Árboles con hojas rojizas, seres con visión infrarroja, siluetas de otros planetas surcando el cielo a alta velocidad, una serie de escenas recreadas en mundos en donde la vida adquiere nuevas posibilidades... En los últimos años pocas noticias han causado tanto impacto en la imaginación de la sociedad y en la especulación científica como el hallazgo de los siete planetas, con tamaños similares a la Tierra, y cuyas órbitas circundan la estrella enana Trappist-1.
La pregunta sobre la vida en otros planetas vuelve a ser, pues, titular en la prensa mundial, y la posibilidad de que las condiciones energéticas y de proximidad entre los cuerpos celestes de este sistema faciliten la presencia de agua en estado líquido permite augurar la existencia de sistemas biológicos similares a los de la Tierra. Las respuestas a esa posibilidad pueden ser muy difusas, pero ayudan las luces que entregan Nicolás Pinel Peláez, docente del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT y Ph.D. en Microbiología con especialización en astrobiología; y Jorge Iván Zuluaga Callejas, coordinador del pregrado en Astronomía de la Universidad de Antioquia.
Jorge Iván advierte que "es muy importante aclarar que no tenemos ni idea de cómo son esos planetas. Solo conocemos su tamaño y como se mueven alrededor de su estrella. Hay imágenes en internet de artistas que los representan y muestran, por ejemplo, cómo se vería el cielo, pero son especulativas y no tienen asidero en la realidad".
No obstante, el poder observar en el horizonte varios planetas, algunos como puntos brillantes y otros a la manera en que se ve la Luna desde la Tierra, así como a Trappist-1 un poco más grande de como se ve el Sol, sería una posibilidad si, de manera hipotética, se asume que un ser humano se encuentra en el planeta D del sistema descubierto -el tercero más cercano a la estrella y con una superficie probablemente muy parecida a la de este mundo-. Dicha vivencia transcurriría en medio de un ambiente rojizo y oscuro.
Así lo asegura el científico, quien agrega que en los siete planetas hay agua en estado sólido, gaseoso y líquido, pero solo en tres de estos parecen estar dadas las condiciones para que esta permanezca líquida. “Estos últimos están en la zona alrededor de la estrella en donde si ubicas una roca con atmósfera la superficie de esta permanece en estado líquido. Yo la llamo la zona de aguabilidad, aunque se refieren a esta en los medios como zona de habitabilidad".
Posibles adaptaciones
Otras visiones, como la de Nicolás Pinel Peláez, docente del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT, apuntan a que la distancia entre los planetas y Trappist-1 no es señal de que en los otros cuatro cuerpos celestes no haya agua líquida. El científico pone como ejemplos a Europa, el satélite de Júpiter, en donde la evidencia sugiere que hay un océano bajo una capa de hielo de entre uno y diez kilómetros de espesor, y a Encélado, la luna de Saturno, en cuyo polo sur se ha percibido la expulsión de chorros de agua caliente a manera de géiseres.
Tampoco hay razón para excluir, en palabras de Pinel, "la posibilidad de actividad geotérmica en los planetas del sistema Trappist-1, que sirva de fuente de energía a lo que podría llegar a desarrollarse como una forma de vida, aunque sin datos específicos sobre la composición interior del planeta no podemos decir si hay actividad tectónica productora de dicha energía. Pero, si hay agua, ya hay un requisito indispensable para pensar en la vida".
De hecho, condiciones como la luz infrarroja proveniente de Trappist-1 no son obstáculo para la propagación de la vida como se conoce, pues, de acuerdo con el docente de EAFIT, en la Tierra hay cianobacterias capaces de absorber longitudes de onda cercanas al lado infrarrojo del espectro, así como ecosistemas sin dependencia de luz solar. Es el caso de las fumarolas oceánicas, por las que fluyen químicos provenientes de las profundidades terrestres que proporcionan a diversos organismos energía equivalente a la del Sol.
El docente señala que en los exoplanetas descubiertos, ubicados a 40 años luz de la Tierra, es decir, a 378,4 trillones de kilómetros -una distancia que con la tecnología terrestre actual tardaría 300.000 años en recorrer-, podrían existir formas de vida con pigmentos capaces de capturar y utilizar la energía lumínica infrarroja, o con formas diferentes de capturar energía.
Además, la biología en los planetas del sistema Trappist-1 deberá estar adaptada a la franja de transición entre ambos hemisferios, uno de los cuales sería muy caliente, al contrario del otro, en donde el frío sería extremo. Esto debido a que estos cuerpos celestes podrían tener anclaje de marea, es decir, estarían siempre dando la misma cara a la estrella central. Eso implica la presencia de días y noches eternos a lado y lado de cada planeta, así como la alta probabilidad de encontrar agua líquida en dichas franjas.
Y es que una de las acciones a realizar para estar seguros de la existencia de la vida es, de acuerdo con Nicolás Pinel, "verificar si hay en estos exoplanetas una atmósfera capaz de generar la presión suficiente para retener el agua líquida en ese estado y, de esa forma, evitar su evaporación. Pero necesitaríamos poder estimar sus masas para saber si realmente, con el tamaño que se les predice, son rocosos o gaseosos. Para esto, debemos ver cómo su gravedad influye en el pequeño movimiento que la estrella experimenta cuando se mueven a su alrededor".
Por lo pronto, se requiere un telescopio más grande y ubicado en el espacio para responder el universo de preguntas que aún persiste, un proceso que podría iniciar, en opinión de Jorge Iván Zuluaga, a finales de 2018, con el lanzamiento del telescopio James Webb, “el cual podrá ver la luz de esta estrella con todo detalle, cuando los planetas pasen por delante. Pero hay que esperar dos o tres años para empezar a ver los resultados".
Agua y vida
Sobre la tendencia científica de buscar vida en ambientes similares a los de la Tierra y no concentrarse en posibilidades completamente diferentes, Nicolás Pinel Peláez, docente del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT, explica que se trata de un asunto de pragmatismo. "Como el espacio de posibilidades es tan amplio, sabemos al menos en qué tipo de lugares buscar la vida como la conocemos, pues entendemos las señales que esta dejaría y los requisitos para su existencia. Es una estrategia para enfocar los esfuerzos y reducir la especulación". El científico agrega que no se trata de descartar la existencia de formas alternativas de vida, pero la evidencia señala que un solvente facilitador de difusión y reacciones químicas, como el agua, es requisito para los procesos biológicos.
Danza planetaria
Las implicaciones de que los planetas de Trappist-1 estén tan cercanos entre sí y sus órbitas pasen tan cerca de la estrella central -haciendo posibles años equivalentes a entre 1,51 y 12,35 días terrestres- son explicadas por Jorge Iván Zuluaga Callejas, coordinador del Pregrado de Astronomía de la Universidad de Antioquia, desde el punto de vista dinámico: “La gravedad entre ellos hace que su movimiento esté relacionado. Por ejemplo, un planeta de estos da tres vueltas alrededor de Trappist-1 en exactamente el mismo tiempo en que otro da dos vueltas, es decir, interpretan juntos una coreografía alrededor de la estrella”.
Sin embargo, para el experto, la implicación más interesante es de naturaleza astrobiológica, pues la cercanía y los movimientos sincronizados hacen la vida pueda propagarse más fácilmente a través de fenómenos como impactos de asteroides. “Si un meteorito impacta uno de estos planetas y, en las rocas que salen disparadas, viajan bacterias y otros organismos vivos, es muy probable que caigan en los planetas vecinos y prosperen allí”.
Mayores informes
Alejandro Gómez Valencia
Periodista Área de Información y Prensa EAFIT
Teléfono: 2619500 ext. 9931
Correo electrónico: jgomez97@eafit.edu.co