Conversar con un propósito; para comprender mejor los problemas que nos aquejan, para identificar sus causas tanto para intervenirlas como para reconocer que, algunas veces, no está en nuestras manos corregirlas. Para compartir puntos de vista y escuchar, para enriquecer la concepción que se tiene de lo que nos rodea.
Conversar más, sí, pero también conversar mejor para acceder a ideas que puedan incidir en la toma de decisiones personales y colectivas orientadas a detonar procesos de cambio que permitan, por un lado, encontrar criterios de respuesta para las preguntas existenciales más íntimas y, por el otro, también superar desafíos sociales apremiantes.
Así lo plantea Adolfo Eslava Gómez, decano de la Escuela de Artes y Humanidades de EAFIT y director del Centro Humanista, en el libro del cual es editor académico, Humanismos en el siglo XXI. ¿Qué humanismos para qué sociedad?, que se presentó en el lanzamiento de este centro de estudio e incidencia, uno de los hitos de la transformación de la Universidad este año 2022.
Y es que, ¿por qué conversar mejor es tan importante? Pues debido a que, en últimas, no sabemos conversar. “Porque a pesar de poseer lo que yo llamo el activo que tenemos socialmente: la disposición a conversar, nuestras conversaciones, a menudo y esto está muy estudiado, las entendemos como una confrontación y, en consecuencia, vemos al otro como enemigo y por eso uno manifiesta: ‘Gané la discusión’ o ‘voy a esgrimir mis argumentos’ y eso nos hace plantear: ‘Es que no sabemos conversar’. Ese activo que tenemos, en el fondo lo desperdiciamos”, enfatiza el Decano.
Si nos sentamos en la plaza de algún lugar, al calor de un tinto, seguro encontraremos con quién conversar, pero ¿con qué intención? Es una pregunta sobre la que insiste Adolfo, debido a que lo interesante es que, de esas conversaciones, de lo que la gente sabe, se nutra el otro y se enriquezca la cotidianidad de una organización o de una colectividad, del tipo que sea. “Podemos nutrirnos de lo que sabe un directivo, pero un directivo necesita nutrirse, a su vez, de lo que sabe un operario y de lo que sabe el técnico de jurídica, el financiero y el de mercadeo”.
Como sociedad, agrega, valoramos mucho el acuerdo y, aunque lo considera fundamental, “primero se tiene que decir en qué se está en desacuerdo y nosotros somos muy malos para eso; que uno se acostumbre a decir en la vida cotidiana: ‘No, yo no estoy de acuerdo con eso que estás diciendo’ y que la conversación siga. (…) Sin embargo, solemos eludir, evadir el desacuerdo. ¿Cómo así que no se puede hablar de política?, ¿cómo así que no se puede hablar de religión? Pues claro que sí, hay que hablar de eso, si eso es parte de lo que somos”.
La desconfianza
¿Por qué nos comportamos del modo en que lo hacemos? Es una pregunta bonita e interesante en concepto del director del Centro Humanista debido a que, “en particular en este contexto de Universidad, de transformación, en el que lo que buscamos es diálogo de saberes, la pregunta por el comportamiento nos permite encontrarnos a varias disciplinas”.
Los estudios del comportamiento proporcionan múltiples luces para entender que nos hallamos en un momento crítico y poder afirmar “miremos la crisis a los ojos y hagamos cosas juntos”, continúa el Decano. Las fallas en la conversación y los asuntos relacionados con el comportamiento ponen sobre la mesa otro indicador importante: ¿Qué tanto confiamos?
“Es un tema muy potente, realmente crítico que todos vivimos. Esto no es novedoso y en América Latina los datos lo demuestran. ¿Cuánto confían los latinoamericanos en su presidente?, ¿cuánto confían los latinoamericanos en sus partidos políticos? Poquito o nada. ¿Cuál es el asunto grave allí? Que se genera un efecto contagio y es cómo esa desconfianza se va trasladando a otras instituciones (…) Y conectamos esto con el cambio cultural, debido a que la confianza no se construye en el vacío, no sucede en el vacío”.
El cambio cultural no inicia en lo macro, empieza por la organización, por la casa, por el barrio. “Construir confianza tiene una repercusión directa en el entorno. Por eso se genera ese cambio cultural. Ahí nos interesa promover una palabra que no tiene mucha acogida habitualmente y es entender que la confianza desnuda vulnerabilidad (…) En general, cuando uno le confía parte de su propio bienestar a alguien, la educación de los hijos a un colegio, por ejemplo, yo ahí desnudo mi vulnerabilidad. Eso, que es gigantesco, uno lo traslada a cosas más pequeñas, yo le desnudo mi vulnerabilidad a las organizaciones, a la movilidad, a las autoridades de la ciudad. Las cosas deben estar tan claras como decir ‘reconozco que soy vulnerable’ o ‘reconozco que gestiono la vulnerabilidad de un montón de personas’. Eso, estamos absolutamente seguros, es dar una vuelta de tuerca encaminando la situación al cambio cultural que es el que necesitamos hoy”.
En un mundo que reclama reflexión, muchas preguntas quedan planteadas para iniciar el diálogo con una convicción: el camino no se transita en soledad, las respuestas, las soluciones, se construyen colectivamente, entonces, ¿conversamos?
Sobre el Centro Humanista EAFIT
• El libro Humanismos para el siglo XXI. ¿Qué humanismos para qué sociedad? está disponible para toda la comunidad en el enlace www.eafit.edu.co/centrohumanista.
• Trabaja con base en cuatro líneas estratégicas: Diálogo social, Confianza y cambio cultural, Ética e integridad y Estudios del comportamiento.
• El Centro tiene en su ADN unas grandes “C” en su método: Conversación, Comportamiento, Confianza, Cambio Cultural, Convivencia, Creación, pero, sobre todo, Calle.
• De cómo vivir bien y, en especial, de cómo vivir bien juntos, se quiere hablar en este Centro más allá del campus, en el laboratorio vivo que es la calle, la empresa, la ciudad. El Centro Humanista tiene como eje salir a la calle para llevar sus capacidades, pero también para aprender.
Mayores informes
Alejandro Gómez Valencia
Área de Contenidos – Departamento de Comunicación EAFIT
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