“Muy estimado doctor y amigo: correspondo con el mayor placer el atento saludo de bienvenida que ha tenido la bondad de enviarme en su carta del mes pasado y deseo que usted y su familia gocen de cumplido bienestar”, así comienza una carta escrita a máquina en la ciudad de Bogotá el 3 de abril de 1909, con destino a Chiquinquirá. El destinatario era Tito Simón Rojas, médico y amigo del general Rafael Uribe Uribe, cuya firma a mano alzada se deja leer al final de la misiva.
De Rafael Uribe Uribe se sabe que fue un militar, diplomático, profesor y combatiente colombiano que vivió entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Pero quienes se han interesado en ir más allá en la vida de este polifacético personaje y su época, como el profesor e investigador Adolfo León Maya Salazar, reconocen en Rafael Uribe Uribe a “un polemista y deliberante liberal del siglo XIX sobre los problemas y avatares de la formación y construcción del Estado y la sociedad colombiana. Él debatió y luchó en campos diversos en torno a los problemas más álgidos de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Un eje muy fuerte de su vida y obra lo relacionaron polémicamente con las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado, las relaciones entre el liberalismo y el catolicismo, además, fue un actor muy visible en el contexto de las relaciones internacionales de Colombia”. El profesor Maya agrega que tuvo un papel diplomático relevante en los tratados con Estados Unidos, a raíz de la pérdida de Panamá, 1903.
Es natural conocer algunos datos de su quehacer como pensador o integrante del Partido Liberal Colombiano, pero contadas personas saben que el mismo general se ocupaba del teclado a la hora de redactar sus cartas, que tenía una letra menuda y pulida que ocupaba menos de la mitad de un renglón. Una de esas personas es don Rafael Uribe Uribe, nieto del general que además de heredar nombre y apellidos, custodió durante varias décadas parte de la correspondencia y algunas anotaciones a puño y letra de su abuelo.
“Cuando se murió mi papá asumí la administración de la Hacienda Gualanday que era la Hacienda del general. Allá me encontré una biblioteca con muchos archivos originales y yo me los traje para Medellín”, recuerda don Rafael. Desde entonces se ha ocupado no solo de conservar los documentos, sino que ha buscado caminos para divulgar la memoria de esta personalidad, como algunos homenajes en el centenario de su nacimiento y muerte, o la publicación de una serie de libros que muestran las diferentes facetas del general, construidos a partir de la documentación conservada por él.
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Discursos, telegramas, correspondencias, proclamas, manifiestos e informes de batallas conservados y clasificados en carpetas, de alguna manera resultan una ficha clave del rompecabezas de la historia de Colombia pues “dan cuenta del pensamiento social y político de Rafael Uribe Uribe, un hombre muy connotado de la historia política y cultural del país, sobre todo en aquella tensión en la segunda mitad del siglo XIX con la Iglesia Católica, que tenía una permanente alusión a los liberales, a los masones y a los materialistas, que era la base de confrontación ideológica con la iglesia. Esto permite atisbar la mentalidad, la pugnacidad de la Colombia de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX”, explica el profesor Maya.
De archivo familiar a patrimonio cultural
Este conjunto de documentos, que sobrepasan el siglo de existencia, pasará de ser un archivo familiar a un bien público, pues su conservación estará a cargo de la Sala de Patrimonio Documental de EAFIT. Patricia Ospina Ospina, jefa de la Biblioteca de la Universidad, expresa que “para la Institución, tener estas cartas significa un honor y una responsabilidad, en primer lugar, porque es una materialización de la credibilidad que la Biblioteca tiene ante la ciudadanía tanto en la conservación como en la difusión de estos contenidos”.
Pero muchas cosas pasaron antes de que don Rafael Uribe Uribe, nieto, decidiera entregar “una belleza de documentos, que son un tesoro” como él les llama, a EAFIT. Luego de pensar en enviarlos a una universidad en el extranjero, supo de la posibilidad de conservación en la Sala de Patrimonio de EAFIT. “Me descrestó. ¿En qué sentido? En que tienen una organización muy nítida, tienen la conservación de los papeles en excelente estado, vi todos los archivos, por ejemplo de Ospina Rodríguez, vi otros documentos antiguos, más viejos que estos, en perfectas condiciones y dije ‘este es el sitio’, así tomé la decisión. Obviamente consulté toda la familia y a todos, sin excepción alguna, les pareció excelente la idea de que los pusiéramos allá”.
Una vez que los documentos lleguen a EAFIT, y antes de que estudiosos e investigadores de la historia de Colombia puedan consultar estas fuentes primarias, se inicia un protocolo de conservación que consiste en “inventariarlas, describirlas y organizarlas como un fondo de archivo que permita su identificación y control. Adicionalmente, para facilitar su consulta e implementar otras acciones, se digitalizan y se mantienen en medios electrónicos mientras que las cartas originales físicas se conservan con todas las condiciones que exige la normatividad para estos casos y con los que cuenta en la biblioteca”, expresa Santiago Zapata Restrepo Coordinador Sala de Patrimonio Documental.
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Don Rafael complementa diciendo que “es una joya histórica que tiene que estar donde se pueda ver, donde tenga acceso a historiadores y personas que realmente quieran conservar la historia de Colombia, y a mí me interesa sobremanera que la historia del general no desaparezca”. Y en eso no se equivoca este descendiente del general Uribe, pues la idea es que en pocos meses se inicien procesos de divulgación, apropiación y consulta, claro está con las condiciones de uso de las colecciones patrimoniales.
El general Rafael Uribe Uribe murió asesinado por dos campesinos el 15 de octubre de 1914, mientras caminaba de la Plaza de Bolívar hacia el Capitolio Nacional. Dicen que llevaba en sus manos un proyecto de ley para favorecer a los trabajadores colombianos, en el que se les protegía en caso de accidentes de trabajo.
110 años han pasado desde su muerte, pero parte de su legado permanecerá por muchos años más en la sala patrimonial de EAFIT, donde aplicaría la frase de cierre que el general usaba al final de muchas de sus cartas: “Consérvese bien. Su afectísimo amigo. Rafael Uribe Uribe”.
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Alejandro Gómez Valencia
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