"Llegué a Medellín hace 22 meses cuando decidí salir de mi país, debido a que mis tres hijos migraron hace ya casi cuatro años. Para mí la familia es lo primero", comenta la licenciada en educación Isabel Dolores Maita, migrante venezolana de 61 años que llegó a un barrio del noroccidente del Valle de Aburrá en busca de una mejor calidad de vida. Ahora, esta madre cabeza de hogar participa de uno de los proyectos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y del Centro de Análisis Político de EAFIT (CAP) para asistir a población migrante.
La historia de Dolores Maita es una de las de 1.7 millones de venezolanos que han llegado en los años recientes a Colombia, uno de los países que más ha acogido a ciudadanos de dicho país, quienes han decidido emigrar, principalmente, en busca de mejores oportunidades económicas, laborales y por reunificación familiar, pero también en calidad de asilados o refugiados.
A propósito de la celebración del Día Mundial del Refugiado este 20 de junio, y del Día Internacional del Migrante, el 18 de diciembre, entender el fenómeno de la migración y sus efectos para el desarrollo social y cultural ayuda a generar estrategias que promuevan la inclusión de esta población, sobre todo para combatir acciones de xenofobia y aporofobia (fobia a las personas pobres o desfavorecidas).
"Si bien existe una diferenciación entre la categoría de refugiado y migrante, es importante reconocer que las condiciones específicas que se están suscitando son flujos migratorios mixtos porque incorporan tanto a migrantes como a refugiados", explica Carolina Lopera Tobón, líder de proyectos del CAP de EAFIT.
Básicamente, los refugiados son una condición particular de la migración. Se refiere a aquellas personas que han salido de sus países a causa de conflictos armados o riesgo de la seguridad. Esta condición permite a los migrantes tener los mismos derechos que los extranjeros residentes legales, incluyendo el acceso al empleo, la educación, la justicia y la seguridad social.
"Es importante conmemorar estos días internacionales para reconocer los desafíos y dificultades que han tenido que atravesar en ese proceso de traspasar las fronteras. Y para visibilizar que esto pueden ocurrir en cualquier país del mundo", Carolina Lopera.
Desde el CAP actualmente se trabaja en distintos proyectos que impactan a estas comunidades. Junto a la OIM, y financiada por la USAID, una de estas iniciativas tiene el propósito de integrar social y culturalmente a la población migrante de Venezuela en el barrio Castilla de Medellín, donde ahora vive Isabel Maita.
Como parte de este proceso se ha realizado una serie de actividades que buscan la construcción del tejido social del territorio incorporando la variable de la migración.
"También es la capacidad de agencia que tienen los ciudadanos, entre ellos la población migrante, para convertirse en transformadores de su territorio", expresa la investigadora, quien indica que el proyecto tiene resultados muy significativos al hacer las activaciones comunitarias para la integración en la comunidad de acogida.
A través de la participación activa de estos escenarios de encuentro en Medellín, explica Carolina, se incide en la transformación de los imaginarios colectivos que de forma negativa afectan a los migrantes.
En ese sentido, la politóloga Isabel Cristina Gutiérrez Ramírez, directora de Direccionamiento Estratégico de EAFIT y quien ha trabajado en proyectos con migración, señala que algunos de los mitos relacionados con este fenómeno resultan ser falsos. Un ejemplo de esto es la problemática de la seguridad ciudadana.
Para Isabel, quien también es magíster en Estudios Latinoamericanos Contemporáneos, hay distintos estudios con suficiente evidencia científica que plantean que los efectos de la diáspora venezolana no tienen relación con la seguridad y lo mismo ocurre con el aumento del desempleo. Estos imaginarios colectivos, aseguran las investigadoras, deben ser desmitificados.
El papel del ciudadano
Acerca del proceso migratorio que se presenta desde Venezuela a Colombia, Carolina Lopera apunta a que es un fenómeno muy complejo que requiere tanto de una respuesta institucional como de la sociedad civil.
"Los flujos migratorios mixtos exigen de los Estados unas adecuaciones institucionales de cara a entender, adecuadamente, a la población que está migrando. Y, por supuesto, está la calidad de refugiado. Es importante que cuando abordemos esta temática no pongamos la responsabilidad exclusivamente en el Estado, sino también en la ciudadanía", expresa la investigadora del Centro de Análisis Político de EAFIT.
Con relación al papel del Estado colombiano, Isabel Gutiérrez considera que el país ha sido ágil en establecer protocolos para la regularización de la población venezolana. Lo que permite un mayor empoderamiento y acceder al sistema de justicia, educación, salud y a los esquemas de vacunación contra covi-19. Sin embargo, manifiesta que se debe trabajar en el nivel comunitario y generar procesos de inserción donde los migrantes se logren incorporar fácilmente en la vida local. "Creo que necesario que las distintas comunidades también realicen planes o proyectos para combatir la xenofobia".
Otro de los proyectos del CAP que apuntan a lo que proponen Isabel y Carolina se enfoca en la literatura. Se realiza en alianza con el Centro de Estudios en Lectura y Escritura (Celee) de EAFIT y la OIM, y está financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). La iniciativa realiza talleres literarios en instituciones educativas de la Comuna 5 (Castilla) y Comuna 10 (Candelaria) de Medellín. Se coopera con niños y adolescentes tanto migrantes como colombianos de los barrios de acogida.
"A través de los talleres literarios los niños y adolescentes se acercan a la migración y comienzan a comprender las distintas variables que se entrecruzan en ese fenómeno, así como a los retos que tiene que superar la población migrante y empezamos a desmontar esos imaginarios negativos que permiten prácticas de xenofobia y aporofobia", comparte Carolina Lopera sobre este proyecto que espera intervenir en siete instituciones de la zona durante los próximos meses.
Para la investigadora es necesario explicar desde otros puntos de vista las dinámicas y flujos migratorios, lo que implica propiciar ejercicios de integración social y cultural a través de la creación literaria.
En esa integración también coopera Isabel Maita, quien para regularizar su estadía en Colombia espera acceder al Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV), como parte del proceso de implementación del Estatuto Temporal de Protección para Migrantes que ha sido establecido por el Gobierno Nacional. Hasta ahora se han inscrito cerca de 970.000 personas desde la apertura de esta fase, según datos de Migración Colombia. "Espero que cuando tenga mi estatuto pueda conseguir un empleo, aunque no sea de mi profesión, lo importante es generar ingreso para cubrir mis necesidades", dice Isabel.
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Alejandro Gómez Valencia
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