constantemente nuevos mapas para apoyar el trabajo investigativo de la Sala de Patrimonio”, explica la historiadora.
La labor diaria de organización, análisis, clasificación y protección de este acervo coincidió, hace un par de años, con la invitación que realizó la Biblioteca Nacional para unirse al proyecto de la Mapoteca Digital de Colombia, que proponía la digitalización y divulgación de los mapas antiguos del país.
“Ellos nos contactan al enterarse de que teníamos una colección cartográfica muy grande, atractiva y completa. Sin embargo, lo más interesante de este proyecto es que, además de la divulgación de los mapas, cada uno de estos es complementado con un análisis profundo de la pieza, de sus autores, de su importancia o del momento histórico en el que se creó”, comenta María Isabel.
Sin embargo, el trabajo de selección de los mapas, el análisis de contexto y, finalmente, la digitalización requería, no solo de una labor de capacitación y actualización en estas habilidades, sino de un grupo profesional con el compromiso de sacar adelante esta misión. De esta manera nace este Grupo de Cartografía Histórica, en el que participan docentes de los departamentos de Humanidades, Gobierno y Ciencias Políticas, y Ciencias de la Tierra;
así como algunos integrantes de los grupos de investigación en Sociedad, Política e Historias Conectadas, y de Filosofía, Hermenéutica y Narrativas, y el personal de la Biblioteca Luis Echavarría Villegas.
La labor diaria de organización, análisis, clasificación y protección de este acervo coincidió, hace un par de años, con la invitación que realizó la Biblioteca Nacional para unirse al proyecto de la Mapoteca Digital de Colombia, que proponía la digitalización y divulgación de los mapas antiguos del país.
Los mapas, a la luz de las nuevas tecnologías
El astrónomo, filósofo natural, matemático y geógrafo alejandrino Claudio Tolomeo sostenía que un buen geógrafo también debía ser un buen pintor. Y esa es la misma frase que utiliza el docente Andrés Vélez Posada, del Departamento de Humanidades, para contextualizar la labor de formación y capacitación que ha liderado junto a este grupo que ha estado estudiando la cartografía, el patrimonio y el espacio desde mediados de 2015.
Y es que, antes de la posterior digitalización, estos académicos se han dado a la tarea de convertirse en “pintores” del pasado, presente y futuro de cada uno de los mapas, abordándolos desde diferentes perspectivas, empleando elementos técnicos, proporcionados por bases de datos, sistemas de información geográfica, georreferenciación, edición digital y muchos más.
“Hemos hecho cerca de cinco talleres en Medellín, y otros en el ámbito nacional como estrategia para realizar una mejor descripción y análisis a partir de las herramientas que nos brinda la digitalización. Hemos realizado cursos para valorar las cartografías a la luz de las tecnologías actuales; hicimos
uno sobre investigación social y memoria a través del documento cartográfico con barrios de Medellín, y, el último, en la semana de promoción del patrimonio documental con el Archivo Histórico de Antioquia. En todos ellos hemos involucrado a otras instituciones, y a la ciudadanía en general”, señala Andrés Vélez Posada.
La Universidad de Antioquia; la Universidad Nacional de Colombia, a través de su Laboratorio de Fuentes Históricas; la Biblioteca Pública Piloto; la Biblioteca Nacional de Colombia; el Museo Casa de la Memoria; El Parque Explora, y los Archivos Históricos de Medellín y de Antioquia son algunas de las entidades con las que han tejido red para difundir la importancia de este proyecto.
Y es que el trabajo en red y la interactividad es otra de las características de esta gran mapoteca digital que se está creando en Colombia, que conectará el trabajo del grupo y el acervo de la Biblioteca Luis Echavarría Villegas con otras bibliotecas digitales en todo el mundo.
Sabemos que tenemos una colección muy valiosa y que crece cada día y la Biblioteca Nacional de Colombia ya nos abrió las puertas para crear un capítulo en esta gran Mapoteca Digital. Ahora estamos dedicados a describir e interpretar el material.
“Queremos ratificar que este es un gran proyecto, no es una isla, sino que funciona como una red que permite el intercambio. No tenemos legislación ni edictos, salvo el compromiso y trabajo de todos los que hacemos parte de este grupo”, agrega el docente, quien señala que el Grupo de Cartografía
Histórica eafitense constituye un importante y activo nodo en esta red nacional.
Por ahora, el colectivo se encuentra concentrado en el análisis de la colección de la Sala de Patrimonio Documental, con la firme intención de que, una vez estén digitalizados, los usuarios se sentirán como “marineros, exploradores y viajeros en el tiempo”.
“Sabemos que tenemos una colección muy valiosa y que crece cada día y la Biblioteca Nacional de Colombia ya nos abrió las puertas para crear un capítulo en esta gran Mapoteca Digital. Ahora estamos dedicados a describir e interpretar el material, porque sin eso, no podemos avanzar en la digitalización”, expresa, a su vez, la coordinadora de la Sala de Patrimonio Documental.
Otra de las aspiraciones del grupo de estudios es consolidar nuevas alianzas institucionales, estrategias de compendio de la información, así como el vínculo con diferentes grupos de investigación de EAFIT que permitan su fortalecimiento.
Hacia las humanidades digitales
Para el docente Andrés Vélez Posada está claro que la geografía y la cartografía no se reducen, únicamente, a saberes específicos de medición y precisión. Sino que, por el contrario, su misma naturaleza las ubica en una frontera de muchas disciplinas, abarcando áreas tan diversas como los estudios literarios, la geología, el derecho, la economía, la filosofía, la biología y el arte.
“Y también la memoria, el testimonio, el día a día de las personas. El mapa es un lugar donde confluye el conocimiento y la experiencia, y es necesario adelantar todos los esfuerzos para entenderlo mejor”, apunta el profesor.
Este concepto, así como el proyecto de la Mapoteca Digital y los intereses del Grupo en Cartografía Histórica, coinciden con los modelos actuales de las bibliotecas que pasaron de ser repositorios del saber, a creadoras de caminos para que los contenidos y la información salgan, se mezclen, se difundan y democraticen a través de diversos caminos.
El área digital es una de las que mayores oportunidades ofrece para esa difusión que experimenta y produce nuevo conocimiento y, a esa tendencia, se le ha conocido como humanidades digitales, ya que históricamente, en este momento presente, son en espacios y con herramientas digitales donde los amplios acervos documentales y patrimoniales de la humanidad necesitan ser reinterpretados.
“De esta manera, las nuevas tecnologías permiten ver el mapa de una manera que la consulta física no permite. Sí, preservar el documento físico es importante, pero la versión digital expande las posibilidades al gran detalle, permite manipular y contrastar con agilidad, conocer la historia de un lugar a partir de sus representaciones. Incluso, se convierte en una herramienta para la resolución de pleitos judiciales y conflictos sociales”, confirma Andrés.
Además, están las oportunidades pedagógicas. Según el profesor, también hay que destacar el valor que tendría este material para generar nuevas narrativas y maneras de ver el territorio, de entender su evolución y transformación. “Es como viajar en el tiempo”.
Así mismo, María Isabel también señala que en la actualidad muchas personas no tienen acceso a la información de estos mapas y que un proyecto como la Mapoteca Digital les ratificaría el estatus que se merecen como documentos que apoyan la academia y la investigación.
“Somos unos apasionados de los mapas. Podría decir que tenemos una preocupación asistencial por estos, por saber de dónde vienen, quién y cómo los hizo, en qué contexto y por qué son importantes. Queremos transmitir ese mismo valor en el proceso de interpretación y digitalización que hacemos en el Grupo. Buscamos darle voz, convertir cada mapa en un contenedor y propulsor de información que lleve a otros mapas, a otros objetos, a otros documentos, a una mejor comprensión del mundo que habitamos”, concluye el profesor Andrés Vélez Posada.