Desde antes de comenzar la habitual jornada escolar, los estudiantes del colegio Fe y Alegría, ubicado en el barrio Popular Uno, uno de los más humildes en el nororiente de Medellín, sabían que el día sería distinto: como pocas veces, saldrían de la escuela para ir a la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, en el Jardín Botánico, un lugar dentro de la misma ciudad casi desconocido para muchos de ellos.
“Cuando nos dijeron que íbamos para la Universidad de los Niños de EAFIT, en la Fiesta del Libro, imaginé que era un lugar al aire libre donde todos nosotros podíamos venir a aprender”, expresa con timidez Emily Montoya, quien a sus 9 años de edad cursa el tercer grado, siendo una de las más pilas de la clase.
Antes de entrar a la carpa azul de la Universidad de los Niños, un espacio creado dentro del Jardín Botánico que sirve de aula para este programa educativo de la Institución, los estudiantes de Fe y Alegría lucen curiosos.
En el lugar talleristas eafitenses, que hacen parte de esta iniciativa que desde hace más de una década cultiva la ciencia y la investigación entre los escolares, los reciben con canciones y juegos lúdicos. Con preguntas científicas como ¿por qué se vive en el trópico?, ¿por qué somos diferentes las personas? o ¿qué lenguas se hablan en Colombia? realizan dinámicas donde los niños aprenden mientras se entretienen.
“Lo interesante de espacios como la Fiesta del Libro es que es incluyente para la ciudad, pues permite que participen diferentes públicos. Es un reto cómo nos acercamos a ellos para que les quede algo de la ciencia de una manera distinta, que sientan que son ellos quienes construyen el conocimiento”, reflexiona María Andrea González, coordinadora de proyectos de ciencia en la Universidad de los Niños y tallerista en el encuentro literario.
Por medio de juegos, preguntas, la experimentación y espacios de conversación, los estudiantes se acercan a la realidad desde el conocimiento científico. Durante una hora, asuntos como la identidad y la diversidad de los seres humanos, la influencia de la geografía en la forma de vida de las personas o las lenguas nativas y olvidadas de Colombia son tratados por los talleristas.
“Lo mejor de todo esto es que aprendimos cosas que no sabíamos, como que existen 68 lenguas indígenas en Colombia como la wayú o la sáliva. Aprendí hasta una nueva palabra que es ´icola´, significa escuela”, cuenta entusiasmado Johan Calle, estudiante de la Institución Educativa San Benito, ubicada cerca del centro de la ciudad.
Durante cada jornada de la Fiesta del Libro, a la carpa de la Universidad los Niños llegan más de 200 niños que, como Emily y Johan, buscan una nueva experiencia pedagógica. En este espacio participan tanto las instituciones educativas que previamente se han inscrito como otros grupos que aparecen espontáneamente.
Para docentes como Juan Maya, maestro de español en el colegio San Benito, este tipo de encuentros culturales y académicos con la Universidad son un aporte para la transformación social del país, justo de la mano de la ciencia y la literatura. “Desde aquí puedo hacer un diagnóstico de ciertas habilidades que uno no está trabajando dentro del aula de clase. Yo les inculco mucho la literatura, porque es una forma de transformar las realidades, de convertir las situaciones difíciles, adversas, en algo estético, en algo bello”, señala el profesor.
Diana Cristina Jiménez, docente del colegio Fe y Alegría, resalta la labor de la Universidad de los Niños, programa que apenas conoció al llegar a la Fiesta del Libro porque considera que “en la parte académica estos talleres son muy valiosos. Sabemos que para ellos todo lo que puedan observar, vivenciar o conocer en otros espacios es mucho más productivo que tenerlos dentro de un aula de clase, y más para estos niños, que ni siquiera conocían este lugar”, expresa la profesora de primaria.
Libros para todos los gustos
“Como yo soy estudiante de ingeniería, me dijeron que en este lugar podía encontrar los libros que necesito para mi carrera y una de las publicaciones que más me llamó la atención fue una sobre la construcción de máquinas que llegó de una editorial de una universidad de Valencia (España)”, dice Juan Andrés Zuleta, estudiante de la Universidad Nacional que visita el Salón Iberoamericano del Libro Universitario, otro de los espacios de la Fiesta en los que se pueden encontrar verdaderas novedades.
Este Salón, que desde hace tres años acompaña la Fiesta del Libro gracias a la gestión de las universidades del G8, cuenta con cerca de 4900 novedades de 240 fondos editoriales universitarios, lo cual se convierte en una buena fuente de conocimiento no solo para investigadores académicos sino para amantes de todo tipo de literatura.
“Son más de 12 categorías del conocimiento. Desde arquitectura hasta libros especializados en ingeniería, ciencias exactas, agropecuarias, ciencias sociales. Derecho tiene una de las muestras más grandes. Aquí la gente nos consulta textos de distintas temáticas, muy especializados que en otras partes no se logran conseguir. Buscamos que la producción editorial académica y universitaria llegue a muchas personas”, manifiesta Julián David Alvis, coordinador del Salón Iberoamericano en la Fiesta del Libro.
Los distintos textos académicos y culturales que se editan en lugares como México, Costa Rica, Argentina, Brasil, España y Colombia pueden encontrarse en las estanterías de esta muestra, que cuenta además con la presencia de las editoriales universitarias más importantes del país como la Editorial EAFIT que destaca dentro del estand de literatura con las novelas Baila Sarah, baila y La piel sagrada, de los escritores Orlando Arroyave y Juan Carlos Pino.
La Editorial EAFIT y sus novedades
Rubén Darío Vasco Mejía, librero de la Editorial EAFIT, señala que durante los días que van de fiesta el público ha ido aumentando por las novedades que este año trae la editorial universitaria. “Hay como una constante y es que los libros de Fernando González y Gonzalo Arango siempre es lo que más atrae al público. Pero este año se trajeron muchas novedades, como Cabos sueltos, de Eduardo Escobar. O Los pasos del escorpión, de Julio César Londoño, un ensayista caleño muy reconocido”, dice el librero.
En el estand de la Editorial, ubicado en una de las calles de Carabobo, se encuentran publicaciones desde la novela y el cuento, hasta la crítica literaria, el ensayo, el arte y temas académicos. Entre las obras más interesantes, señala Rubén que en la Colección Bicentenario se encuentra una recopilación facsimilar de algunas revistas que circularon con el nombre de Letra y Encajes, escrita por mujeres entre los años 1920 y 1960.
“De Óscar Castro, un escritor antiqueño tenemos El viaje más corto. O Las cartas a Simón, de la colección biblioteca Fernando González. En la colección Debajo de las estrellas están los cuentos de Harold Kremer. Y también tenemos a Fanny Buitrago, una escritora barranquillera que hace rato no aparecía al público”, concluye el librero de la editorial EAFIT.
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Alejandro Gómez Valencia
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