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El antiguo arte está de moda

Sebastián Garcés
sgarce10@eafit.edu
@sebas_garces99

Aunque los infinitos en las muñecas y las brújulas en los antebrazos son fáciles de encontrar en el veinteañero común, el arte del tatuaje tiene mucha más historia de lo que estos diseños pueden contar.

En septiembre de 1991, en los Alpes italianos de Ötztal, se descubrió a Ötzi, la momia natural europea más antigua hasta el momento, con alrededor de 5300 años. Más impresionante que su edad, era su piel, pues en ella se registraron más de 60 tatuajes. Estas marcas no son más que simples líneas en distintas partes del cuerpo, pero son el primer vestigio del arte indeleble del tatuaje.

Cuando el capitán británico James Cook llegó a Tahití en una de sus expediciones, encontró que los aborígenes marcaban sus pieles con tintas naturales y rudimentarias agujas, a esta práctica los tahitianos la denominaban Tattaow; el marino inglés la adaptó al actual Tattoo en inglés y a Tatouage en francés. Aunque este es el origen del nombre, el comienzo del arte corporal se localiza en diversas culturas alrededor del mundo: en las islas de Nueva Zelanda, en Samoa, en las culturas precolombinas de Sudamérica, en los países Nórdicos y hasta en las regiones asiáticas anteriores a la Era común. Sin embargo, y ya hablando de una aproximación más moderna del origen del tatuaje, se hace referencia a tres ramas fundamentales que establecieron la forma de hacer, diseñar y lucir tatuajes: la neozelandesa, la japonesa y la americana.

La primera rama proviene desde las islas remotas del pacífico oceánico, donde los maoríes (aborígenes de las islas neozelandesas) impusieron su tradición de tinta con sus aún famosos tribales: diseños geométricos extensos, inspirados en algunas formas de la naturaleza: el caparazón de una tortuga, la piel de un tiburón o las vetas de un tronco de ceiba; largas líneas, curvas pronunciadas e icónicas texturas que representaban una cultura indígena. En Nueva Zelanda el tatuaje se hacía, y se sigue haciendo, de forma rudimentaria: palos alargados con huesos afilados en las puntas que, impregnadas de tinta natural, se insertan repetidamente en la dermis hasta lograr el patrón. Para los maoríes el tatuaje es un ritual, una tradición que marca el paso de la niñez a la adultez, el lugar en la pirámide social o el haber logrado una hazaña, de ahí que el tatuaje sea un suplicio: el dolor como precio del honor.

La segunda rama es la japonesa, al tattoo oriental se le debe el estigma de que “el tatuado es criminal” pues hasta el siglo XVII los criminales eran tatuados en la cara o en los brazos con el kanji (símbolo de la escritura japonesa) de criminal: 犯.Aunque esta práctica cesó cuando las marcas indelebles se pusieron de moda entre la ciudadanía común, el estereotipo perduró gracias a la mafia más grande del país, Los Yakuza, quienes desde ese entonces, y a modo de rito de iniciación, hacían tatuar a sus integrantes en casi la totalidad de su cuerpo para denotar peligro y resistencia. Así pues, a pesar de que desde lo estatal el tatuaje se dejó de usar como instrumento para marcar criminales, los mismos delincuentes continuaron con la práctica y, por lo tanto, con el estigma de tatuado=criminal.

No obstante, el tatuaje japonés desde su popularización en la ciudadanía común en el siglo XVIII también se caracteriza por ser un medio para contar historias. Sus diseños representan icónicas y tradicionales leyendas del país nipón: grandes batallas contra dragones, odiseas marítimas, el ascenso al poder y demás tropos literarios. También se mezclan estas ilustraciones con homenajes a la naturaleza que, a diferencia de los neozelandeses, constan de patrones coloridos, con más cuerpo y más detalle; son marcas fluidas que se adaptan a la irregularidad de la anatomía humana y que no temen abarcar la mayoría del cuerpo: el tatuaje japonés tradicional es una obra de arte de un solo diseño: nace en la base del cuello, cubre toda la caja torácica, envuelve los brazos y desciende hasta los tobillos. Todo en un solo diseño.

Por último, y de hecho la más nueva, es la rama tradicional estadounidense. El tatuaje arribó en el continente americano gracias a los marineros del país. Los marinos en sus viajes por las islas del pacifico se fueron apropiando de los tatuajes hasta el punto de convertirlo en un “código de honor”, donde los grabados hacían las veces de “postales” de aquellos lugares que habían visitado o servían igualmente a modo de insignia: aquellos con una golondrina ostentaban haber viajado más de cinco mil millas náuticas y los que lucían una fragata eran respetados por haber pasado por el fin del mundo, al haber rodeado cabo de Hornos en Chile. Por otro lado, todos estos diseños compartían una misma estética: con contornos de línea negra gruesa y bien definida, los tatuajes por esa parte del mundo tenían un tono caricaturesco, donde las ilustraciones no apelaban al realismo sino a la verosimilitud; con colores brillantes y contrastados, se hicieron comunes los tatuajes de corazones de Cupido y anclas de barco. Sin embargo, el gran salto del Tattoo norteamericano se dio con la invención de la máquina de tatuar en 1891, gracias a estos aparatos se comenzó a popularizar el arte entre la población civil, donde los primeros tatuados presumían sus diseños en los circos y los shows de freaks.

Desde los años 70 el tatuaje venía ganando terreno al implementar la posibilidad de que el cliente no tuviera que elegir un diseño de un catálogo, sino que pudiera inventar su propia ilustración o modificar una ya existente. Pero fue la llegada de MTV en 1981 la que puso en boca de todo un país al arte indeleble. Hasta ese momento no era común encontrarse con personas tatuadas, pero la transmisión de esta cadena televisiva expuso a los tatuajes de una manera increíble, al mostrar a grandes personalidades del mundo del espectáculo que los llevaban y lucían abierta y orgullosamente; bandas como AC/DC y KISS normalizaron el arte corporal y desde entonces el tatuaje no ha hecho más que propagarse por la piel de la humanidad.

Hoy el Tattoo es más popular que nunca, tanto que para el 2015 uno de cada tres estadounidenses estaba tatuado. Este incremento de pieles marcadas se debe posiblemente a la evolución simbólica de las marcas cutáneas. Ya hemos repasado los significados culturales del tatuaje, donde las marcas se hacían y exponían para que el otro pudiera saber algo de aquel que portaba el tribal o el kanji. No obstante, y a pesar que los tatuajes meramente ornamentales también están en auge, la dimensión emblemática del tatuaje ha mutado: ya no se trata de mostrarle algo a un tercero, sino de mostrarse algo a sí mismo, la necesidad de identificarse, de diferenciarse el uno del otro, de reforzar la autoestima, de rendir culto a momentos importantes o a personas amadas y de crearse a sí mismo. El tatuaje es la proyección del interior en el exterior. El tatuaje son las mentes representadas en la piel.
1. Es decir que la momificación no se dio por intervención humana del cuerpo post-mortem, sino por condiciones del ambiente a la hora del deceso.