“La tecnología es motor de desarrollo”, “es fuente de productividad”, “ningún país emergente puede competir en el mundo actual sin tecnología”, “Estamos en medio de una nueva revolución industrial, la de la tecnología y las industrias 4.0.”, estas y otras frases ya hacen parte del discurso económico, político, cultural y cotidiano de la actualidad, y evidencian un hecho que, a la luz de muchas realidades, es innegable: la tecnología es parte fundamental del día a día y, por ende, de la economía global.
Sin embargo, no es lo mismo cómo funciona el sistema portuario en Corea del Sur que el de Senegal; la industria agropecuaria de Sierra Leona no puede competir, en igualdad de condiciones, con la de Estados Unidos; o un creador de contenidos de Tiktok de Europa tiene muchas más ventajas en conocimiento que una abuela de Bangladesh.
Pero ¿cómo pueden estas herramientas y plataformas ayudar a reducir las brechas de inequidad? Ese fue el tema central del panel New technologies – Apropiate technologies que se realizó en el cuarto día de actividades del Congreso Mundial de la International Economic Association, y que contó entre sus invitados con Diego Comin, profesor de Economía de la Universidad Darmouth; Xiaolan Fu, profesora del Departamento de Desarrollo Internacional de la Universidad de Oxford; y Juan Carlos Hallak, del instituto de investigación Conicet de la Universidad de Buenos Aires.
En este espacio, patrocinado por el Consejo Nacional Profesional de Economía, los tres académicos coincidieron en un mismo punto: la tecnología es fundamental para el desarrollo de los países emergentes, pero su apropiación e implementación dependerá, en gran medida, de una sofisticación y adaptación con las funciones de negocio de cada país, de la combinación de diferentes tipos de tecnologías, de la inclusión de los factores sociales y culturales desde el diseño de las herramientas, así como de la capacidad de innovación permanente.
“En Darmouth creamos un instrumento que funciona como una red en la que en una columna hay siete funciones de negocio básicas que debe tener cualquier compañía del mundo y, en la otra, 305 tecnologías que pueden ser aplicadas a cada una de estas funciones y que van desde el uso del lápiz y el papel, hasta el manejo de big data. Lo aplicamos a unos 20.000 establecimientos de 14 países y, al emparejar ambas columnas, nos encontramos que en su gran mayoría el uso de las tecnologías requiere de acciones de mejoramiento y sofisticación. Ahí hay un gran reto”, expresó Diego Comin.
Por su parte, Xiaolan Fu, del Departamento de Desarrollo Internacional de la Universidad de Oxford, cree que el desafío principal está centrado más en las personas que en el uso de las tecnologías, especialmente en lo que tiene que ver con los factores éticos, políticos, culturales y ambientales de cada país, que muchas veces no son tenidos en cuenta en el diseño de tecnologías.
“La tecnología apropiada es la que encaja y se adapta a los contextos biosociales y biofísicos de cada país. Es ahí donde pasa a convertirse en un medio importante para superar barreras, acceder a mercados y disminuir costos”, puntualizó.
Y agregó: “En el mundo actual hay tecnologías que mejoran la eficiencia y que tienden más a la generación de capital; otras enfocadas en conectividad y a mejorar las comunicaciones; y un tercer grupo que se centra en la infraestructura. Las economías emergentes deben saber navegar entre las tres”.
Y tanto la sofisticación tecnológica como los factores humanos deben estar acompañados por la innovación. Ese fue el aporte del argentino Juan Carlos Hallak, de la Universidad de Buenos Aires. Para este académico, la conexión entre tecnologías y políticas públicas es esencial a la hora de generar mayor apropiación, y esto se puede lograr por tres vías: sin restringir el acceso, desarrollando conocimiento sobre nuevas tecnologías y cómo combinarlas y subsidiando la investigación en este campo que, eventualmente, sirva de insumo para los tomadores de decisiones.
El uso de las tecnologías apropiadas se sumó a un cuarto día de discusiones en el que también se habló de economía monetaria, comercio, desarrollo agrícola, violencia, inequidad y populismo. El Congreso Mundial de la IEA continuará, en su último día, este viernes 15 de diciembre.