La difícil situación que vivimos en Colombia nos duele y confronta. ¿Cómo encontrarnos en la diferencia? ¿Cómo rechazar la violencia sin generar más? ¿Cómo tramitar la desesperanza, la tristeza, el miedo, la ansiedad y los desencuentros que producen lo que estamos afrontando como país?
La universidad es, por antonomasia, el espacio de la educación y la libertad. Y si nos acogemos a esta premisa, debemos entender que nos ampara el respeto por la diferencia, por lo diverso y por lo único. Nos ampara la voz que se despierta en cada uno de nosotros.
Quiero preguntarles: si la academia le teme al debate, la conversación, la escucha… ¿qué nos queda? No le temamos al diálogo, hoy más que nunca, el país nos reclama escucha, entendimiento, empatía y esperanza, conceptos todos recogidos en uno solo: el diálogo con grandeza.
Es el momento para abrazar. Y es extraño decir esto justo cuando una pandemia nos impide extender los brazos, acoger y reconfortar al otro. Pero hay otras formas de abrazar, a través de la palabra; el lenguaje medido, sensato, respetuoso y preciso; a través de la escucha comprensiva; y, sobre todo, con el gesto amoroso ante la diferencia.
Abrazar es alteridad, es ponernos en los zapatos del otro, imaginar cómo se siente y desde dónde ve el mundo; abrazar, es apreciar sin juzgar… Es protegernos como comunidad universitaria y encontrarnos en lo que nos une más que en lo que nos distancia. ¿Qué tal, por ejemplo, aferrarnos a ese espíritu de aprendices que compartimos?
Aferrarnos a lo que sabemos hacer y para lo que nos reunimos cuando elegimos estudiar: hacer preguntas, generar reflexiones y buscar caminos de solución. Todos estos días, alrededor de las reuniones entre estudiantes y docentes en nuestras diferentes Escuelas, hemos podido vivir el más grande de los laboratorios de democracia, una verdadera cátedra de participación y diálogo. Esto no ha sido fácil, ha generado miedos, marcado diferencias, creado tensión, pero eso sí, nos ha conmovido a todos, nos ha acercado, nos ha permitido conocernos mejor. El desahogo y la conversación han aclarado caminos.
Y tal vez ese sea el valor más grande que podemos ofrecer desde la Universidad al país, mostrarle que, sin prevenciones, pensando en el otro como un interlocutor válido, tras horas de reunión, de escucha paciente, de orientaciones, de recoger inquietudes y tratar de tramitarlas, se puede crear un diálogo. Que las mejores ideas salen de conversaciones basadas en la confianza, de conversaciones largas y continuas.
Porque El Ágora, uno de los símbolos de nuestra querida EAFIT, es la representación del poder de la conversación, de la deliberación, es también la Universidad entera. Un ágora más grande, amplia y abrazadora que nos permite cultivar la democracia que ahora nos grita para reclamar cuidado, garantías y defensa. Son nuestros jóvenes, nuestros estudiantes, quienes reviven el eco profundo de la EDUCACIÓN, despertar la voz.
Claudia Restrepo Montoya
Rectora de la Universidad EAFIT