Antes de las elecciones de los años más recientes -de tarjetones diseñados, cédulas registradas y mecanismos tecnológicos para agilizar los escrutinios-, los comicios electorales tenían el color de la tinta indeleble roja y la forma de las papeletas.
Las primeras veces que Jorge Giraldo Ramírez, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT, votó, hace unos 40 años, tuvo que recoger una papeleta ofrecida en casetas por los partidos o las campañas, en las afueras de los puestos de votación –papeletas impresas por particulares o por los partidos- y, luego de la elección, salía con su dedo índice marcado con tinta roja, en señal de que había cumplido con su participación.
“Ese era el mecanismo legal que se establecía para que uno no repitiera la votación. Era una época en la que la participación electoral era más baja, había menos filas en los puestos de votación y mucho más folclor y ruido en las afueras de los puestos de votación, porque no se había prohibido el proselitismo, la bulla, el carnaval”, recuerda el Decano.
Ese júbilo lo presenció, por primera vez, Santiago Leyva Botero, jefe del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, en 1982, cuando todavía era un niño, y tras el triunfo de Belisario Betancur sobre Alfonso López Michelsen, las calles de la avenida El Poblado eran un bullicio de pitos y algarabía, por el rechazo que generaba López.
“Los que ganaron salieron pitando en las calles como si fuera una celebración de un partido de futbol, es una sorpresa para un niño que apenas está descubriendo el mundo y ve como la gente se mueve alrededor de unas elecciones, de un triunfo, de lo que significa eso y lo que trae para las vidas de las personas, porque finalmente la política también implica transformar el mundo”, opina Leyva.
Esa transformación implicó, según el profesor, un cambio radical en la manera de gobernar que traía Turbay, mucho más radical y significó la apertura de un proceso de paz y la minimización de las prácticas clientelistas.
A la memoria de Adolfo León Maya Salazar, profesor del Departamento de Humanidades de EAFIT, las elecciones llegan como una expresión de devoción religiosa. “Veo en mi padre que votar era como una versión secular de comulgar en el mundo de la religión, era cumplir con un acto investido de toda la ceremonia: el ritual de vestirse bien, hacerlo temprano, no dejar de votar, y no existía en la geografías de la cultura política votar en blanco”, refiere Adolfo.
Otro de los cambios que advierte el profesor, es que este mecanismo de elección popular ha ido escalando otras expresiones cívicas y políticas que son respetables y que tienen una argumentación para hacerlo de ese modo.
“Yo en mi padre tengo el referente de lo que significaba votar y con sus años, y su ausencia, encuentro otros comportamientos que él no tuvo porque hacía parte de una Colombia más rural y no de una Colombia urbana a la que pertenezco, en la que se incluyen otro tipo de razonamientos para ejercer el derecho al voto, como no moverse en partidos sino en movimientos y ser cuidadoso y leal al carácter de la propuesta”, menciona Maya Salazar.
Los cambios para bien o mal
Para Adolfo León Maya, los cambios técnicos en los procedimientos de elección en general son muy positivos, y los negativos tienen que ver con la práctica e inexistencia de los partidos políticos, la inexistencia de programas e ideas, donde la carta de presentación es la foto del candidato con un tema vacío y un mercadeo político insustancial que se presenta en la mayoría de los casos.
Santiago Leyva, jefe del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de EAFIT, considera que en estas elecciones el centro de atención ha estado un poco desviado de la contienda, prevaleciendo sobre todo en los temas nacionales y, en especial, en los relacionados con el proceso de paz. “Hay un buen porcentaje de los electores que todavía están por decidirse. Las últimas encuestas muestran que cerca de una quinta parte de los electores todavía tienen que decidir, entonces hay un margen para sorpresas”.
De esa forma, para él estas elecciones locales van a llevar a entender cómo se ha transformado el mapa político, sobre todo alrededor de la disputa entre Centro Democrático y la Unidad Nacional, y la otra pregunta es cómo sigue la fuerza del fajardismo, y cómo se perfila para las elecciones presidenciales de 2018.
Por su parte, Maya advierte un cambio en la cultura política de los jóvenes. Recuerda que cuando participaron en política en los años 60 y 70 lo hicieron muy desde la óptica y la convocatoria del discurso y la plataforma de izquierda. “El Frente Nacional cerró el espacio para que la izquierda democrática tuviera ocasión a participar y lo que hubo fue fundamentalmente una asociación de una izquierda armada y con ello fue una negación de la política”.
El docente considera que “hoy los jóvenes participan en política pero de forma más notoria hacia unas expresiones de conservadurización. Veo muchos jóvenes participando en política pero justamente en propuestas de iniciativas muy desde la derecha, es decir, el espectro se movió y los cambios son indudables en términos sociales económicos y políticos”.
Mayores informesAlejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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