Pablo Sierra
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El periódico tiene que sudar. Debe estirar un poco, desempolvarse, traquear esos huesos jubilados y salir a hacer deporte. El periódico sabe que ya es hora de lavarse los dientes, que esa boca le huele ha guardado: solo así será bien recibido, solo así no le correrán. El periódico debe pegarse una duchita y ponerse ropa nueva. La que tiene ahora está gastada y llena de motas, y a lo mejor solo sirve para cubrirse de la lluvia o para pintar sobre ella. Debe dejar de humillarse, de caerse sobre los buzones como pidiendo misericordia. Nadie quiere encartarse con algo que no muestra su dignidad. El periódico debe levantar cabeza y sacar pecho. Debe integrarse, hablarle al oído a la gente y dejar de esperar que vengan a salvarlo. El periódico debe frecuentar otros sitios y cambiar de amigos. Debe salir a la calle, tomarse una cerveza, ir a un restaurante, entrar al cine. Tiene que quedarse en la universidad hasta tarde y conseguir amigos de otras carreras. Ya está bueno de ir al centro o a las bibliotecas públicas. Tiene que encontrar el sustrato para su voz en las cosas que tiene al frente. Y no se trata de corromperse, se trata de pararse de la cama e ir a buscar al lector que aún no es.