Convertir espacios de ciudad, de apartamentos y de casas, en jardines agradables a la vista y cuyas plantas puedan usarse para una alimentación saludable y responsable con el medio ambiente es no solo sencillo sino también divertido, todo por cuenta de los jardines urbanos comestibles, una forma de autoabastecimiento de alimentos que toma fuerza en Medellín.
Una iniciativa en este sentido se promueve en EAFIT, a través de la Red de jardines comestibles para la producción local, la educación y el mutuo cuidado, una de las propuestas ganadoras del concurso institucional Ser Audaz 2016, y cuya implementación ya comenzó en espacios como el Jardín Efímero y la quebrada La Volcana, cercana a la placa deportiva del campus.
Sembrados de tomates y lechugas, rábanos, albahaca y maíz se extienden en un área de 40 metros cuadrados bajo el cuidado de 50 estudiantes del Núcleo de Formación Institucional en Cultura Ambiental de la Universidad, y con la guía y supervisión de Rosana Arismendi Mejía, Laura Sierra Zapata y Alejandro Álvarez Vanegas, profesores del Departamento de Ingeniería de Procesos, así como de Carlos Miguel Cadena Gaitán, del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) y los expertos de Innovación EAFIT y el Departamento de Planta Física de la Universidad.
"El hecho de cuidar los jardines, y reconocer que las plantas son seres vivos cuyo buen estado, sabor y propiedades nutritivas reflejan los cuidados que se les entregan, ayuda a promover la educación y el mutuo cuidado —explica Alejandro Álvarez—. Además, al uno cultivar sus propios alimentos no está usando agroquímicos o pesticidas peligrosos para la salud. Eso permite ver con qué nos alimentamos y adquirir consciencia de la contaminación presente en muchos productos procesados".
Para el docente, la puesta a punto de un jardín urbano, que en EAFIT permitirá producir 200 kilos de alimentos por semestre, puede funcionar como terapia y método de relajación, no solamente por el tiempo dedicado a la actividad sino también por la conexión generada con las plantas y la tierra, a través de una actividad cuyo tiempo de dedicación es mínimo, más allá de unos minutos cada dos días para regar el cultivo y retirar las malezas.
De hecho, poner en marcha un cultivo urbano es tan fácil como tomar macetas de barro, cemento, metal o fibra de coco e, incluso, reciclar recipientes de plástico o cartón, con dimensiones mínimas de 15 centímetros cúbicos, y usar abonos orgánicos y un buen sistema de drenaje para facilitar la germinación de las semillas o el crecimiento de los brotes.
Así lo explica Andrea Medina Montoya, directora de Sativa, una iniciativa empresarial de cultivos domésticos nacida de un proyecto de grado de Ingeniería de Diseño de Producto en EAFIT, para quien "lo importante es contar con un lugar que reciba sol directo y con muy buena ventilación. Estos cultivos se pueden hacer en casa, con materiales reciclados para economizar. Cualquiera puede tener un jardín comestible, aunque hay que invertirle tiempo al cuidado y mantenimiento de las plantas: regar, abonar y fumigar, lo que toma unas horas a la semana".
En ese sentido, es importante analizar muy bien el espacio a utilizar, así como si se quieren plantas permanentes, que suelen captar más la luz del sol, o perecederas, cuyo ciclo de vida va desde los dos a los cuatro meses. Eso, en palabras de Mauricio Gallego, asesor de Tecnologías Apropiadas de la Red Colombiana de Agricultura Biológica (Recab), depende mucho de las motivaciones personales de quien inicia el cultivo.
"Si uno siembra un palo de mango, un mandarino o un naranjo en un antejardín debe cuidarse de no sembrar nada debajo, pues la sombra de estos no permitirá tener nunca una mata de maíz, de repollo, de col o de cebolla allí, pues hay competencia por la luz —aclara el experto—. Si la siembra es de lechugas o zanahorias debe tener en cuenta que al cabo de cuatro meses se deben hacer otras siembras porque el huerto se acaba".
Inversión y esfuerzo
Esta práctica, aunque dispone también de técnicas especializadas y puede convertirse en arte, es fácil de dominar. Cualquier lugar de la casa puede ser propicio: desde un balcón, en donde lo más apropiado es sembrar condimentos y aromáticas, hasta la cocina, una terraza o ciertas zonas comunes de las unidades residenciales.
Las personas pueden producir su propio abono, en composteras caseras, a base de cáscaras y otros desperdicios domésticos. De acuerdo con Mauricio Gallego, las plantas nativas permiten, generalmente, su reproducción a través de las semillas, aunque se debe garantizar que sean de origen campesino, pues las de las cadenas de supermercados pueden ser híbridas y permitir una sola siembra.
En palabras de Alejandro Álvarez Vanegas, otro de los grandes beneficios de la agricultura urbana es la reducción de costos por transporte de alimentos que, en el caso de Medellín y el área metropolitana, suelen venir de muy lejos. Ese transporte, además, implica una importante cantidad de emisiones que, en muchos casos, son prescindibles.
"También tiene que ver con el hecho de que muchas veces se tienen que procesar cosas o se dan desplazamientos para comprar alimentos que se pueden producir en la casa. Se trata de combatir la lógica de 'para qué sembrarlo si puedo comprarlo' y reemplazarla por la de 'para qué comprarlo si puedo cultivarlo'", concluye Alejandro.
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Alejandro Gómez Valencia
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