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El Eafitense / Edición 107 Lo que sucede con el aprendizaje cuando la confianza desaparece - El Eafitense - Edición 107

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Lo que sucede con el aprendizaje cuando la confianza desaparece

​​La doctora en educación Tracey Bretag, autora de esta reflexión, ofreció, el 30 de septiembre de 2014, la conferencia Construir confianza: construir integridad, que se erigió como la actividad central de la actual fase del proyecto institucional eafitense Atreverse a Pensar. Tracey llama la atención sobre lo que significa un concepto como la confianza a la hora de replantear la relación profesor-estudiante.


​​Tracey Bretag es fundadora de la Revista Internacional de Integridad para la Educación y editora en jefe del Manual de Integridad Académica, que será publicado por la editorial Springer en 2016.

Tracey Bretag 
Escuela de Negocios, Universidad del Sur de Australia 

Panorama del estudiante actual es el nombre de un video, de 2007, que se encuentra en Youtube y que ha sido visto por más de cinco millones de personas; y que creó Michael Wesch, profesor de Antropología de la Universidad Estatal de Kansas (Estados Unidos), junto con sus alumnos. El panorama que presenta es el de unas salas de conferencia llenas de estudiantes alienados, privados de sus derechos y desconectados del tema.​​

Clases enteras de alumnos quienes, con caras agrias y cabezas enterradas en computadores portátiles, admiten abiertamente que pasan más tiempo viendo televisión, escuchando música, navegando en internet y hablando con sus amigos en las redes sociales que leyendo o aprendiendo. Filas y filas de ellos muestran que, en promedio, el tamaño de los grupos es de 115, sus profesores no saben sus nombres, que sus tareas tienen poca o ninguna relevancia en sus vidas, que compran libros muy caros que nunca abren y que muchos, ni siquiera, se molestan por ir a clase, a pesar del precio que, tal vez ellos o sus padres, pagan por estas. 

Estos mismos estudiantes reconocen que la tecnología y el conocimiento evolucionan tan rápido que para cuando se gradúen, cualquier habilidad que hubieran podido aprender será superflua, estarán endeudados y, probablemente, desempleados. ​

Los protagonistas del video, con pesimismo, hacen alusión a todas las guerras, al conflicto, a la pobreza y a la injusticia en el mundo; y con amargura afirman que ellos no crearon los problemas, pero que, de alguna manera, están atascados limpiando ese desorden. En medio de música persistentemente triste y de historias de soledad y aburrimiento, el video, de forma implícita cuestiona: ¿qué aprenden los estudiantes en un ambiente educativo draconiano y anticuado como este?, ¿qué se puede siquiera aprender cuando el aprendizaje como objetivo, siendo este un valor en sí mismo, de alguna manera se ha perdido?​

En una sociedad donde la corrupción es la norma y los escándalos en los medios constantemente enfatizan la trampa, los estafadores, los ladrones y los líderes comunitarios sin moral, no pasará mucho tiempo para que la educación superior se convierta en solo un recinto más para salir adelante por cualquier medio posible.​​​​​

Cuando veo el video, como lo he hecho incontables veces, el pesimismo de los estudiantes se apodera de mi psique y me pregunto: ¿Cómo llegamos a desconectarnos tanto de nuestros estudiantes? ¿Cómo podemos retomar el camino al propósito central de la educación que es transformar al individuo y contribuir así a tener mejores resultados sociales para todos? 

Es cierto, suena idealista y sí, ¡quiero cambiar el mundo! Y en toda una gama de formas, grandes y pequeñas. Además, estoy convencida de que la mayoría de educadores también quieren hacerlo. Después de todo, no hice 13 años de colegio y luego 10 años más de educación superior para ser un experto de tiza y tablero sin cara ni nombre que le pide a sus estudiantes que lean un texto aburrido que no tiene nada que ver ni con sus vidas ni con la mía. 

El Diccionario Oxford Australiano define la palabra confianza como la firme creencia en la fiabilidad, en la veracidad o en la fortaleza de una persona o cosa. Es “una exp​​ectativa con confianza”. Confiar es “tener fe o tener confianza o esperanza en que algo se llevará a cabo (…)”. Según esto, ¿es la falta de confianza lo que ha conducido a la alienación que caracteriza la educación superior en todo el mundo? Y, ¿por qué la confianza es más importante que nunca para las comunidades académicas? 

Para empezar, hay que decir que la educación superior se ha vuelto cada vez más compleja. Es competitiva a cualquier nivel, desde la admisión de los estudiantes hasta los sistemas de clasificación de las universidades, la financiación estatal, y el estatus y financiación para la investigación y, todo esto, sin mencionar la competencia entre los estudiantes. 

La masificación y comercialización de la educación superior han llevado a la conformación de un cuerpo estudiantil cada vez más diverso, compuesto por personas con desventajas sociales, lingüísticas y educativas, sentadas al lado de estudiantes privilegiados, aburridas y con bajo rendimiento académico. 

Tal diversidad exige recursos reales para que algunos de estos estudiantes alcancen su potencial. Sin embargo, la mayoría de las veces las ganancias que se desprenden de los pagos de matrícula son puestas en la maquinaria del marketing para atraer aún más estudiantes que, igualmente, estarán solos y sin apoyo. 

No es una coincidencia que la integridad académica esté fundamentada en cinco valores: la honestidad, la confianza, el respeto, la equidad y la responsabilidad.​​​​

¿Qué sucede, entonces, cuando tenemos un grupo de estudiantes desconectados, de bajo rendimiento que van a la universidad para evitar tener que trabajar, sentados junto a otro grupo de estudiantes que, aunque les guste estudiar, no poseen la preparación lingüística o educativa para acceder al aprendizaje? 

Cuando se da esta dinámica en una sociedad donde la corrupción es la norma y los escándalos en los medios constantemente enfatizan la trampa, los estafadores, los ladrones y los líderes comunitarios sin moral, no pasará mucho tiempo para que la educación superior se convierta en solo un recinto más para salir adelante por cualquier medio posible. En el nuevo milenio ese medio es con frecuencia más moderno, más rápido y más avanzado, en lo que a tecnología se refiere. 

En la actualidad, con solo presionar un botón, un aburrido profesor puede descargar, del texto guía, presentaciones de Power Point reencauchadas. De profesores desinteresados se producirán estudiantes desinteresados. Desde la comodidad de su computador, también los estudiantes pueden descargar tareas de sitios de intercambio de archivos, pagar a otros alienados para que hagan sus tareas por ellos o, simplemente, pasan su trabajo a todo el que lo necesite porque, ¿a quién le interesa realmente? .

Puesto que no se da una enseñanza real, entonces tampoco será una sorpresa que a los estudiantes no les interese, particularmente, que no se esté dando un aprendizaje real. Los profesores no saben los nombres de sus estudiantes, nadie llama a lista, todos los materiales y videos están disponibles en Internet y, al fin de cuentas, en la actualidad los estudiantes son ‘clientes’ y con toda seguridad en la medida en que se hagan los pagos, las notas les serán dadas. ​

Los estudiantes en el video señalan que el mercado laboral es cada vez más competitivo y cambiante, pero, de alguna manera, se ha perdido la idea de que para ejercer en un ambiente tan incierto y desafiante se requiere de conocimiento real y de habilidades reales y no se trata solo de obtener un título por obtener un título. Para demasiados estudiantes, y padres también, la universidad es el lugar donde se obtiene ese valioso papel llamado diploma y se olvidan de que el papel no tiene ningún valor en sí mismo. Su único valor yace en lo que ese diploma representa, en un mundo ideal, por lo menos tres a cuatro años de aprendizaje diligente para dominar cierto conocimiento, y desarrollar atributos y habilidades útiles de por vida.

Entonces, ¿por qué los estudiantes no confían en sus profesores? He aquí algunas ideas sin un orden particular: los profesores no hacen de la enseñanza una prioridad. ¿Por qué razón lo harían? En el medio, la única actividad que se premia es la investigación y no cualquier investigación. Esta tiene que ser importante, con fundamento nacional que traiga dinero contante y sonante, y mucho prestigio a la universidad. Cuando la enseñanza no es una prioridad, lo natural es que no se preparen muchas de las conferencias, las tutorías y las clases y, que estas sigan basándose en materiales que hace mucho tiempo dejaron de ser interesantes tanto para el docente como para los estudiantes.

Mientras las nuevas tecnologías ofrecen una capacidad infinita en cuanto al mejoramiento de los métodos y estrategias de comunicación para la enseñanza, el esfuerzo y el tiempo requeridos para dominar esa tecnología, una vez más, queda sin premio y sin reconocimiento. De esta manera, los profesores vuelven a lo que conocen y con lo que están cómodos: pararse frente a un gran número de estudiantes leyendo o recitando material que les es familiar, pero que no es, precisamente, relevante. 

Sin embargo, el soporífero formato del modelo tradicional de enseñanza ‘tiza y cháchara’ no es nada comparado con las actividades evaluativas que invitan a la regurgitación y a la desconexión. Si lo único que tiene que hacer un estudiante es buscar cinco minutos en Google para encontrar las respuestas a unas preguntas asignadas, no puede sorprender que algunos estudiantes copien y peguen casi cualquier cosa y la entreguen para su evaluación. ¿Por qué no? Porque es muy probable que reciban máximo dos líneas de retroalimentación estándar, lo que en poco o nada mejorará su aprendizaje o incrementará su motivación para dominar el material d​e la asignatura.

Cuando algunos estudiantes descaradamente hacen trampa o plagian y el docente lo único que hace es escribir una advertencia sobre el papel, rápidamente se correrá la voz de que nada pasa y que ni al profesor ni a la institución les preocupa, realmente, que el alumno haga trampa, siempre y cuando la lista de chequeo haya sido completada en los puntos adecuados: clases enseñadas, listo. Los estudiantes entregaron sus tareas, listo. Las notas fueron entregadas, listo. Los estudiantes se graduaron, listo.

Pero, ¿y los estudiantes motivados que quieren más?, ¿qué sucede con ellos? A ellos se les pide que vayan a la oficina del docente durante las horas de asesoría, que pueden ser en un horario conveniente o no para el estudiante, o el estudiante espera una semana o más la respuesta a sus mensajes electrónicos, tiempo en el que cualquier información es demasiado poca, demasiado tarde.

Los estereotipos del gen X y el gen Y se le atribuyen a todos en la clase. De una u otra forma, todos los estudiantes son agrupados como perezosos, egocéntricos, exigentes, irrespetuosos o, peor aún, intrigantes. Mientras el personal docente se queja constantemente de su excesiva carga laboral y de sus prioridades para competir, los estudiantes son tratados con poca empatía con respecto a sus complejas circunstancias personales. ¿A los estudiantes se les da o quieren tener la oportunidad de conocer al profesor y viceversa? Un teórico sugiere que existe un ‘convenio de desconexión’ tácito entre profesores y estudiantes: “Te dejo en paz si me dejas en paz”. En la medida en que dicho pacto sea respetado, los alumnos obtendrán notas decentes con mínimo esfuerzo (Kuh 2003).​

De esta manera, los estudiantes no confían en los profesores y, casi por las mismas razones, los profesores no confían en sus alumnos. Sobrecargados con otras responsabilidades, especialmente en investigación, los profesores corren a sus atestadas clases y con frecuencia solo reconocen las caras sin nombre de estudiantes aburridos y desconectados que han perdido su motivación por aprender. Tanto las diferencias generacionales como las culturales han dado como resultado una falta de comprensión de la gran diversidad en las vidas de los estudiantes, junto con el miedo de que los jóvenes, como ‘nativos digitales’, usen la tecnología para engañar al sistema. 

Muchos docentes expresan disgusto y se sienten traicionados con los, aparentemente, propagados plagio y trampa, pero no reconocen el contexto ni admiten su propia complicidad en esta situación. Rebecca Moore Howard, notable profesora universitaria de retórica y composición, les advierte a los académicos que deben examinar sus reacciones.

Hay que estar disponibles para los estudiantes e interesarse en su mundo. No se trata de ‘como era en nuestro tiempo’. Es mucho más complejo y se hace más complejo cada día.​​​

“En nuestra estampida por combatir la ‘plaga’, como The New York Times llama al plagio, nos arriesgamos a convertirnos en los enemigos de nuestros estudiantes antes que en sus mentores. Estamos reemplazando la relación estudiante-profesor por una relación criminal-policía… Lo peor de todo es que nos arriesgamos a no reconocer que nuestra propia pedagogía necesita una reforma, una gran reforma… Todos aquellos que se esforzaron por obtener títulos avanzados de educación con el objetivo de vigilar a jóvenes adultos, por favor, levanten la mano. ¿No hay manos levantadas? Entonces calmémonos y volvamos al asunto de la enseñanza”, anotaba Rebecca Moore Howard en 2001.

Entonces, ¿cómo puedo yo, cómo pueden todos los educadores, recuperar la confianza de los estudiantes en que sí importan, sí se valora su aprendizaje y sí se cree en ellos como individuos?, ¿cómo se puede disipar su desconfianza, su falta de confianza en los profesores y en el sistema educativo?​

La confianza es crucial. No es una coincidencia que la integridad académica esté fundamentada en cinco valores: honestidad, confianza, respeto, equidad y responsabilidad; y estos valores se habilitan y se ponen en acción a través de la cualidad del coraje, como se explicó, en 2013, en el Centro Internacional para la Integridad Académica (Icai), que explica por qué la confianza es fundamental para la educación. 

“Las comunidades académicas de integridad promueven y, a la vez, dependen de los climas de confianza mutua. Los climas de confianza fomentan y apoyan el libre intercambio de ideas. Este, a su vez, permite la indagación académica para alcanzar su máximo potencial (…) La confianza es promovida por el profesorado, que establece claras directrices para las tareas y la evaluación del trabajo del estudiante, y es promovida también por los estudiantes, quienes preparan un trabajo honesto, serio y auténtico. La confianza es desarrollada por entidades educativas que establecen estándares académicos, claros y consistentes…Con frecuencia la confianza se desarrolla recíprocamente (…)” .

El desarrollo de la confianza en el mundo académico no es tan diferente al desarrollo de la confianza en la vida diaria. Se puede comenzar por considerar los modelos a seguir. ¿En quién se confía?, ¿a quiénes se mira como modelos de ‘confiabilidad’? Puede pensarse en personas importantes en quienes se ha aprendido a confiar. Por ejemplo, padres, abuelos, hermanos, parientes cercanos, amigos, colegas y buenos jefes. ​

¿Sobre qué base se hace una valoración de que alguien es digno de confianza? Según el Instituto Josephson (2011), los rasgos que caracterizan a una persona confiable incluyen honestidad, fiabilidad, lealtad, consistencia, equidad/carencia de prejuicios y, no menos importante, la capacidad de dar así como de aceptar la confianza. La clave es que tenemos que probar nuestra confiabilidad, la que se construye con el tiempo a través de repetidas acciones coherentes y justas. La confianza no es automática ni inmediata y funciona mejor cuando es correspondida.

Responsabilidad de las instituciones

Para revertir la situación y construir la confianza entre estudiantes y profesores, la institución educativa debe asumir algunas responsabilidades. Primero, la entidad necesita establecer procesos de admisión transparentes y justos, de modo que todas las partes interesadas estén convencidas de que quien esté en el salón de clase merece estar allí. ​

Segundo, tanto el personal de planta (incluyendo profesores, administradores, directivos) como los estudiantes necesitan ser entrenados y capacitados en los valores fundamentales de la honestidad, la confianza, el respeto, la equidad y la responsabilidad. La enseñanza es el corazón de cada institución educativa, por esto se deben invertir recursos reales en esta. 

El desarrollo pedagógico profesional debe proporcionarse a los docentes mediante la valoración por parte de pares, la administración del desempeño y ascensos para premiar la buena enseñanza. Se deben establecer procedimientos y políticas de integridad académica adecuados, difundidos a todas las partes interesadas y llevados a cabo con consistencia. Cuando ocurran violaciones a la integridad académica, tanto los departamentos individuales como la institución en su conjunto deben dar a conocer los resultados de dichas infracciones para mejorar la concientización y la confianza de la comunidad. 

No menos importante, colegios, institutos y universidades necesitan conectarse con partes interesadas externas como exalumnos, empleadores y los medios de comunicación para demostrar tanto la relevancia como la credibilidad de la empresa educativa.​

Pero no se le puede dejar a ‘alguien más’ la responsabilidad de construir la confianza. Cada docente, individualmente, debe comprender que la confianza es fundamental para la relación profesor-estudiante y, por ende, para la experiencia del aprendizaje. Se debe tomar, en serio, la enseñanza, independientemente de la forma en que las instituciones educativas la premien o no. No importa que tan ‘ocupado’ se esté, todos deben aprovechar las oportunidades del desarrollo profesional para mejorar la práctica. 

Hay que estar disponibles para los estudiantes e interesarse en su mundo. No se trata de ‘como era en nuestro tiempo’. Es mucho más complejo y se hace más complejo cada día. Tenemos que seguir recordándonos a nosotros mismos sobre la individualidad y humanidad de nuestros estudiantes. Tal vez algunos alumnos elijan la vía del atajo, pero eso no significa que cada estudiante sea un “tramposo”. Una vez dicho esto, cuando se da una violación a la integridad es necesario tener el valor para hacer frente tanto a la infracción como al estudiante de forma adecuada, consistente y con transparencia.

Existe una abundancia de recursos disponibles, de forma gratuita, sobre la práctica para la enseñanza reflexiva, así como sobre las prácticas y las políticas de la integridad acadé- mica que se pueden promover e implementar en las propias esferas de influencia.

Al final, como profesores y modelos a seguir para los estudiantes, hay que preguntarse continuamente: ¿cómo puede una institución educativa demostrar confiabilidad a todas las partes interesadas?, ¿cómo se puede, en lo personal, demostrar confiabilidad, especialmente, a los estudiantes? Y no menos importante, ¿cómo pueden trabajar todos juntos para construir una cultura de mutua confianza, de modo que la educación pueda cumplir su promesa de transformar vidas y comunidades? ​

Referencias

  • Academica Integrity Standards Project (n.d.) www. aisp.apfei.edu.au 
  • Exemplary Academic Integrity Project (n.d.) www. unisa.edu.au/EAIP 
  • International Center for Academic Integrity (2013) Fundamental Values of academic integrity (Revised). http://www.academicintegrity.org/icai/resources-2.php 
  • Howard, R.M. (2001). Forget about policing plagiarism. Just teach. The Chronicle Review, p. B24. http://chronicle.com/article/ForgetAbout-Policing/2792 [accessed 28 August 2014] 
  • Kuh, G.D. (2003). What we are learning about student engagement, Change, 35, p. 28. 
  • Josephson Institute (2011). Trustworthiness and Integrity: What It Takes and Why It’s So Hard, http://josephsoninstitute.org/business/blog/2011/01/ trustworthiness-and-integrity-what-it-takes-and-whyit%E2%80%99s-so-hard/ 

Última modificación: 27/02/2017 21:47