Ignacio Piedrahíta Arroyave
Geólogo y escritor
Juan de Dios no tiene casa, en el sentido convencional del término. Vive en el puerto de pasajeros de Puerto Berrío (Antioquia). Duerme en alguna de las embarcaciones amarradas a la dársena y se organiza en uno de los restaurantes que rodean el puerto. Hombre de río toda su vida, Juan de Dios será nuestro práctico en la expedición a la ciénaga de Barbacoas, 40 kilómetros aguas abajo de Puerto Berrío. A su lado, don Rafa estará sentado en el puesto del piloto de la lancha.
Para el profesor Juan Darío Restrepo Ángel, adscrito al Departamento de Ciencias de la Tierra de EAFIT, y su equipo, Juan de Dios y don Rafa son los guías que les permitirán comprobar lo que ellos sospechan a partir de observaciones de imágenes de satélite: que el río Magdalena ya no se conecta como antes con sus ciénagas, entre las que se cuenta Barbacoas, ubicada en límites del municipio de Puerto Berrío con el de Yondó, en el Magdalena Medio del departamento de Antioquia.
Una "ciénaga" es la manera como la gente se refiere a un humedal de tierra caliente. Pero en esencia es una laguna que está en conexión directa con el río. El Magdalena no sería capaz de funcionar sin sus humedales.
Una "ciénaga" es la manera como la gente se refiere a un humedal de tierra caliente. Pero en esencia es una laguna que está en conexión directa con el río. El Magdalena no sería capaz de funcionar sin sus humedales. No solo nace en uno de estos —la laguna de la Magdalena en el Huila—, sino que en su camino hacia el mar está acompañado por infinidad de ciénagas que le ayudan a administrar sus aguas. Por ejemplo, en las dos épocas de creciente que hay en el año en el Magdalena, las ciénagas reciben buena parte de ese exceso de agua. De otra manera, las inundaciones en cada temporada invernal serían mucho más graves de lo que ya son.
Bocas de Barbacoas se compone de dos hileras de casas, una a cada lado del canal que se desprende del Magdalena para ir hasta la ciénaga. Este canal tiene unos 50 pasos de ancho.
Sin embargo, la palabra ciénaga viene de cieno, que no es otra cosa que lodo, pantano. Y de manera tradicional, desde la colonización española, una laguna de este tipo es considerada tierra inundada que, de otra manera, podría ser productiva. Emprendedores incansables, pero con mucho que aprender acerca de la naturaleza, los antioqueños han sido especialmente agresivos con las ciénagas del Magdalena Medio y de otras partes del país. La idea de desecar los pantanos y las ciénagas para levantar ganado ha sido una práctica que ahorca día a día lo que queda de estos humedales naturales.
La “subienda”, algo que brilla en la memoria
Hortensia es líder comunal del caserío de Bocas de Barbacoas. Es una mujer cuyo ances tro afroamericano la mantiene vital y sin una sola arruga, aunque uno intuye que ya está avanzada en sus cincuenta. Por otra parte, es una persona con facilidad para comunicarse y sin pelos en la lengua para exigir sus derechos. Cuando le pidió a un alcalde de Yondó una planta eléctrica para el pueblo este le respondió que no tenía dinero. “Ahora está preso por corrupción”, dice, con una sonrisa de dientes blanquísimos, doña Hortensia.
Bocas de Barbacoas se compone de dos hileras de casas, cada una de estas a lado y lado del canal que se desprende del Magdalena para ir hasta la ciénaga. Este canal tiene unos 50 pasos de ancho y hay que atravesarlo en canoa, pero la tranquilidad del lugar permite que los habitantes se comuniquen a voz en grito de un lado al otro cuando se hace necesario.
Desde el punto de vista de la pesca, Bocas de Barbacoas está ubicado en un lugar estratégico. En la ciénaga se crían los peces hasta alcanzar cierta edad, a partir de la cual salen al Magdalena para recorrer río arriba en busca de aguas claras para aparearse. Este fenómeno
solía suceder específicamente y en masa a finales de año, en lo que se conoce en Colombia como “subienda”. Reunidos conversando con Hortensia y otros pobladores, cuentan que el canal se veía plateado por el chapaleo de los peces. Eran tantos que pescar era un asunto de niños. Pero ahora la “subienda” es algo que brilla más en la memoria que en la realidad. Los peces que hay en la ciénaga son pocos y no pasan de cierto tamaño. La pesca está escasa y la vida se hace difícil.
Un pescador del pueblo nos acompaña en el recorrido a lo largo del canal, rumbo a la ciénaga. Las aguas de esta sinuosa autopista son tranquilas, y la dirección de su corriente depende de si está entrando agua a la ciénaga o si esta está saliendo hacia el río. Allí puede observarse el equilibrio que existe entre ambos cuerpos de agua, que permite regular los niveles y caudales del Magdalena. Es hermoso ver el encuentro entre las aguas oscuras pero translúcidas de la ciénaga y las cafés y opacas del río. Se empujan una a la otra, pero no se mezclan con facilidad.
Primer paso para una certificación internacional
El profesor Restrepo es de aquellos a quienes les es imposible controlar sus emociones. De ahí que la observación de aves se haga difícil gracias a sus continuas exclamaciones. A pesar de que no es una hora temprana, las aves parecen desfilar para nosotros. Desde cormoranes de cuello estirado volando en pequeñas bandadas hasta solitarios martín pescador hacen de la entrada a la ciénaga un momento único, en el que se ven desde patos de un plumaje inverosímil de color rosa hasta los enormes chavarrías, que parecen cigüeñas gigantes anidando en la punta de troncos secos.
Pero no es posible quedarse con la emoción del momento, pues una mirada detallada hace evidente la presencia humana: cercas de alambre que los ganaderos han llevado hasta el borde mismo del canal. No solo la tradición oral de Juan de Dios y don Rafa habla de lo espeso del bosque a lo largo del canal hace algunas décadas, sino también las imágenes de satélite. De ahí que la variedad silvestre esté allí no gracias a la conservación sino a pesar del estrangulamiento de su lugar natural de habitación. Es entonces cuando el hombre emprendedor se desdibuja y da paso al depredador.
La ciénaga de Barbacoas fue declarada área protegida por Corantioquia, como primer paso para conseguir la certificación internacional de humedales en buen estado de conservación.
En un canal menor que desemboca en la ciénaga reposan echados un grupo de búfalos. Con su cabeza estirada hacia adelante y sus cuernos enroscados son animales realmente simpáticos, que sin saberlo afectan gravemente las orillas del humedal. Los búfalos pisotean las márgenes pantanosas y las endurecen, cuando deberían permanecer intocadas, salvo por mamíferos menores naturales del lugar. Haber encontrado un animal de producción que pudiera vivir en las ciénagas debió haber sido para el ganadero un acierto económico, aunque habría que decir, a su favor, que al igual que el búfalo no tiene idea del daño que está causando.
El Magdalena está entre los diez ríos del mundo que llevan más sedimentos al mar
La ciénaga de Barbacoas fue declarada área protegida por Corantioquia, como primer paso para conseguir la certificación internacional de humedales en buen estado de conservación. Obtener esta aprobación es motivo de prestigio en manejo ecológico y garantiza la ayuda de otros países para su gestión. En Colombia hay cinco sitios que han sido declarados Ramsar (Ramsar es una ciudad en Irán donde se configuraron los protocolos para los humedales del mundo) y Antioquia quiere tener el suyo. En este contexto, la idea es que la comunidad de Bocas de Barbacoas sea la encargada de vigilar la ciénaga para su conservación.
La comunidad está esperanzada en estos propósitos, pues implicaría un incentivo económico. Podrían, entonces, dejar de presionar a la ciénaga con sobre pesca. Además, habría otros beneficios provenientes del turismo ecológico, que serían para ellos fuente de empleo. Por ahora, lo que la señora Hortensia y algunos de sus vecinos expresaron es que esperan estar más y mejor involucrados en el proyecto. Sin embargo, es evidente que hay mucho por hacer con la comunidad, los ganaderos y la ciénaga misma, si se quiere llegar a la máxima categoría de reconocimiento internacional en humedales.
Deficiente conectividad del río con la ciénaga
En los buques a vapor que recorrían el Magdalena en el siglo XIX y parte del XX, la labor del piloto y el práctico era fundamental. A veces eran una misma persona, otras no. En nuestro caso, tanto Juan de Dios como don Rafa son viejos lobos del Magdalena. Son ellos quienes saben “leer” las partes profundas del río, así como los bajos que deben evitarse para no encallar. Si bien el río parece desde la distancia un solo canal profundo, en realidad tiene su propia geografía subacuática. De ahí la pericia y el cuidado con el que debe navegarse en aguas dulces tropicales.
Esta “geografía” interior del río se debe a la cantidad de sedimentos que lleva. El Magdalena está entre los diez ríos del mundo que llevan más sedimentos al mar. De no existir el gran sistema de ciénagas del Magdalena Medio, y más aún el de la Depresión Momposina, esa cantidad de sedimentos llevados al mar sería mucho mayor. Si no fuera por las ciénagas, los acueductos de las ciudades de la costa Caribe tendrían que gastar fortunas limpiando el agua que se toman sus habitantes.
Mucha parte de estos sedimentos se depositan en las ciénagas y en los canales que las comunican para devolver las aguas limpias al río. El gran problema es que en la cuenca del Magdalena cada vez se producen más sedimentos, pues lo que antes era bosque pasa a ser tierra cultivable, que es más fácilmente barrida por el agua recién llovida. Así pues, el río porta cada vez más sedimentos, que finalmente van a afectar esas conexiones fundamentales con las ciénagas.
Esta agua poco saludable para los peces es una de las pruebas que podían llevar a concluir acerca de la poca conectividad del río con la ciénaga.
Es una ilusión ver el río Magdalena de nuevo con sus buques de pasajeros y de carga, pero con la gran cantidad de sedimentos sería necesario estar sacándoselos permanentemente o, como se propone, canalizar algunas partes de su cauce para controlarlos. Todo esto se parece a la leyenda mítica del griego Sísifo, quien después de empujar una pesada piedra hasta la cima de una montaña, esta se rueda de nuevo y el trabajo debe hacerse ad infinitum.
Una vez entramos en la ciénaga el paisaje es sobrecogedor: un espejo de agua oscura pero tersa sumergida en un gran silencio, rodeado por verdes potreros. Pero, de nuevo, el corazón engaña. Las márgenes de la ciénaga, pantanosas por naturaleza, no deberían estar destinadas a potreros sino a bosque. Árboles enormes que quedan de ese pasado pueden verse a la orilla del humedal, como viejos solitarios que piden compañía. Devolverle a la ciénaga una margen en la que pueda respirar es uno de los retos para su conservación.
Las muestras de agua recogidas durante el recorrido por la ciénaga dicen que la concentración de oxígeno está muy por debajo de lo que debiera. Esta agua poco saludable para los peces es una de las pruebas que podían llevar a concluir acerca de la poca conectividad del río con la ciénaga.
Al romperse el equilibrio, las aguas de la ciénaga se estancan y la vida silvestre disminuye. Y poco a poco la creencia de que el lugar es malsano y sin vida comienza a ser cierta. De seguir así, la ciénaga se convertirá, ahora sí, en ese lugar muerto de donde se levantan malos olores y se crían los mosquitos con sus enfermedades. Los resultados de esta investigación permitirán comprobar si el sistema del Magdalena, que incluye al río y sus ciénagas, es afectado de manera agresiva en sus conexiones vitales. Un muy probable resultado afirmativo será una gran oportunidad para volvernos emprendedores en la protección del más importante sistema hidrológico de Colombia.
El reto: estimar cómo ha variado la conectividad río-ciénaga
Por Juan Darío Restrepo Ángel
Profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra de EAFIT.
La investigación en la ciénaga de Barbacoas es un proyecto del Área de Ciencias del Mar de la Universidad EAFIT con el Observatorio de Inundaciones Darmouth de la Universidad de Colorado y la financiación de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Parte del reto de este estudio consiste en estimar cómo ha variado la conectividad entre el río y la ciénaga en las últimas dos décadas, a partir de imágenes satelitales diarias y de datos en tiempo real de los caudales e inundaciones del río Magdalena con tecnología NASA.
El contexto de la hipótesis central es que el río ya no se comunica con Barbacoas con la misma frecuencia de antes, debido a diferentes impactos humanos como la erosión y posterior sedimentación de cauces y ciénagas, la desecación de canales y humedales para la expansión ganadera, y la deforestación de márgenes y pantanos fluviales. La alteración de esta conectividad genera grandes impactos en el ciclo hidrológico de la ciénaga; en las condiciones físico-químicas de las aguas y en su recambio temporal, esta última condición es la que permite oxigenar y evacuar los altos niveles de nutrientes y turbidez; y en la exportación de “alevinos” o crías de peces que salen de la ciénaga a formar las subiendas o temporadas de migración y pesca aguas arriba del Magdalena.
Resultados iniciales indican que Barbacoas, al contrario de lo que se creía antes de esta investigación, no recibe aguas del Magdalena durante todas las crecientes del río. Cuando el Magdalena ha estado en altos niveles a la altura de Puerto Berrío, la ciénaga no recibe esta señal de crecientes. Aún más, periodos de inundaciones durante eventos como La Niña no han mostrado aumentos del área superficial de agua de Barbacoas, condición que genera gran incertidumbre en cuanto a los niveles de alteración actuales de esta conectividad río-ciénaga.
Las conclusiones finales de esta investigación permitirán estimar en qué porcentaje se ha interrumpido esta conexión entre las aguas del Magdalena y la ciénaga de Barbacoas, y relacionar estos cambios con alteraciones antrópicas y del cambio climático regional. Este caso de estudio piloto en Barbacoas será extrapolado a otras ciénagas del Magdalena y de la Depresión Momposina para evaluar si la magnitud del cambio de conectividad es una señal del impacto ambiental y regional de toda la cuenca del río Magdalena.