Daniel Palacio Jiménez
Estudiante del pregrado en Comunicación Social de EAFIT
y aprendiz de cronista
Quien conozca a Carlos Mario está
enterado de su pasión crónica, de su
amor por un género periodístico y literario
que se ha visto obligado a esconderse
de los diarios de gran tiraje y que, desde hace
16 años, ha vuelto de las cenizas para instalarse
en revistas, blogs y periódicos universitarios.
Para finalizar este libro hizo falta recolectar periódicos durante
10 años, perder tres cuartos de la casa, adornar la oficina con
montones de estos impresos, seleccionar casi 800 crónicas,
preseleccionar 300 y, luego, reducirlas hasta que pudiesen
imprimirse solo 66.
Su pasión crónica siempre ha estado Bajo
el acecho de Cronos, primer capítulo del texto
Aprendiz de cronista —publicado por el Fondo
Editorial Universidad EAFIT— en donde
el autor da pistas al lector acerca de lo que es
una crónica y del por qué “contiene el tiempo
en sus propias sílabas”.
Allí usted se encontrará con fragmentos
que señalan que “en términos prustianos, los
cronistas van siempre en busca del tiempo
perdido; cual Ícaro que, imprudente, se expone
al sol batiendo las alas que lleva soldadas
a su cuerpo con cera fugaz”; o como este,
del príncipe de los cronistas colombianos,
Luis Tejada, quien consideraba que “el mejor
cronista era quien sabía encontrar siempre algo de maravilloso en lo cotidiano, podía
hacer trascendente lo efímero, y lograba poner
la mayor cantidad de eternidad en cada
minuto que pasara”.
No queda duda respecto de que “quien escribe,
salva. Y quien escribe crónica, creemos
que salva doblemente”. Por eso es que este gé-
nero se destaca, por “sacar a flote la desigualdad,
la anomalía, la anécdota, el melodrama
y el disparate”. En el caso de los estudiantes
reporteros, tener la posibilidad de pulir sus
plumas en los laboratorios de periodismo
universitario los dota de “una musculatura, de
una sensibilidad y de una identificación propias
como informadores que no solo tienen el
reto de contar lo que pasa, sino, ante todo, de
brindar hallazgos y conocimientos sobre una
sociedad mestiza y compleja como la naturaleza
misma del género narrativo en el que se
prueban”, y que fue definido por Juan Villoro
con un calificativo tan perspicaz como turbador:
“el ornitorrinco de la prosa”.
Una de las primeras tareas consistió en viajar por diferentes
ciudades del país recogiendo la mayor cantidad de periódicos y
revistas universitarios posibles, todos estos de las carreras de
Comunicación Social o Periodismo.
Para finalizar este libro hizo falta recolectar
periódicos durante 10 años, perder tres cuartos
de la casa, adornar la oficina con montones
de estos impresos, seleccionar casi 800
crónicas, preseleccionar 300 y, luego, reducirlas
hasta que pudiesen imprimirse solo 66, un proceso que, a simple vista, parece sencillo,
pero que para lograrlo hizo falta que muchos
ojos estuviesen dispuestos a leer y que algunas
voces dieran con las palabras adecuadas para
hacer desistir a Carlos de algún texto.
Perseguir las pistas que ha dejado en el camino
su “majestad la crónica” –como la llama
Carlos Mario cuando habla de su Reina sin Corona
(otro de sus libros)– no es una tarea fácil
y menos cuando se trata de recoger las huellas
que esta ha dejado a su paso por las universidades
colombianas. Por eso, Aprendiz de cronista
“requirió de tiempo para producirse y escribirse
y espacio para publicarse”, ya que siendo el
resultado de un proceso que involucró a muchas
personas, tuvo que afrontar varias fases de
construcción antes de ver la luz.
“Emperiodicado”
Una de las primeras tareas consistió en viajar
por diferentes ciudades del país recogiendo la mayor cantidad de periódicos y revistas universitarios
posibles, todos estos de las carreras
de Comunicación Social o Periodismo. En esta
etapa el profesor contó con la ayuda de algunos
colegas, quienes, en sus viajes, hacían una parada
en algún campus,
con el fin de ir completando
el rompecabezas
para la antología.
Los periodistas Juan
Gonzalo Betancur y
Guillermo Zuluaga,
y la educadora Lola Isabel Chaparro hicieron
parte del engranaje del primer proceso.
Recetario del aprendiz de cronista
1. Profundidad en la mirada y originalidad
en la voz.
2. Mirada y voz sustentada en la investigación.
3. Observar de cerca. Los mejores temas
son los que lo rodean.
4. Se narra desde un punto de vista independiente
y original. Desde el temperamento,
la ideología y la concepción
personal del mundo.
5. Plasmar en el texto los colores, sonidos,
sabores y olores captados en la labor de
reportería.
La segunda cuestión no era más sencilla
que la primera. Se trataba, nada más y nada
menos, de ubicar, estratégicamente, todas las
piezas recolectadas para la investigación, es
decir, buscarle lugar a los casi mil periódicos
obtenidos en 35 dependencias de Comunicación
o Periodismo de 12 ciudades de Colombia,
y para esto, la solución más viable que
encontró el profesor fue inundar con papeles
tres habitaciones de su casa y ni que hablar de
su oficina, que motivó chistes por parte de sus
compañeros del bloque 38 de EAFIT, quienes,
sutilmente, dijeron que ya él olía a periódico,
que un día no iba a poder salir de la oficina por tanto papel que tenía arrumado e, incluso,
los más curiosos, preguntaban si había o no
cucarachas rondando el despacho.
Carlos Mario estuvo “emperiodicado” por
10 años y aún lo está y lo estará, ¿por qué?,
sencillo, para él es muy difícil dejar de lado
el material que con tanto esfuerzo logró acumular
y, aunque ha salido de algunos de estos,
no puede desprenderse de todos porque
encontró “algunos periódicos que no estaban
en los archivos de las universidades sino en
casas de alumnos, profesores y asiduos lectores”,
y eso es un tesoro.
Otro motivo por el que Carlos Mario
siempre vivirá “emperiodicado” radica en los
mensajes que envió a las 35 universidades solicitando
material y a los otros que subió al portal
Red de Periodismo de Hoy, en 2012. Con
estos avisos logró establecer relación con diferentes
profesores del país que, hasta el día de
hoy, le envían ejemplares de sus distintas ediciones
por correo tradicional y por electrónico,
esperanzados en que el periodismo narrativo
universitario en Colombia tome fuerza y pueda
continuar dándole voz a los que desaparecen
de las agendas de los grandes medios.“Yo recitaba de memoria los nombres
de esas crónicas”
Un tercer momento del proceso para moldear
un buen aprendiz es pasar su grueso cuerpo
por una cadena de coladores, de modo que las
partes más pequeñas vayan quedando rezagadas
del producto final.
Daba curiosidad saber qué estaba haciendo
Carlos Mario, qué le demandaba tanto
tiempo y por qué se le encontraba algunos
sábados merodeando por la universidad, si
por esos días él no tenía que dictar clases
en maestría o en diplomados. Lectores, se
está hablando del primer semestre de 2014,
la recta más pesada para la publicación de
Aprendiz de cronista. Por esos días el profesor parecía otro, menos observador que de
costumbre y más distraído que los viernes.
Mi afortunada participación en este proceso
comenzó cuando Nexos (el 5 de marzo de
2014) decidió lanzar su nueva imagen. Para
esto el periódico eafitense organizó un conversatorio
con periodistas regionales, exactamente
con Pascual Gaviria, Ana Cristina Restrepo
Jiménez y Fernando Mora Meléndez y, gracias
a este último –amigo cercano de Correa Soto–
logré enterarme de lo que el profesor traía entre
manos: “un libro de mil páginas que Carlos
Mario piensa que la gente leerá”, en palabras
de Mora.
Cuando Carlos
Mario decidió incluirme
en el grupo
de ayudantes ya él
y sus colaboradores
habían pasado airosos la primera selección
de crónicas. De las 800 solo quedaban 106 y
de esas 106 se debían eliminar 40: mi trabajo
consistía en leer y negociar con el investigador
la salida de algunas.
Lo más complejo del trabajo fue negociar
con Carlos Mario la exclusión de las últimas
20 crónicas porque ya él recitaba de memoria
los nombres de los textos, ya no se leían sino
que se conversaban e, incluso, él dejó de verlas
como artículos. En este punto ya se aferraba
a ellas como se hace con un ser humano, les
veía cualidades y defectos y las calificaba de
hermosas, bellas, magníficas y excelentes. Por
esos piropos siempre se hacía más quisquillosa
y dolorosa la selección definitiva.
“Los títulos empiezan a mostrar el
asunto”
Para clasificar las crónicas, Carlos Mario se
basó en su “vitrina de variedades”, un popurrí
de temáticas que identificó leyendo a Los Nuevos
Cronistas de Indias y que dan cuenta de una
Latinoamérica atravesada por la violencia.
Con el Aprendiz de cronista se notará que
los cronistas universitarios del país tienen en su
sangre el mismo Rh+ que poseen los grandes
narradores del continente. Por eso, la violencia
crónica, los sucesos y oficios, las tribus urbanas,
los pandilleros, los testigos y sus testimonios, el rebusque de cada día, las anécdotas e
ironías, los animales y los hombres, los géneros
musicales y los deportes, los perfiles de quién
es quién, la tinta roja de los sucesos de cada día,
los paisajes y las naturalezas y el oficio del periodista
sirvieron de sombrilla para resguardar
los temas escogidos por los principiantes.
A la hora de limitar el abanico de crónicas
que formarían la antología se tuvo en cuenta
que el texto contara con características que
identificaran al periodista dentro de la historia
como reportero acucioso, que tuviese descripciones
detalladas, que fuese sensible y emotivo,
que contara con un diseño atractivo a la vista,
es decir, bien distribuido en las páginas y que
fuese rítmico, sin olvidar que el título siempre
importa porque empieza a mostrar el asunto.
Dar con el título correcto es un arduo trabajo
para los estudiantes, esa “siempre es una preocupación
mayor” y por eso buscan en sus profesores
ayuda que les permita nombrar sus textos. Y
no se puede olvidar que el título es de vital importancia
para el periodismo narrativo, ya que
su aliento sensacional reclama nombres atrevidos
que contengan la atención de los escurridizos
lectores. Por eso, su valor para la selección.
Los textos que encontrará en Aprendiz de Cronista están enmarcados
entre los años 1999 y 2013, y con seguridad mostrarán
“la dinámica de producción, los esfuerzos investigativos, las
búsquedas permanentes de estilos agradables, entretenidos,
con humor y el empeño de nuestros estudiantes por denunciar
la injusticias sociales”.
Larga vida para la Reina
Renovar las fórmulas narrativas y hacer
novedosos los temas tomados del paisaje
urbano, que “no por pequeños y anodinos
son menos fascinantes”, es el trabajo que les
queda de ahora en adelante a los nuevos cronistas,
a esos que salen de las facultades de
Comunicación Social o Periodismo de todo
el país y que desean recorrer las calles en
busca de historias pequeñas protagonizadas
por grandes personas.
Los textos que encontrará en Aprendiz de
Cronista están enmarcados entre los años 1999 y 2013, y con seguridad mostrarán “la dinámica
de producción, los esfuerzos investigativos, las
búsquedas permanentes de estilos agradables,
entretenidos, con humor y el empeño de nuestros
estudiantes por denunciar las injusticias
sociales”, lo que desemboca en la exposición
de claras manifestaciones culturales a que ilustran
prácticas sociales
actuales y “dan fe de
cómo la sociedad vive
el cambio de siglo”.
Una primera conclusión
dice que “la
crónica está llena de
salud y de vitalidad en
estos primeros años
del siglo XXI” y, gracias al trabajo del profesor
Carlos Mario, se pueden comenzar a llenar los
vacíos académicos que existen en el periodismo
colombiano, con el fin de mejorar la calidad
del aprendizaje de los siguientes narradores.