Hay que tener paciencia para fotografiar una mariposa que revolotea en los jardines. El oído agudizado para escuchar el sonido de los sinsontes, gallos y gavilanes que irrumpen con sus cantos a través de las ventanas de las casas. La curiosidad para contemplar las extrañas formas y colores de los insectos en las hojas. Y mantener los ojos bien abiertos para el avistamiento de pequeños mamíferos que rondan los entornos urbanos.
Así, observando y escuchando la naturaleza que nos rodea en el vecindario y registrándola en distintas plataformas digitales como Naturalista, dedicadas a la conservación de la biodiversidad, es como cualquiera se puede convertir científico ciudadano y contribuir al avance de la sostenibilidad ambiental en las ciudades.
"¿Se puede pensar que algo que apareció en mi casa es algo tan especial? La respuesta es sí. En un país como Colombia, que es el segundo más biodiverso del planeta, no es para nada difícil encontrarse múltiples formas de vida. Este ejercicio de ciencia ciudadana lo que implica es que las personas registren cada muestra de la naturaleza salvaje. Puedes tomarle foto a cualquier araña, a las hormigas y las moscas o a esas plantas súper guerreras que crecen en la mitad de placas de concreto", cuenta Cristina Romero Ríos, profesora del Departamento de Ingeniería de Procesos y coordinadora del Núcleo de Formación Institucional (NFI) en Cultura Ambiental de EAFIT.
La ciencia ciudadana, una especie de democracia científica, se propone avanzar en la investigación más allá del laboratorio y el habitual trabajo de campo. A partir de ejercicios cotidianos se trata de integrar a las personas de a pie para la construcción colaborativa del conocimiento. De esta manera, los ciudadanos científicos colaboran con la recolección sistemática de datos, generalmente, sobre cosas que se encuentran a su alrededor.
La invitación a explorar la naturaleza en entornos más citadinos tiene un antecedente en estrategias que se desarrollan en EAFIT para conectar a los estudiantes con el medioambiente. Ante la imposibilidad de hacer salidas de campo por las restricciones relacionadas con la pandemia de covid-19, los docentes propiciaron estas experiencias de exploración desde, por ejemplo, las ventanas o balcones para identificar especies que incluso pueden resultar novedosas para la ciencia.
"Un día decidí agregar plátano a los bananos que comen las aves, pues hace muchísimo tiempo no venía un tucán a visitarnos. Justo ese día llegó de la nada y alcancé a tomarle una foto", recuerda Lucía Jaramillo Mesa, estudiante de Ciencias Políticas y habitante del Valle de Aburrá, quien participan en el curso de ecología del NFI.
"Reconocer lo que nos rodea hace que lo valoremos muchísimo más. Lo que se admira y se ama, se cuida", Lucía Jaramillo Mesa.
Algo que destacan investigadores y científicos ciudadanos de las plataformas digitales de conservación ambiental es que no solamente se pueden compartir los avistamientos de especies de fauna y flora, sino que estas también ofrecen información adicional que ayuda a identificar las distintas formas de vida. Por ejemplo, al observar lo que uno cree ser solo una lagartija, la plataforma ayuda a descubrir exactamente la familia biológica, entre otras características, con ayuda de la comunidad naturalista.
Reconocer nuestro hábitat
El Instituto Humboldt, que estudia la diversidad natural de Colombia, creó una plataforma internacional que se llama iNaturalist -en el país se conoce como Naturalista-, un proyecto de ciencia ciudadana que funciona como una red social de científicos basada en el mapeo e intercambio de observaciones de biodiversidad.
Con la participación en plataformas como estas, sostiene Cristina Romero, se contribuye a conformar mapas de biodiversidad. "Para un país tan diverso como Colombia es muy difícil y costoso hacer monitoreo de biodiversidad, pero personas del común, tanto entre la ciudad como en el campo, pueden acceder a una herramienta en la que monten sus registros", complementa la magíster en Divulgación científica y Apropiación Social del Conocimiento de la Universidad Edimburgo (Escocia).
La participación, además de visual, también puede ser con audios. María Paulina Molina Vásquez, estudiante de séptimo semestre de Ingeniería de Producción de la Universidad, realizó un proyecto para reconocer la biodiversidad que la rodea, logrando realizar registros sonoros en diferentes horas del día.
Al inicio del proyecto, la científica ciudadana pensaba que no iba a obtener buenos resultados, pues al vivir cerca de una vía altamente transitada como la Regional en Medellín, lo que escucha normalmente son vehículos y ruidos de las construcciones. "Me di cuenta que en horarios de la mañana e, incluso en las tardes, cantaban muchas aves y su canto se intensificaba más en los días que estábamos en cuarentena. Durante varios días me despertaba el canto de las aves, una experiencia que no había tenido antes", expresa María Paulina.
Justamente en el contexto de la pandemia el Instituto Humboldt propuso estudiar el cambio del paisaje sonoro en las ciudades y convocó a los científicos ciudadanos a hacer una toma masiva de registros de la biodiversidad urbana en diferentes momentos del día. Se recogieron alrededor de 5 mil registros, más de la mitad de estudiantes de EAFIT.
Similares a Naturalista existen otras plataformas como E.Bird, especializada en el avistamiento de aves, en la que anualmente se hace una competencia de carácter amistoso entre países llamada Global Bird Day. Colombia, cuenta la profesora Cristina, se ha destacado en las ediciones más recientes de esta competencia de avistamiento por el alto número de registros.
La invitación es, pues, a aguzar el ojo y el odio, así como a aprovechar las posibilidades de los medios digitales para ayudar al registro de la naturaleza urbana, al medioambiente y a su conservación.
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Alejandro Gómez Valencia
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