Mónica María Vásquez Arroyave
Colaboradora
En su casa-finca La Malcontenta, en Envigado, no abundaban las comodidades ──y mucho menos había excentricidades── y hasta era inevitable que la humedad se fijara en los libros que habitaban su biblioteca. Eso sí, Alberto Iriarte Rocha se daba el lujo de pintar sus bodegones con la luz del amanecer; de contemplar su jardín florecido, con guayabos, mangos y naranjos, y de, llegada la tarde, leer algún libro, escuchar a Bach y fumarse unos cuantos cigarrillos Pielroja.
Así transcurrió su vida desde que tenía 50 años y se volvió para Medellín, desde Caracas (Venezuela), a una especie de exilio voluntario: con el tiempo y la calma suficientes para pintar en veladuras o capas, y con la presencia imperante de su esposa Eugenia Lince, rodeada siempre de gatos. También acompañado por su perro criollo y sus mayordomos, a quienes les daba la orden estricta de no dejar pasar a ningún visitante sin su previa autorización.
A uno de los que sí dejó entrar a su casa ──aunque no se sabe si se trata de un rumor── fue al nobel de literatura Gabriel García Márquez, propietario de uno de sus cuadros ──un bodegón con lechugas── y quien le decía ‘Mefisto’ “por el engaño de sus ojos luciferinos que no tienen que ver con su alma”.
“Él tenía una mirada muy particular que sobresalía dentro de los del grupo, en el colegio. Una mirada profunda, seria, severa. Entonces lo apodaron ‘Mefisto’, que es un personaje del Fausto de Goethe”, Juan Antonio Agudelo Vásquez, coordinador de Extensión Cultural de EAFIT.
“Porque él era una persona muy buena, pero, debido a que tenía ojos muy grandes y brillantes, sus compañeros del Colegio Gimnasio Moderno, en Bogotá, lo pusieron ‘Mefisto’, como si fuera un pequeño diablo”, relata Santiago Londoño Vélez, curador de la exposición En busca de Alberto Iriarte Mefisto, arquitecto, dibujante y pintor, exhibida en EAFIT entre marzo y abril de 2019.
Estos y otros hallazgos son el resultado de una búsqueda que emprendió Santiago hace cerca de diez años, guiado por su interés en un artista que, en sus palabras, trabajó deliberadamente por fuera de las corrientes principales del arte colombiano. En la exposición, se recuperaron cosas de su vida y obra que estaban perdidas y olvidadas, y que él nunca se interesó por dar a conocer.
No obstante, el investigador no logró conocer al artista, fallecido en 1993 a la edad de 73 años, y aunque Eugenia Lince Olózaga, su esposa, vive y está próxima a cumplir 100 años, sus condiciones le impidieron hablar con ella. Pero sí pudo entrevistar a sobrinos y otros familiares.
“Tras juntar las piezas dispersas de este rompecabezas se le puede mostrar al público otras formas distintas de ser artista en Colombia. Esta es una manera diferente de ser parte de la historia del arte. Por esto, estoy muy agradecido con la Universidad por haber encontrado valor en esta investigación, y haberla querido mostrar al público y publicar el catálogo”, expresa el curador.
Juan Antonio Agudelo Vásquez, coordinador de Extensión Cultural de la Institución, coincide en que, precisamente, esta muestra hace parte de la línea expositiva que propone hace años la Universidad, al tratarse del rescate de una figura que se impuso a sí misma un exilio para vivir en la periferia y no en el centro de la fama.
“Alberto Iriarte fue un arquitecto, pintor y dibujante que hubiera podido tener una carrera destellante y, de hecho, siendo tan periférico y marginal, logró un reconocimiento importante para su época, por fuera del país. Para EAFIT, es fundamental hacer este tipo de rescates para la historia del arte colombiano”, refiere Juan Antonio.
Esa distancia, en su concepto, obedece a que ‘Mefisto’ no estaba afanoso de pertenecer a ningún movimiento, sino que pintaba por pasión. De otro lado, trabajaba una técnica de los siglos XVII y XVIII que, para la época (décadas de los 70 y los 80), chocaba con las líneas de expresión de ese momento. Él retomaba o reestudiaba a Rembrandt y a Zurbarán y le imprimía un sello propio.
Por su parte, para Santiago, ese alejamiento que él deliberadamente buscó hizo que quedara apartado de la narrativa de la historia del arte colombiano. Pero, al mismo tiempo, le parece que ‘Mefisto’ demostró otras formas de ser artista sin involucrarse en las modas.
“En la época en la que ‘Mefisto’ estuvo activo, en Colombia estaban a la vanguardia el arte político, la abstracción y el expresionismo figurativo, y él se apartó radicalmente de esas tendencias. Pintaba como si estuviera en el siglo XVII. En la exposición se puede ver que era un pintor muy minucioso. Hacía exclusivamente bodegones de frutas y verduras, y los firmaba poniendo la figura de un insecto, un ratón o una mariposa”, explica el curador.
Otros trazos de su vida
Antes de llegar a La Malcontenta, ‘Mefisto’ tuvo un largo recorrido como arquitecto y dibujante, junto con su esposa Eugenia Lince quien, según el investigador, fue una de las primeras mujeres que se graduó de esa carrera en Colombia. Además, fue una de las mejores estudiantes de esa facultad, en la Universidad Nacional, lo que está respaldado por una carta de su archivo personal.
Iriarte tuvo un largo recorrido como arquitecto y dibujante, junto con su esposa Eugenia Lince.
“‘Mefisto’ tuvo una vida muy activa como arquitecto y no solo trabajó en Bogotá. En 1948, él y su esposa se fueron a vivir a Europa cerca de tres años. Luego, trabajaron mucho tiempo en Nueva York y terminaron su labor como arquitectos en Caracas. Estuvo muy influenciado por las ideas modernas de Le Courbusier y de su amigo José Luis Sert, un arquitecto catalán con quien trabajó en su oficina Town Planning Associates, en Nueva York (muy prestigiosa en los años 40 y 50)”, menciona Santiago.
Contrario a la soledad que elegiría años después, el arquitecto Iriarte, como era conocido entonces, sí tuvo contacto con mucha gente: trabajó en distintos planes de desarrollo urbano, trazados de vías, conjuntos residenciales, edificios, entre otras edificaciones, y esa faceta hizo parte de la narrativa cronológica en la primera de las tres partes de la exposición de EAFIT.
De hecho, el investigador precisa que muchos de los desarrollos urbanos actuales de Medellín se deben al Plan Regulador de Wiener y Sert (creado en 1950 por su amigo José Luis y por el arquitecto Paul Lester Wiener, para quienes trabajaron él y su esposa), en muchos de cuyos planos intervinieron tanto Eugenia como Alberto. Por esto, hay dibujos de este último sobre la capital antioqueña.
“Una vez Sert vino a la ciudad, en los años 70, a revisar los avances del Plan Regulador, y se encontró con ‘Mefisto’ después de muchísimos años de no haberse visto. En la exposición está una carta muy afectuosa que él le escribió a ‘Mefisto’, ya muy avanzadas sus edades, recordando el tiempo pasado en Medellín”, sostiene el curador sobre este arquitecto extranjero quien fue, además, amigo del pintor Pablo Picasso, diseñó el último estudio que tuvo el también pintor Joan Miró en Palma de Mallorca y fue muy cercano a todos los artistas de la época de la República Española.
En la exposición y en el catálogo también se exhibieron fotos de la reconocida Iglesia del Colegio La Salle de La Colina, en Caracas: una estructura con un armazón gigantesco de concreto, creada, en palabras de Londoño, muy bajo la influencia de Le Courbusier, el gran inspirador de toda la arquitectura moderna y sobre quien 'Mefisto' tenía una muy buena colección de libros, junto a otros de historia, arquitectura, literatura y arte (en inglés, español, francés e italiano). De estos, solo 135 se salvaron del abandono y la humedad de La Malcontenta, y fueron donados a la Universidad por sus familiares.
'Mefisto', el pintor
Aunque la producción pictórica de Alberto Iriarte no fue muy prolífica —tan solo pintaba tres o cuatro cuadros por año— el investigador Santiago Londoño recordó algunas exposiciones hechas por el artista. La más importante de estas fue en 1982, en la galería de Claude Bernard (París, Francia), en donde también tuvieron lugar las primeras exposiciones parisinas de los pintores colombianos Fernando Botero y Juan Cárdenas. A esta, la de su propia obra, ‘Mefisto’ ni siquiera asistió.
“Me sorprendió muy gratamente que la esposa, Eugenia Lince, hubiera conservado una serie de documentos que nos facilitaron para la exposición a través de su representante, el abogado Luis Carlos Zuluaga”, Santiago Londoño, curador de la exposición.
“El propietario de la galería conoció alguna vez unas obras de 'Mefisto' en el apartamento de Rafael Puyana, un músico colombiano que vivía en París, y quedó asombrado por su calidad pictórica. Entonces vino hasta Envigado y le compró todo lo que tenía disponible. Con esas, y otras pinturas prestadas, hizo la exposición de 1982. Esa fue la única importante que Alberto hizo en el exterior, más dos o tres en Colombia, pues casi siempre decía que no a ese tipo de propuestas”, manifiesta el curador.
Las de más renombre, en Colombia, fueron la que hizo en la casa de una señora bogotana llamada Elvira Martínez de Nieto, en los años 40. No volvió a exponer hasta 1977, en la Galería Esedé de Bogotá, propiedad de la esposa del industrial Julio Mario Santo Domingo.
“Rompe esta carta y fíjate si por ahí has dejado olvidada alguna de mis anteriores, y tírala también a la basura, que no me parece prudente dejar trasegando estas cartas. No porque contengan ningún secreto, pero sí demasiadas boberías, lo cual es peor”. Carta de 'Mefisto' a Cristina Gómez, 30 de mayo de 1984.
“'Mefisto' hizo parte de un círculo de amistades bogotanas a las que se acercó por medio de Elvira Martínez de Nieto, entre ellas la pintora Sofía Urrutia, Julio Mario Santo Domingo, Hernando Santos, Saúl García, Enrique Grau y una serie de personajes librepensadores que estaban, en cierta medida, aparte de la sociedad convencional bogotana de esos años”, afirma Londoño.
Así, junto con su esposa transcurrió su vida y, aunque algunos de sus familiares decían que ellos eran agnósticos y se habían casado por lo civil, Santiago cuenta que se casaron por lo católico en la Catedral de San Patricio, en Nue- “Rompe esta carta y fíjate si por ahí has dejado olvidada alguna de mis anteriores, y tírala también a la basura, que no me parece prudente dejar trasegando estas cartas. No porque contengan ningún secreto, pero sí demasiadas boberías, lo cual es peor”. Carta de 'Mefisto' a Cristina Gómez, 30 de mayo de 1984. va York. Esto lo supo porque Eugenia guardó su certificado de matrimonio toda la vida, y este estuvo puesto en la exposición.
“Esa era la vida que ellos querían llevar: aislados de todo. En la exposición hay frases que reflejan muy bien el espíritu ermitaño de 'Mefisto'. Él decía que para pintar no se necesitaba contar con la ayuda de nadie y que, en cambio, la arquitectura era un trabajo colectivo que requería la participación de mucha gente. Sostuvo que se cansó de esas actividades de arquitecto y decidió venirse a encerrar en Envigado, a pintar naranjas y limones”, puntualiza el investigador.
La exposición
Luego de unos diez años de investigación, Santiago Londoño, investigador y curador de la exhibición En busca de Alberto Iriarte, Mefisto, arquitecto, dibujante y pintor, logró recopilar material para ofrecer un recorrido por la vida y la obra del artista, tanto como arquitecto como pintor y dibujante, con una narrativa desarrollada a lo largo de los tres espacios en el Centro de Artes de EAFIT.
El primer espacio, dedicado a la arquitectura (entre 1920 y 1970); el segundo, a la pintura y el dibujo; y el tercero, el salón central, enfocado a la vivienda de ‘Mefisto’ en Envigado ──a la que, de acuerdo con Santiago, llamaba La Malcontenta como alusión irónica a Villa Foscari, un palacio renacentista muy grande y lujoso que estaba en contraposición a la casa sencilla y elemental donde vivía 'Mefisto'──.
En la mitad de la sala central se dispusieron varios documentos de gran interés, como un conjunto de 64 cartas que se escribió 'Mefisto' con una galerista que él tuvo en Medellín. “Son muy interesantes porque tienen una caligrafía muy bonita y porque todas las cosas que comenta ‘Mefisto’ dejan entrever esa personalidad tan apartada y solitaria que tenía, a la vez tan necesitada de comunicarse con quien le pudiera prestar atención”, apunta Londoño.
También se pudo ver una serie de libros de su biblioteca y diversos documentos iconográficos exhibidos en vitrinas: fotos personales, pasaporte, licencia de conducción, una cajetilla de cigarrillos, una nota autobiográfica, una acuarela muy antigua que hizo su esposa, entre otros objetos dispuestos a la par con su tocadiscos, unos vinilos y una de las paletas que usó para pintar.