Hace poco más de seis años una pregunta comenzó a rondar en la cabeza de Juan Esteban Garzón: ¿Es posible salir al mercado con un producto alimenticio verdaderamente saludable y hecho a partir de sabores nativos?
En aquel entonces acababa de vincularse a una empresa de alimentación saludable y descubrió que, lo que inicialmente le habían prometido como un cereal sin azúcar, no era del todo cierto, por lo que se puso en la tarea de responder a esta pregunta con su propia idea de negocio.
Lo que se encontró en el camino fue aún más gratificante. Y es que este eafitense se dio cuenta de que con su emprendimiento no solo podría transformar los productos nacionales en nuevas oportunidades comerciales, sino también las vidas de las personas que hicieron parte activa o pasiva del conflicto armado en Colombia.
Fue así como nació Alimentos Casai, una compañía especializada en cereales saludables que, a la fecha, cuenta con 18 empleados directos y más de 50 indirectos entre cultivadores y otros participantes de la cadena de abastecimiento, y presencia en todo el territorio nacional, en Estados Unidos y en Centroamérica.
Pero hablar de la historia de Casai sin mencionar cómo se ha convertido en un restaurador de tejido social en todos estos años, es perderse la mitad de la historia. Todo comenzó, según recuerda el empresario y egresado de la maestría en Economía, cuando un empleado recién vinculado subió hasta su oficina y le confesó que había estado en cárcel por falsos positivos.
El colaborador quiso compartir su historia con el resto de los empleados y, varios de ellos aprovecharon también para contar sus historias personales con el conflicto armado, algunos como víctimas y otros como excombatientes. Hoy, todas esas personas conviven y trabajan hombro a hombro todos los días, convirtiendo a Casai en un verdadero laboratorio de paz.
“Estoy convencido de que uno no puede generar crecimiento económico ignorando la realidad del país. En nuestro país las empresas estamos en mora de poner el posconflicto sobre la mesa, no podemos darle la espalda a este tema. Hoy tenemos excombatientes de las FARC o de las AUC trabajando alrededor de productos colombianos, generando impactos positivos desde lo ambiental, lo social, lo nutricional, es un mensaje que estamos dando al resto del país y del mundo”, expresa Juan Esteban.
Sin embargo, como expresa el empresario, aún falta mucho trabajo. En la actualidad, según indicadores de la Agencia Nacional para la Reincorporación y la normalización, solo 650 empresas del país están vinculadas directamente a la Política de Reinserción, y hay más de dos millones y medio de empresas en Colombia. “Lo que significa que no llegamos ni al uno por ciento y ahí tenemos un enorme reto como país”.
Por eso, después de entender el poderoso significado que tiene una segunda oportunidad, el objetivo de Juan Esteban es lograr que, al menos unas 25.000 empresas se hagan aliadas de este programa, es decir, el 1% del empresariado nacional.
“El posconflicto es una realidad después de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016 y eso hace que todos los días tengamos personas tocando a nuestras puertas, buscando reincorporarse a la sociedad, y nuestro rol como empresarios será decisivo. Tenemos que volcarnos como país porque el Estado no puede ser el único responsable de nuestro futuro”, puntualiza.
Casai es vida
En el idioma quechua “Casai” significa vida. No había una palabra que se ajustara más a lo que busca Juan Esteban con su empresa. Él, un apasionado por los temas del bienestar, lo saludable y la nutrición, tenía la intención de elevar estos conceptos aún más, pero a través de los sabores nativos, que muchas veces no son lo suficientemente aprovechados.
“Gran parte del cereal disponible en la industria no es el más adecuado para el consumo de niños o adultos y eso nos retó. Además, como profesor de economía he visto que somos muy dados a criticar el modelo colombiano de producción, entonces también sentimos que era un momento de pasar de la critica a la acción, y entender que nuestros productos están a la altura del mercado internacional”, narra Juan Esteban.
Fue así como pusieron manos a la obra, renunciaron al maíz y al trigo (productos tradicionales en el mercado de los cereales) y comenzar a explorar y dignificar otros como el cacao, el ñame o el café.
“Y EAFIT fue una parte fundamental en ese proceso. En la maestría en Economía me di cuenta de la apuesta que tiene la U por los ecosistemas empresariales y de emprendimiento, la visión que nos aporta, y cómo nos motiva a innovar y adaptarnos a las nuevas dinámicas de la sociedad”, agrega.
De manera reciente, aceptó la invitación del Departamento de Comunicación Social y la revista Bitácora para contar su historia y la de Casai en diferentes formatos periodísticos y narrativos, un proyecto que tomó entre siete y ocho meses, y les permitió dar a conocer la gestión del emprendimiento desde una perspectiva 360.
Finalmente, también se desempeña como asesor de prácticas profesionales y menciona que uno de sus sueños es volver a la U y vincularse como docente, pues siente que tiene muchas experiencias que le gustaría compartir con los estudiantes.