El español es una lengua viva en cuya formación han influido otras como el griego, el latín, el portugués, el árabe, el francés, el italiano, el inglés, el catalán, el gallego y algunas indígenas americanas. En la actualidad, el idioma está permeado por el uso frecuente de nuevos extranjerismos de origen contemporáneo, una situación a la que no es ajena la información que se lee en Medellín y Colombia, relacionada con destacados eventos económicos, culturales, tecnológicos, políticos y académicos que se realizan.
Términos como big data, community manager, commodities, nesting, master, climate fiction, tablet, Smartphone o stand-by aparecen en medios de comunicación, redes sociales y conversaciones cotidianas, y dejaron de limitarse a congresos, aulas, oficinas y otros espacios en los que iniciaron su vida como voces especializadas o enmarcadas en un área específica del conocimiento.
Y es que en ciertos ámbitos, relacionados con la academia y la tecnología, el uso de estas expresiones es válido, en opinión de Alba Clemencia Ardila, docente de hermenéutica literaria y literatura contemporánea en EAFIT, e integrante del grupo de investigación Estudios sobre política y lenguaje, "pues deriva de la necesidad de usar un metalenguaje que les es propio. Esas disciplinas exigen un código que valida su utilización, el cual no se evidencia si nos trasladamos al uso común del lenguaje, en donde ese tipo de expresiones obedecen a intereses no académicos".
De hecho, algunas entidades e instituciones como la Real Academia Española (RAE) y la Fundación del español urgente (Fundéu BBVA) invierten tiempo, energía y recursos académicos y de comunicación para velar por el uso adecuado de estas expresiones. En su empeño, proponen castellanizarlas y restringen, de paso, el uso de letras como la "w" y la "k", presentando expresiones como "güísqui" para referirse al licor.
En ese sentido, Alba Clemencia considera "un gasto de energía innecesario el limitar estas expresiones, pues desde las mismas disciplinas se generan términos para nombrar nociones y conceptos provenientes de un idioma original, y no siempre la castellanización de los mismos dará cuenta de manera completa, en su traducción, de su contenido semántico".
La discusión sobre abrazar la naturaleza dinámica de la lengua, como un organismo en evolución, o defender su pureza y evitar al máximo la entrada de anglicismos y otros vocablos de origen extranjero adquiere relevancia ad portas del Día del Idioma, cuya celebración se dará este domingo, 23 de abril, para conmemorar la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra -autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha- ocurrida el 23 de abril de 1616.
Lenguas vivas
Para la RAE, lo más importante es el uso de la lengua, pues este da origen a la norma en una relación de doble vía que desemboca en la prescripción de formas específicas de utilizar cada término. Así lo considera Mauricio Vélez Upegui, docente del Departamento de Humanidades de EAFIT e integrante del grupo de investigación Estudios en filosofía, hermenéutica y narrativas, quien advierte que son las personas quienes toman la decisión de aceptar o no los planteamientos de esos organismos.
En palabras del experto, "un uso determinado de un vocablo, establecido por la RAE, puede ser ignorado por los usuarios de la lengua, así como algunos no se han vuelto normativos, pero terminan constituyéndose en una especie de norma popular. En última instancia, creo que lo que termina imperando es el uso mayoritario de las expresiones, y eso lo sabe la RAE".
Dicho organismo acepta, en su página de internet, que todos los idiomas se han nutrido de aportaciones léxicas de otras lenguas, un fenómeno que en otros ámbitos recibe el nombre de préstamo lingüístico. Sin embargo, propone normas para tratar los extranjerismos en el uso cotidiano del español.
Al exponer sus argumentos, la RAE señala que "los extranjerismos no son rechazables en sí mismos. Es importante, sin embargo, que su incorporación responda en lo posible a nuevas necesidades expresivas y, sobre todo, que se haga de forma ordenada y unitaria, acomodándolos al máximo a los rasgos gráficos y morfológicos propios del español".
No obstante, según el concepto de Mauricio Vélez, el uso de estas voces se da en casos excepcionales y configura un espectro de expresiones que no van en contra de la estructura y el funcionamiento del idioma. Para él, "las lenguas son dinámicas y permiten ese tipo de hospedajes, de lo contrario no podríamos justificar por qué en otros contextos, como el filosófico y el político, se hayan acuñado expresiones que no proceden del inglés sino del latín y el griego. Pero parece que cuando vienen de esas lenguas, mal llamadas muertas, sí son tomadas en cuenta como adecuadas. Eso delata un asunto más de ideología que de funcionamiento. Yo no veo problema en la permanencia de esas expresiones cuyo uso creó ciertos modos de llamar a nuevos fenómenos".
Alba Clemencia y Mauricio coinciden en que la lengua refleja los cambios de la vida social, histórica, política y cultural de un grupo humano, así como en lo absurdo de intentar limitar el cauce natural de las palabras y sus diferentes niveles de sentido. No obstante, defendieron la existencia de entidades que, como la RAE o la Fundéu, tratan de estandarizar el uso del léxico.
La docente, finalmente, considera que "estas instituciones deben permanecer, porque hay ciertos límites a respetar, especialmente en contextos académicos y formales, pero sí deben replantearse los alcances de su normatividad".
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Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
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