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El Eafitense / Edición 109 Diez años de preguntas y asombros El Eafitense - Edición 109

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Diez años de preguntas y asombros

Lo que sería solo un proyecto para celebrar los 45 años de EAFIT se convirtió en un programa en el que han participado cerca de 2300 niños y jóvenes, tanto de colegios públicos como privados. Se trata de la Universidad de los Niños, iniciativa que acerca esta población al conocimiento y a la lúdica a través de las preguntas. Esta es su historia, narrada en las voces de Michelle y Santiago, dos participantes.

​Michelle Isabel Castañeda Szklarska y Santiago Ospina Patiño
Participantes de la Universidad de los Niños​​

Hace 10 años, Michelle Castañeda y Santiago Ospina, dos niños de la ciudad de Medellín, llegaron a EAFIT para hacer parte de un programa de educación sin referentes en Colombia. Se trataba de la Universidad de los Niños, un lugar en el que las preguntas son el motor para el asombro y la curiosidad, e invitan a descubrir fenómenos de la naturaleza desde la experimentación y el juego. Era, también, una oportunidad para tejer espacios de conversación entre niños e investigadores con el propósito de construir desde la diversidad. 

Con un poco de temor, pero emocionados, Michelle y Santiago llegaron a la Universidad, un espacio que no solían frecuentar los niños, para emprender un viaje por el conocimiento que los llevaría a vivir experiencias inesperadas, que alimentaría sus ansias de aprender y de seguir inquietándose por el mundo que los rodea, y que dio paso a un proceso de transformación en ellos que aún hoy continúa. 

Ellos hacen parte de los 2239 niños y jóvenes que han participado en un programa que, desde 2005, ha explorado una metodología basada en la pregunta para romper el esquema tradicional de enseñanza y despertar en las nuevas generaciones la capacidad de asombro y avivar su deseo de aprender.​​​

Michelle Isabel Castañeda Szklarska, 17 años de edad. Estudiante de undécimo grado en la Institución Educativa San José Obrero. Nueve años de permanencia en el pograma 
“A los ocho años era una niña que me hacía muchas preguntas. Fue en ese momento cuando llegué a un lugar en el que el saber se adaptaba al niño y no al revés: Universidad de los Niños, un espacio en el que encontré el apoyo de estudiantes de pregrado, quienes nos acompañaban en los talleres, y de otros participantes que, como yo, estaban a la expectativa de aprender algo nuevo.

Aquí he descubierto que las preguntas nos salvan de la ignorancia: cuando creemos que algo es obvio, tal vez, después de pensarlo un poco más, nos podemos sorprender de la cantidad de inquietudes que nos surgen. Por eso, cuestionarme sigue estando presente en mi vida, como una manera de pensar que me permite plantear preguntas más complejas. 

Construir conocimiento desde la experimentación y la observación ha aumentado mi curiosidad y asombro. A veces, muchas preguntas que mis compañeros formulan desatan otras en mí. Es como una red de inquietudes que, tal vez, nunca acabe. Conversar con ellos, con los talleristas e investigadores, es una experiencia enriquecedora en la que todos aportamos desde diferentes puntos de vista y sobre diversos fenómenos. 

El juego también ha sido un camino para aprender divirtiéndome: en un instante soy un edificio y, en otro, su base. Es una forma diferente de asimilar diversos temas. Además, me da grandes enseñanzas de vida. Una de estas sucedió cuando hicimos una actividad divididos en dos grupos: cada uno tenía una silla con la que debíamos cruzar hasta el otro extremo sin tocar el suelo. Mi grupo logró la meta primero y una compañera gritó: “Ganamos”, pero el tallerista respondió: “No, yo nunca dije que el que llegara primero, ganaba”. Ahí comprendí que el juego en la Universidad de los Niños no siempre significa competencia, ni que el que llega primero, gana. Todo tiene su tiempo.​​

Con un poco de temor, pero emocionados, Michelle y Santiago llegaron a la Universidad, un espacio que no solían frecuentar los niños, para emprender un viaje por el conocimiento que los llevaría a vivir experiencias inesperadas.



Mi experiencia en este programa ha enriquecido mi vida escolar. A veces, los temas en el colegio se ven algo complejos y extensos, lo que aburre a los niños. Sin embargo, los talleres del Programa “revolucionan” ese sentimiento para dejar claro que el conocimiento es divertido y que sí se puede aprender jugando.
Por eso, comparto muchos de los conocimientos que adquiero en la Universidad de los Niños con los compañeros del colegio en forma de experimentos y experiencias fascinantes e inquietantes. 

El programa me permitió acercarme, por primera vez, a conocer y desarrollar proyectos de investigación, interés que me ha llevado a hacer parte de otros en la Institución Educativa San José Obrero, colegio ubicado en el corregimiento de San Antonio de Prado (Medellín), al que llegué hace tres años para cursar el grado octavo.​ 
Mis nueve años de experiencia en la Universidad de los Niños han sido una oportunidad para conocer diferentes espacios, como laboratorios y lugares especializados, donde he descubierto lo que me emociona y me han dado pistas para acercarme a lo que quiero estudiar: Ingeniería de Diseño de Producto, campo que conocí durante un taller y del que quedé enamorada, o Ingeniería Mecánica. Ambas me permiten crear cosas originales, actividad que siempre he disfrutado y que en la Universidad de los Niños he explorado en diferentes talleres que sacan mi creatividad a flote. 
En este lugar, los niños y los jóvenes tenemos la oportunidad de darnos cuenta de que la educación no es sinónimo de aburrimiento. Por el contrario, vemos cómo el aprendizaje deja de ser una obligación y pasa a convertirse en diversión. 

Definitivamente, es un programa en el que el niño tiene un papel protagónico porque es escuchado. Por eso, quiero que la Universidad de los Niños se siga expandiendo, para que más niños y jóvenes puedan disfrutar de un lugar donde las cosas se hacen con pasión”. 

Santiago Ospina Patiño, 16 años. Estudiante del grado décimo del Colegio San José de las Vegas. Diez años de permanencia en el programa 
“En 2006 comenzó un año de grandes asombros en la Universidad de los Niños, cuando apenas tenía siete años. El primer día, mientras caminaba al Auditorio Fundadores para emprender una expedición de toda la vida, ya me imaginaba saliendo de los laboratorios como una de esas personas con bata blanca, apurado por encontrar la solución a una de mis tantas preguntas. 

Aquí he descubierto que las preguntas nos salvan de la ignorancia: cuando creemos que algo es obvio, tal vez, después de pensarlo un poco más, nos podemos sorprender de la cantidad de inquietudes que nos surgen: Michelle Castañeda.

Desde que llegué a EAFIT nació en mí la convicción de que las preguntas son la mejor herramienta que tenemos, sin sospechar que se convertirían en el motor vital de mi existencia. Cada taller era una nueva forma de acercarnos al conocimiento: jugábamos para enamorarnos de él y nos dábamos cuenta de que aprender también nos puede hacer felices.

En la Universidad de los Niños podemos preguntar lo que queramos sin ser censurados. Por el contrario, los talleristas nos incitan a interrogar. Para mí, dudar es sano. Sin embargo, estamos en una sociedad censuradora que nos dice: “niño, no preguntes que eso es malo, estás dudando de cosas de las que no se puede dudar”. 

Preguntarse es esencial en la construcción del conocimiento, porque un interrogante sin resolver es algo que pica y lo único que hay para rascarse es buscar e investigar. No obstante, al hacerlo, nos damos cuenta de que no alivia la picazón sino que nos llena de más preguntas. 

Los momentos de conversación con talleristas e investigadores en el programa son espacios para intercambiar puntos de vista, lo que me ha permitido ampliar la forma en que veo el mundo y comprendo las cosas, al enseñarme que cada uno tiene verdades individuales tan válidas como las mías. 

La observación de fenómenos y la experimentación en la Universidad de los Niños me ha dado metodología de la investigación para potenciar mi curiosidad. La primera ​​ vez que hice un experimento en un laboratorio fue en el programa: elaboramos un biodigestor, cremas de manos, jabones e, incluso, galletas de lombriz. 

Preguntarse es esencial en la construcción del conocimiento porque un interrogante sin resolver es algo que pica y lo único que hay para rascarse es buscar e investigar: Santiago Ospina.​

La Universidad de los Niños nos enseña jugando y, para un niño de siete años, ¿qué es mejor que jugar? A esa edad es necesario interactuar, moverse, tocar y ver para aprender. En la ciencia es necesario ser muy observador, y el juego y la experimentación lo permiten. 

El colegio, sin embargo, nos llena de paradigmas. Cuando llegas a una clase de matemáticas, por ejemplo, te dicen que uno más uno es dos, pero no te aclaran de dónde viene eso. O te enseñan los números sin explicarte que cada uno tiene su origen según sus ángulos. Si aprendes eso, le vas cogiendo más gusto a las cosas. 

​Ese lugar me parece sumamente aburridor, en el que apenas se están dando cuenta de que las preguntas son más importantes que las respuestas, y donde la memoria para recitar fórmulas, capitales y fechas prima por encima de la curiosidad. El programa me protegió de esos “vicios escolares”, mostrándome otra forma de relacionarme con el conocimiento, la importancia de la investigación y de plantearme interrogantes. Lo más valioso de hacer parte de este es darme cuenta de que entender es más importante que memorizar, lo que me ha ayudado a asumir una postura crítica frente a la propuesta de enseñanza del colegio.​

La Universidad de los Niños en cifras históricas:

• 128 investigadores de ciencias exactas y aplicadas (50,8 por ciento), y ciencias sociales humanas (49,2 por ciento).
• 410 estudiantes de pregrado de ciencias exactas y aplicadas (54,6 por ciento), y ciencias sociales humanas (45,4 por ciento).
• 263 instituciones educativas oficiales (56,3 por ciento) y no oficiales (43,7 por ciento).
• 202 talleres realizados de ciencias exactas y aplicadas (54 por ciento), y ciencias sociales humanas (46 por ciento).​
La Universidad de los Niños me deja la deducción, la intuición y, lo más importante, saber que si se tienen dudas, es posible resolverlas y, si no sabes algo, puedes indagar. Para investigar es necesario preguntarse y querer conocer más. Eso es lo que me ha incentivado la Universidad de los Niños. 

En este acercamiento ha surgido en mí un gusto por la investigación, interés que, tal vez, no hubiera salido a flote si no hubiera pasado por el programa. Por eso, en un futuro, me quiero dedicar a investigar: formar parte de un grupo de investigación y, más adelante, dirigirlo. En este momento me gustaría en el área de la salud. Deseo descubrir la cura de una enfermedad o ampliar el conocimiento sobre algún sistema del cuerpo humano. 

Quiero que la Universidad de los Niños crezca más y se convierta en un programa clave en la educación de Colombia. En este momento están aportando a la Jornada Única en las instituciones educativas de Antioquia, una estrategia de la Secretaría de Educación del departamento. Si ahora se dedica a eso, en 10 años puede ser fundamental para la formación de los niños en el país”.​

Qué dicen los adultos de los niños

William Darío Cano Salazar, docente de Michelle 
“Michelle es argumentativa, comprometida con la academia y perseverante frente al aprendizaje de las ciencias. La planeación, el trabajo en equipo, el seguimiento a los procesos y la distribución de los tiempos son habilidades que ha fortalecido en sus vivencias de la Universidad de los Niños”. 
Jolanta Szklarska y Leonel Castañeda, padres de Michelle
“La mejor evidencia de la influencia del programa en Michelle es su costumbre de hacerse preguntas y tener como meta investigar muy a fondo en búsqueda de respuestas. Además, su capacidad de explorar, descubrir y solucionar diferentes retos”. 
Juan Camilo Gaviria Galvis, docente de Santiago
“Santiago siempre se acerca al conocimiento de una manera muy contagiosa, al hacer sentir a los demás que este es muy valioso, al demostrar pasión y dedicación. Las experiencias que ha vivido en la Universidad de los Niños se evidencian en su habilidad para elaborar preguntas y la forma en la que construye diálogos”. 
Gloria María Patiño, madre de Santiago
“Desde pequeño, Santiago ha sido inquieto por el conocimiento. La oportunidad que ha tenido en EAFIT ha fortalecido su capacidad de análisis, curiosidad y las ganas de ampliar su área del saber. Es gratificante ver cómo a su corta edad tiene claro su proyecto de vida y una conciencia clara de situaciones que lo rodean, lo que lo lleva a interesarse por aportar socialmente”.

Última modificación: 03/03/2017 18:20