Pensó Rafael Núñez, cuando hizo este poema, en el mártir. En la República, así dicen los republicanos, lo más alto es dios y (la) patria. El gozo eterno está en el cielo / y ser prócer de la patria es el honor definitivo. Atisbó también Núñez en este coro, coro que es el cantar de las voces anónimas, que el sufrimiento está en la tierra: ahí cayó la pólvora, los nietos, el maíz. Y dijeron los republicanos cuando entonaron la estrofa: ¡Sangre mía riega el campo / y que broten los hijos de la patria!… Pero los días del mártir son viejos como el carbón en la cocina. A la tierra no le caben más muertos y los ríos / cansados están de las flores rojas: aún sin cruz todos hemos sufrido, porque este es el país de los suspiros. Quizá un escribano confundió la terminación, o al menos yo recuerdo haber cantado, el bien germina allá. Y así ha sido y así será, pues nuestro afán es utopía; la paz siempre una orilla que al nadar se aleja.
Cesó la horrible noche
Oh, libertad sublime que entre cadenas gime...
La humanidad entera... ¿comprende?
«Dios mío, Dios mío... ¿por qué me has abandonado?»
“No nos maten” grita el pueblo colombiano.
Las calles se tiñen con sangre inocente;
de los héroes que aún tienen dolientes.
Colón nos conquistó, Bolívar nos liberó,
pero quién nos masacró.
Los cantos de los que sufren
se enardecen y permanecen en vela.
El total de víctimas ascendiendo,
y el aliento desfalleciendo.
El “demos” lucha contra la “cracia”,
en breve anunciará su retirada.
El dolor en el pecho. Tatuado.
La Paz en el horizonte. Lejana.
El marchante que baila. Asesinado.
“Pan y circo”, es la sátira aplicada,
pero hasta el pan escasea en la Morgue Colombiana.
“El gobierno no es soberano”,
la obediencia arremete cual espada
y la legitimidad se atrinchera
evadiendo la puñalada
del abuso de autoridad.
La sangre derramada ya no es en honor a la patria
sino a causa de ella.
Del Orinoco el cauce
Se colma de despojos,
De sangre y llanto un río Se mira allí correr.
En Bárbula no saben
Las almas ni los ojos
Si admiración o espanto
Sentir o padecer.
Campesinos destilan gotas de lluvia,
sudan explotados y acosados.
Gimen por el abuso los llanos
y arden las tierras por la amargura.
El río de sangre Orinoco,
las desilusiones de colombianos,
las tristezas no son en vano
y la herida aumenta poco a poco.
La falta de esperanza y la perdición,
una patria hundida en dolor.
Sangramos con honor
y lloramos por pasión.