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Inoculación para la crítica

​​Sara Gálvez Mejía
sgalvezm@eafit.edu.co ​

Los dirigentes del país han aprovechado la gran cobertura mediática para asegurar que los ojos del público estén siempre en ellos. Esta es una práctica común en la política contemporánea, aquella de los medios masivos de comunicación. Así, el lunes 15 de febrero llegó al país el primer lote de vacunas del laboratorio Pfizer y, cómo no, junto a él una exhibición memorable. En las primeras jornadas de vacunación las grandes figuras políticas como ministros, alcaldes, gobernadores, presidente y vicepresidenta hicieron de un asunto humanitario una gala de virtudes: lo altruistas, generosos y trabajadores que son; el foco, rápidamente, giró a ellos. Lo anterior en un ejemplo paradigmático de personalización política:  enfatizar en los individuos cuando se trata de asuntos de Estado e interés público.  

“El resorte que mueve a algunos hombres a ocuparse de los asuntos públicos es la vanidad”. (Hume)

Cuando se aplicó la primera vacuna en Sincelejo circuló un vídeo por redes sociales: el gobernador de Sucre entra al Hospital Universitario de Sincelejo cargando un frigorífico, sin embargo, regresa y hace una segunda “toma”, pues en la primera olvidaron en la escena al alcalde de la ciudad. La dramatización política bien describe la vacunación en Colombia: de espectáculo y siempre apelante a las emociones de los espectadores. No se destapa una sola ampolla hasta que aparezca el jefe a robar pantalla. 

Dicho esto, las autoridades sanitarias de Colombia han calculado que el 70% de los casi 50 millones de habitantes deben recibir la vacuna para alcanzar la inmunidad colectiva. Esto significa que las 50.000 vacunas Pfizer que recibimos, cuya aplicación consta de 2 dosis, alcanzan solo para vacunar a 25.000 colombianos, 0.05% de la población. Aun así, a pesar de estas cifras desalentadoras, el Gobierno presentó el hecho como una hazaña y un logro de inmensas proporciones. “Le cumplimos a Colombia” dijeron, pero ¿realmente esto es cumplirle al país? Así, El mensaje que dan los políticos y gobernantes de que no pasa nada, que se están haciendo las cosas bien y de la manera más eficiente, solo alimenta una falsa tranquilidad en la población colombiana. Entrando ya a marzo del 2021, otros países de la región como Chile han logrado vacunar al 16% de su población. 

El retraso con el que llegaron las vacunas por la ineficacia del Gobierno, las vanidades personales y la politización que ha nacido con respecto a ellas son fenómenos que, lastimosamente, hacen que nuestro país se esté quedando atrás en este proceso fundamental para salir de la crisis.

Estas prácticas generadas respecto de la vacunación en Colombia son solo una muestra más de la charlatanería y demagogia a la que nos han acostumbrado nuestros dirigentes. A pesar de esto, las vacunas no pueden convertirse en una ficha de un juego mediático por el poder y la popularidad entre los electores. Después de casi 3 años de un gobierno lleno de tropiezos y desaciertos, los mandatarios han instrumentalizado la vacuna para redimirse y borrar los errores del pasado. Entonces, realmente no nos quieren vacunar contra el Covid-19, sino contra las críticas que pudiéramos hacerle al gobierno actual. Pero, vale la pena vacunarnos nosotros mismos contra este teatro, para poner todo en perspectiva y no agradecerle a un Estado por cumplir —de manera mediocre— con lo que es su deber. 

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