenientes para el régimen. 

En 1987 llegaron El amor en los tiempos del cólera y la entrevista El olor de la guayaba, que hizo Plinio Apuleyo Mendoza a Gabo. En 1994 apareció la primera edición completa de Cien años de soledad. Las obras fueron traducidas sin autorización del escritor y esto lo incomodó. Hasta le escucharon decir que ni siquiera 150 años después de su muerte habría traducciones autorizadas de su obra al mandarín. Era entendible su malestar al enterarse de que sus libros circulaban en el mercado chino sin respetar los derechos de autor. 

Pero más allá estaba el impacto cultural que había causado en aquel momento de renovación. Sus obras inspiraron a una generación de escritores, como Jia Pingwa, Yu Hua, Su Tong, Yan Lianke, Ma Yuan, Zhaxi Tawa y Guan Moye, que de cuentacuentos pasó a escribir. Utilizó el seudónimo de Mo Yan, que significa ‘no hables’, como le recomendaron sus padres cuando era niño. Inicialmente escribió con poca técnica, sin identidad, sin darse cuenta de que su pasado en el campo era toda una fuente de historias. Pero leyendo a Gabo y sus relatos de Macondo se dio cuenta de que tenía mucho para contar de su pueblo, Gaomi.​

Última modificación: 06/03/2017 9:50