El cambio en el escenario económico es inevitable. Los mercados no se están regulando o autoestabilizando, por lo que es imperativo la creación de instituciones regulativas y redistributivas que permitan gestionarlos. Los retos de la transición climática requieren de nuevas aproximaciones para ser solucionados porque las políticas basadas en mercados son solo una parte y no están respondiendo a la fotografía completa. Así mismo, los modelos existentes son cada vez más inestables e insuficientes.
Y hay más: la hiperglobalización está siendo socavada por los problemas de distribución y la geopolítica; el estado de bienestar no puede hacer frente a la polarización del mercado laboral; y la alta complejidad de las actividades transables dificulta la integración de la economía global.
Ante este panorama, expresó Dani Rodrik, presidente de la International Economic Association, ¿cuál es, entonces, el rol del economista? Esa inquietud fue planteada durante la plenaria , patrocinada por Celsia, que dio cierre al segundo día de actividades del Congreso Mundial de Economía.
“En los últimos años se han popularizado los chistes y los conceptos negativos sobre los economistas, asociándonos con el neoliberalismo o con los llamados ´economistas de avión’, esos que van de país en país repitiendo las mismas fórmulas de bolsillo. Pero hay que entender que el neoliberalismo es solo uno de los muchos paradigmas económicos que existen en el mundo, y los principios fundamentales que podemos aportar los economistas pueden ser aplicados a todos los contextos, por más diferentes que estos sean”, apuntó el académico, quien estuvo acompañado en el escenario por Elhanan Helpman, presidente entrante de IEA.
Para el profesor Rodrik, el mundo actual necesita de un economista que pueda navegar y moverse entre paradigmas, sin ceñirse a uno solo; que tenga la capacidad de discernir que hay ciertas verdades en algunos de esos paradigmas; que pueda reconocer cuáles de esos elementos pueden ser aplicados en los contextos propios de cada país; y que pueda integrarse y trabajar con profesionales de otros campos.
Todo eso en un contexto cambiante como el actual, que demanda cohesión social, una transición económica con énfasis en el cambio climático y nuevas políticas para las economías domésticas que no se pueden ver como una amenaza para la economía global sino, por el contrario, como una ventaja. “El mejor regalo que le puede dar un país desarrollado al mundo es tener una economía saludable”, agregó Rodrik.
Tampoco se puede subestimar la importancia de generar nuevos empleos que, más allá de aportar ingresos a las personas, son esenciales para el desarrollo, el bienestar y la prosperidad de las economías.
Al respecto el profesor señaló: “La desigualdad se debe atacar desde su punto de creación, la esfera productiva, y no indirectamente a través de transferencias y apoyos sociales. Una estrategia de buenos empleos implicará un mejor crecimiento, pero también un crecimiento mejor distribuido, de manera que la clase media podrá mejorar sus condiciones”, enfatizó, no sin antes señalar que el éxito de cualquier régimen global futuro recaerá en la idea de que los países se deben ayudar uno a otro, pero primero ayudarse a sí mismos.
El Congreso de la International Economic Association (IEA) continuará los días 13, 14 y 15 de diciembre con más plenarias y sesiones como estas, en las que se está debatiendo el futuro e incidencia de la economía en las nuevas dinámicas mundiales.