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EAFITNexosEdicionesLa universidad de mi vida

La universidad de mi vida

​​​​Pablo Sierra Saldarriaga

psierras@eafit.edu.co

@pablosierra00​

¿Qué le puede aportar a un joven universitario leer La universidad de mi vida con tanto libro por delante? Esa fue la pregunta que me hice a modo de resistencia, antes de zambullirme dentro de las memorias de Jota. No es un libro que esté en boca de todos y, tampoco el nombre de su autor, pero cuando uno tiene, como lector, la misma humildad que tuvo su escritor al concebirlo, puede sorprenderse con el contacto generado.


J. Enrique Ríos, periodista sin título, ni siqu​​iera de bachiller, escribió La universidad de mi vida (2020) como segunda entrega de unas memorias ya empezadas a contar en su anterior libro Vida conquistada (2006), cuyo título fue sugerido por su amigo, el escritor y periodista Alberto Aguirre. A partir de la idea de que un hombre debe hacer tres cosas fundamentales en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, pedaleamos en bicicleta las memorias de pioneras carreras fundadas por el autor, sin las cuales no hubiéramos tenido campeones mundiales como Cochise Rodríguez. Recorremos, en un lenguaje sencillo, costumbrista y antioqueño, el terreno del periodismo colombiano, escrito, radial y televisivo, de la segunda mitad del siglo XX; a través de géneros como el deportivo, la crónica roja o el económico. Toda la trama se aborda según la tesis de que la vida es la universidad de la que solo nos graduamos al morir, la universidad que enseña a punta de calle, puertas tocadas, favores brindados, despidos de trabajo. Todo lo que, a falta de un diploma, Jota consiguió.


 Este libro cuenta, además, con un generoso apéndice, típico de periodista agudo, donde se da constancia de un sinfín de conferencias, viajes, notas de prensa y premios recibidos. Entra en la conversación, también, la voz de cercanos que, con testimonios, dan claridad al prisma que se desenrolla a lo largo de 323 páginas contrastantes, de las cuales alrededor de 90 abordan el retorno de una muerte inminente y lo que supone para una familia colombiana darle la vuelta al mundo para cuidar de un padre que dedicó toda su vida a hacer lo propio con los suyos.


A mi parecer, lo más valioso que ofrece el texto es su testimonio sobre la vida laboral periodística en Colombia. Un joven que aspire al periodismo en este país, seguro se encuentra constantemente con el abismo de la incertidumbre. Pues bien, en este libro hay ilustración más que suficiente acerca de lo que se puede esperar del periodismo en Colombia.


Otro factor de valor en el libro es la reflexión, transversal a la trama, que se desarrolla en pos del empirismo. Para Jota nunca representó un obstáculo sin superación el hecho de no haber siquiera terminado el bachillerato, y como humildemente demuestra, la universidad de la vida basta y sobra.


Es también notable su determinación a superarse, cómo cada despido, cada puerta cerrada, cada situación delicada de salud fue un resorte dinamizante de su vida. Cómo saberse con una buena actitud y unos pilares claros —el amor, la familia, la disciplina, la integridad— constituyen el remedio perfecto para pasar los exámenes críticos de la vida, en los que no hay para donde coger. Cómo caminar con fe en el paso que está por darse significa la brújula del porvenir.


Pienso que su lector ideal es algún muchacho antioqueño que se interese por el periodismo como opción de vida. Leer a J. Enrique es ir a la clase de periodismo que ninguna universidad del país, aun buscándolo, podría ofrecer. ¿Por qué? Es sencillo: es un libro no de teoría, sino de experiencias; no de método, sino de empirismo.