La imagen de Annie Londonderry montada en su bicicleta era una voz muy sonora en la sociedad de finales del siglo XIX. Subirse a uno de esos vehículos en aquella época era para las mujeres una acción de libertad. Salir solas y recorrer distancias sin depender de sus parejas fue para muchas un acto de emancipación contra los prejuicios sociales. Algunas eran apedreadas en sus viajes y otras tuvieron que enfrentar los mitos difundidos sobre los efectos de esta práctica para su salud.
Como muchas otras mujeres, Annie Londonderry cambió las faldas por los populares bloomer, pantalones anchos que inventó Amelia Bloomer para poder pedalear con mayor facilidad. Pero Annie fue más allá. Además de ser ciclista se convirtió en empresaria y periodista: emprendió el proyecto de ser la primera mujer en dar la vuelta al mundo en bicicleta, consiguió patrocinios importantes y escribió en periódicos sobre su aventura.
Aunque se han recorrido muchos kilómetros de libertad y empoderamiento para las mujeres, hoy los mundos de la movilidad activa y del emprendimiento siguen más inclinados para las mujeres en comparación con los hombres. Así lo percibe Manuela Calle, cofundadora y directora de Mercadeo de Inmotion Group, una spin off de EAFIT que tiene el propósito de poner la ciencia de datos al servicio de la movilidad y tiene entre sus principales desarrollos bicicletas eléctricas.
Hoy que en el país se promueve la participación de los ciudadanos en la plataforma
Tenemos que Hablar Colombia, con la intención de reunir diversas voces sobre el futuro del país, Manuela defiende la importancia de escuchar la voz de las mujeres en esa visión no solo porque es diferente, sino porque representa a la mitad de la población, “mitad que ha carecido de representatividad y voz en muchos espacios”.
Manuela hace una aclaración. No hay un único universo de “lo femenino” o “una sola voz de las mujeres”. Son, dice, muchas, plurales, distintas y valiosas, y deben ser escuchadas en el mismo nivel que las de los hombres.
El desnivel entre ambos géneros lo reconoce en el campo del empresariado y el emprendimiento, ahí ha sorteado los retos que enfrentan las mujeres que participan en estas áreas. Por eso ve una necesidad de cambio, “la de transformar la manera cómo se crea empresa y las oportunidades de trabajo, los valores que asociamos a eso, y las barreras que las mujeres debemos superar para que el campo de juego se equipare. Estas barreras pasan por la concepción del rol de la mujer en la sociedad, y la ruptura de prejuicios alrededor de lo que puede o no hacer”.
La intervención de la mujer en la construcción del país no solo es necesaria para diluir las barreras del presente, también para dejar sin cimiento las que se están levantado hacia el futuro. Rocío Arango Giraldo es una representación de la diversidad y pluralidad de palabras dentro de lo femenino. Se reconoce como colombiana, en situación de discapacidad, politóloga de profesión y periodista de vocación, y desde su cargo como Desarrolladora de Soluciones CT+i en la Corporación Ruta N conoce la importancia de la expresión de las mujeres para garantizar la participación en el mercado laboral de los próximos años.
Con la Cuarta Revolución Industrial se estima, dice Rocío, que se crearán cerca de 133 millones de empleos, pero actualmente solo una de cada 33 personas que estudian carreras del área Stem (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) es mujer. ¿Cuánto tiempo, si se mantiene ese panorama, tardarán las mujeres en estar al mismo nivel económico de los hombres?, se pregunta ante su certeza de que “la educación es la entrada a las condiciones de inclusión social y económica”.
Sin esa formación a las mujeres les quedará muy difícil cumplir con el rol que les avizora María José Bernal Gaviria, directora Ejecutiva de Fenalco Antioquia. Para la economista, que tal como Rocío es integrante del comité asesor de Tenemos que Hablar Colombia, hay muchos campos en los que pueden aportar, pero siendo propositivas y ganado espacios por méritos, no por victimización.
La educación también es el camino que identifica María Eugenia Puerta Yepes, investigadora de la Escuela de Ciencias de EAFIT, para un futuro en equilibrio. La profesora, científica comprometida con el aporte de soluciones frente a la pandemia, habla de la urgencia de una educación real, en la que no solamente se aprendan las respuestas a las pruebas PISA, sino que también ayude a aprender sobre el país, sus necesidades, su idiosincrasia y oportunidades. “Que realmente nos permita ser ciudadanos de Colombia”.
En la concepción de ciudadanía la profesora María Eugenia no ve distinción de género. Para ella es igual de importante que se escuche al hombre y a la mujer, así como a los niños, a los ancianos… “Los grandes problemas sociales más apremiantes solo se pueden resolver de manera colectiva, con la participación de todos, creándose un efecto de resonancia que hace acrecentar la conciencia y buena voluntad de los individuos en una comunidad, por lo que no puede ser solo la mujer, o solo el varón, sino ambos en colaboración mutua, sin buscar protagonismos, sin competir”.
También en la ciencia y la tecnología María Eugenia considera apremiante contar con todas las voces. A su manera de ver estos campos constituyen un legado de la humanidad que se va enriqueciendo, no con el fin de empoderar más a uno que otros, más a favor de un género que a otro, sino para propender por el bienestar de la raza humana.
Para ese futuro de bienestar social Manuela Calle cree que solo será viable si se otorgan oportunidades en igualdad de condiciones para todos. “Más mujeres en cargos directivos, más mujeres liderando equipos, más mujeres en ciencia y tecnología significan también más pluralidad en el entendimiento del desarrollo”.
Esa voz de Manuela, de Rocío, de María Eugenia, de María José y de miles de mujeres son las que se necesitan en Tenemos que hablar Colombia. Son las que aportarán a esa visión de país en el que ellas no tengan que pedalear más pendientes que los hombres solo por su género.
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