Hace 25 años, en marzo de 1990, los ideales políticos de un grupo de estudiantes pasaron de la palabra a la acción, a través de la Séptima Papeleta, un movimiento que marcaría el devenir del sistema constitucional del país, y se convertiría en un hito en la historia reciente de la democracia colombiana.
“La Séptima Papeleta fue una propuesta surgida de los estudiantes universitarios colombianos en las elecciones que el Estado de Derecho había convocado para el 11 de marzo de 1990”, explica Adolfo León Maya Salazar, profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT.
Ese año, según el docente, el país estaba bajo la tutela del entonces presidente Virgilio Barco Vargas, quien había comenzado unos procesos de acercamiento y definido una política de paz, con el propósito de finalizar el conflicto por la vía de la reinserción, a cambio de la favorabilidad política a los movimientos alzados en armas.
“Para los años 90 el contexto del país estaba definido por la agudización de la violencia como instrumento de presión por parte del narcotráfico y por el consabido conflicto armado interno, con movimientos guerrilleros como las Farc, el ELN, el EPL, el Quintín Lame y el M19”, sostiene.
Hasta entonces, menciona que Colombia estuvo regida por los presupuestos de la Constitución de 1886, en la que no había un reconocimiento al mecanismo de la Asamblea Constituyente para que el constituyente primario, es decir el ciudadano, replanteara y cambiara ese orden constitucional.
“Para esas elecciones eran seis las papeletas oficiales que un ciudadano, en uso de su derecho al voto, debía introducir en las urnas para la elección de Senado, Cámara de Representantes, Asamblea Departamental, juntas administradoras locales (JAL), Concejo Municipal y Alcaldías. El movimiento estudiantil propuso incluir una séptima papeleta en la que se dejara expresa, políticamente, la necesidad de una reforma constitucional mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente”, comenta el profesor.
Aunque la pronunciación de los estudiantes para que se incluyera una séptima papeleta no tenía el aval jurídico, cerca de dos millones de colombianos expresaron a través del voto la necesidad de una reforma a la Constitución, razón por la que la Corte Suprema de Justicia le dio el reconocimiento como una expresión que no era prudente desconocer y autorizó una consulta para realizar una Asamblea Nacional Constituyente, lo que dio origen a la Constitución de 1991.
El poder de la participación
Este acontecimiento, en opinión de Maya Salazar, representó un triunfo de lo político sobre la política, dado que el país estaba sumido en una profunda conmoción por los asesinatos selectivos y el terrorismo indiscriminado practicado por la guerra de Pablo Escobar contra el Estado, mientras que Gustavo Duncan Cruz, docente del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, lo califica como un acto de madurez promovido por el mismo grado de indignación del país.
“Esto creó un clima favorable a una salida política negociada, e incluso el mismo narcotráfico quiso que la consulta también incluyera la pregunta por la extradición, lo que se consideró en el ejercicio de la Asamblea Nacional Constituyente y, en efecto, en la Constitución aprobada en 1991 quedó proscrita la extradición de colombianos”, relata Adolfo León Maya.
Para el profesor, el hecho de que los estudiantes lograran provocar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente en respeto de los parámetros democráticos, constituye un momento paradigmático en la vida política colectiva de los colombianos, en el que darle la espalda a esa expresión era una manera de seguir ahondando en la falta de legitimidad que la clase política había acumulado desde el Frente Nacional.
“El momento culmen es la redacción de una nueva Constitución moderna, incluyente, que invoca la democracia participativa y a la inclusión de toda la generación de los derechos sociales, políticos, económicos, culturales, ambientales y humanos. Esto hace que la Séptima Papeleta se reconozca como un movimiento social y político exitoso, y de una gran trayectoria en la vida política nacional”, asegura.
Por su parte, Duncan Cruz opina que la Séptima Papeleta fue, en esencia, una demostración de que la movilización de sectores, ya no estrictamente de protesta social sino de renovación, como estudiantes y clases medias, también puede tener efectos importantes en la esfera política.
La gran lección que deja este hecho para el país, desde la perspectiva actual, se resume, para Adolfo Maya, en que optar por lo político es una opción que permite transformar los conflictos.
“La vía cruenta, armada y del uso de la violencia produce drama y legitima el atraso de cualquier país, pero la iniciativa política de transformar la diferencia y el conflicto de posiciones por medio del acuerdo y del consenso, es un buen camino para alejarnos de cualquier opción de guerra o de violencia sistemática. Puede haber un diálogo entre el derecho y lo político muy oportuno para no dejarse seducir por las salidas de hecho”, concluye Adolfo.
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Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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