Sebastian Aguirre Eastman
Colaborador
En diciembre de 2017, Colciencias publicará los resultados definitivos de la Convocatoria nacional para el reconocimiento y medición de Grupos de Investigación, Desarrollo Tecnológico o de Innovación y para el reconocimiento de Investigadores del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2017. La medición más reciente, publicada en mayo de 2016, reconoció 4638 grupos de investigación con 10.042 investigadores.
En comparación, y de acuerdo con el documento 2019: Visión Colombia II Centenario, publicado en 2006 por la Presidencia de la República, el Departamento Nacional de Planeación, el Ministerio de Educación Nacional y Colciencias, el cual se encuentra disponible en el sitio web de MinEducación, el país tenía 544 grupos de investigación reconocidos en 2002. Es decir que en 15 años hubo un incremento del 852 por ciento.
En ese aumento mucho han tenido que ver los semilleros de investigación, que existen formalmente en Colombia desde hace 20 años, cuando se conformó la Red Colombiana de Semilleros de investigación que, en los últimos ocho años, ha registrado más de 7000 semilleros, y en octubre de este año celebró su vigésimo encuentro nacional en Barranquilla.
EAFIT, por ejemplo, tiene hoy 108 semilleros, cuando en 2011 contabilizaba 59. En el Encuentro Nacional de octubre se presentaron cerca de 2500 proyectos, con más de 5000 participantes.
Bien lo dice Félix Londoño González, director de Investigación de EAFIT: para los grupos de investigación, los semilleros son como para los deportes profesionales, léase fútbol, patinaje, baloncesto y cualquier otro, las escuelas de iniciación formativa, en las que los niños, desde muy chicos, adquieren las destrezas y los conocimientos para luego aplicarlos en su actividad preferida.
Eso son los semilleros: un escenario en el que se generan las condiciones para que los jóvenes, desde las universidades, articulen sus procesos de formación y de desarrollo como ciudadanos y profesionales, ligados al tema de la ciencia, agrega Félix.
Bien lo dice Félix Londoño González, director de Investigación de EAFIT: para los grupos de investigación, los semilleros son como para los deportes profesionales, léase fútbol, patinaje, baloncesto y cualquier otro, las escuelas de iniciación formativa.
Cautivar desde la infancia
Si bien los semilleros de investigación reciben a estudiantes de pregrado, algunas instituciones de educación superior inician el proceso de formación investigativa con niños desde los ocho años. Ocurre, por ejemplo, en la Universidad de los Niños de EAFIT. Catalina López Otálvaro es la coordinadora de Investigación Formativa y de divulgación de la Dirección de Investigación de la Institución, y cuenta que la premisa es impactar al individuo en todos los momentos de su vida. Por eso convocan a jóvenes entre 8 y 15 años para que, por medio de Encuentros con la pregunta, Expediciones al conocimiento y Proyectos de ciencia (las tres fases de la Universidad de los Niños) resuelvan las inquietudes que traen desde el colegio.
La transición de semilleros a grupos de investigación tiene un impacto clave en la formación de futuros investigadores. Esto fortalece una cadena natural en la que primero el joven tiene la oportunidad de foguearse para ir midiendo sus capacidades investigativas.
Otro caso similar sucede en la Universidad Pontificia Bolivariana. Allí la formación comienza, incluso, desde preescolar, como lo menciona Luz Mery Herrera, líder del Programa de Formación Investigativa, en la que se enfocan en el desarrollo de competencias humanas, con actividades sencillas en las que motivan a los participantes a hacer preguntas y a resolverlas con creatividad. Es aprovechar ese potencial que tienen los niños de cuestionar todo lo que sucede a su alrededor.
Además, en el resto de grados del colegio los alumnos reciben en todas las clases componentes investigativos, y en décimo y once ven una cátedra de investigación, como paso previo a una posible vinculación con los semilleros de pregrado en la misma universidad. Colciencias también promueve la inclusión de los niños en la actividad investigativa mediante el programa Ondas, que recientemente celebró 15 años, y mediante el cual la entidad estatal cumple con su propósito de “acercar la ciencia a los niños y jóvenes desde edad escolar e incentivar el pensamiento crítico para generar en ellos capacidades y habilidades en ciencia, tecnología e innovación. Contribuyendo a la creación de una cultura que valore, gestione y apropie el conocimiento”, se lee en su sitio web.
¿Cuál es su alcance real?
Como se dijo antes, el objetivo principal de los semilleros es ir formando a los futuros investigadores. Pensar que el total de los estudiantes que pasan por estos conjuntos lleguen a integrar grupos de investigación es una utopía, aunque hay casos como el de la Universidad de Antioquia, donde, según un estudio de 2014 liderado por la profesora Rosa María Bolívar, el 98 por ciento de los egresados de pregrado que participaron en los semilleros de la institución continuaron por la línea investigativa. Hoy muchos son doctores, otros se vincularon a la Universidad como investigadores, y algunos más están en camino de serlo.
Para Félix Londoño, la transición de semilleros a grupos de investigación tiene un impacto clave en la formación de futuros investigadores. En su concepto, esto fortalece una cadena natural en la que primero el joven tiene la oportunidad de foguearse, para ir midiendo sus capacidades investigativas, luego de lo cual los más avezados y entusiasmados se irán involucrando en trabajos con los grupos de investigación.
Esto, agrega Félix, no solo beneficia al mismo estudiante y a las universidades, sino al sector productivo, tanto público como privado, pues recibirá empleados con las capacidades para innovar e investigar dentro de las empresas, lo que propiciará desarrollo.
Una opinión similar plantea Rosa María Bolívar, de la Universidad de Antioquia, quien complementa lo dicho por Félix Londoño al precisar que hoy, tras 20 años de experiencias con semilleros, los grupos de investigación están más abiertos a recibir nuevos integrantes, pues saben que detrás hay procesos formativos que validan sus conocimientos y aptitudes.
Hace dos décadas, resalta Rosa, el medio era más celoso con quienes apenas comenzaban a instruirse en la actividad investigativa. “No les gustaba recibir estudiantes de pregrado”, recuerda. Hoy son más abiertos a acogerlos.
Los obstáculos
Al ser programas cuyas actividades se desarrollan de forma paralela al plan académico que siga el estudiante, una de las dificultades que tienen las instituciones de educación superior es retenerlos y lograr que cumplan con las responsabilidades que los semilleros les demandan.
El manejo del tiempo es, para Catalina López, uno de los mayores obstáculos para que los proyectos que allí se desarrollan cumplan con sus propósitos.
Esto debido a que los tiempos de los semilleros no van paralelos al cronograma académico; si se cruzan con parciales o finales, no hay nada qué hacer, y es allí cuando el estudiante, o cumple con su compromiso, o abandona.
Otro asunto clave es mantener vivo el interés del joven; en ocasiones, resalta Catalina, algunos creen que el semillero es un “club”, y que allí van a pasar bueno; tal vez sí se lo gocen, pero hay momentos en que tendrán que trabajar mucho.
Un obstáculo casi obvio, pero real, es la falta de recursos para financiar estas actividades. La tarea, en muchas ocasiones, queda en manos de las propias instituciones; EAFIT, por ejemplo, invierte cerca de 1350 millones de pesos anuales en la formación investigativa (Universidad de los Niños y semilleros de investigación). De hecho, informa Catalina López, hay semilleros que reciben recursos de menor cuantía, entre 4,5 millones y 5 millones de pesos, que los jóvenes aprovechan para comprar materiales y otros insumos que requieren para su labor; o a través del Fondo de Investigación para participar en eventos locales, nacionales y en ocasiones internacionales.
Los docentes investigadores son claves
La mayoría de semilleros de investigación son liderados por docentes investigadores que ya han pasado por el proceso de formación y de preparación académica que les permite asumir con rigurosidad su labor ante los estudiantes que, en ocasiones, arriban a los semilleros muy jóvenes, en algunos casos desde tercer semestre, como sucede en EAFIT. En esto, opina Félix Londoño, director de Investigación de la Universidad, fue clave el cambio de modelo de la Institución, de estar enfocada en la docencia que transmitía conocimiento que, en muchos casos, provenía de otras latitudes con una cultura muy distinta a la colombiana, a una docencia investigativa que transmite conocimiento, pero también lo genera y lo divulga.