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Censúreme esta

Valentina Muriel Tamayo

vmuriel@eafit.edu.co
@Valentinamurielt

El 10 de octubre de 1938, Eudoro Galarza, entonces periodista del diario La voz de Caldas, denunció en un artículo, ante las autoridades regionales, el maltrato en el pabellón Ayacucho a manos del teniente Jesús María Cortés. Un par de días después de la publicación del artículo en el diario, el teniente Cortés se presentó en las instalaciones para exigir una rectificación por parte del periodista sobre el artículo. Aun cuando la información era cierta, Cortés reclamaba su honor. No quedaron más palabras. El periodista fue asesinado por el impacto de tres disparos ejecutados por el teniente. El caso, como muchos otros, quedó impune. El uniformado fue dejado en libertad bajo la premisa de actuar en legítima defensa del honor militar tras la agresión a su nombre.

Este es el primer caso conocido del asesinato de un periodista colombiano por denunciar el abuso del Estado. La censura no desaparece, se transforma. Desde noviembre del año pasado, los casos se hicieron masivos en el país. Por un lado, está el caso de Andrea Olano y Carlos Chica, periodistas del programa La señal de la mañana, perteneciente a la Radio Nacional, emblema de la información de servicio público del país. En noviembre del 2018, ambos periodistas tenían una entrevista con el actual presidente de la República, sin embargo, a última hora se les informó que no estaban autorizados para participar. El programa efectivamente era de ellos, y el presidente asistió, pero las directivas ordenaron minutos antes que ninguno de los dos podía hacer preguntas, pues para eso tenían dos invitados que harían este papel, ¿quién ordenó a los periodistas, conductores del programa, quedarse callados? La cuestión no se aclaró y el medio se limitó a decir que fue decisión de los periodistas guardar silencio.

El caso tal vez más sonado del momento a la hora de hablar de censura, es el de Santiago Rivas. El presentador de Los puros criollos, salió en un capítulo de La Pulla criticando la Ley TIC, propuesta por el gobierno de turno. Ese mismo día la emisión de su programa en Señal Colombia fue sacada del aire. Según el entonces gerente de RTVC, Juan Pablo Bieri, no se trataba de censura, pues eran capítulos repetidos y la decisión había sido tomada desde días anteriores. El ruido de este caso se hizo mayor cuando la Liga contra el silencio –una alianza de 14 medios que combate este tipo de situaciones en Colombia- reveló unos audios de unas conversaciones entre Bieri y sus asistentes. En estos se prueba lo obvio. Bieri mintió y sí censuró a Rivas.

La situación no es alentadora. Los medios de comunicación pública están para servir a la sociedad, no al gobierno de turno. Hoy, los medios nos han facilitado el proceso de producción y alcance de la información. Sin embargo, llamar periodismo a la acción de repartir dicha información sería una denotación vaga, pues excluiría el trabajo del periodista de contrastar fuentes, contextualizar al lector y proporcionar antecedentes. Una sociedad que censure el periodismo tal vez podría hablar del mundo, pero difícilmente llegaría a entenderlo.

Así, la función del periodista, es servir al bien común y no al interés particular de un gobernante o de sus subordinados; sin embargo, de vez en cuando hay personas que creen que sí, y quién mejor para demostrarlo que Bieri y su comentario sobre Rivas: “Lo ponemos tres de la mañana, no tengo ni idea, pero no puede ser. Él no sabe, digamos no tiene ni idea, de lo que está diciendo. Segundo, se está burlando del Estado, se está burlando de la entidad que le da de comer y le paga un sueldo”. ¿Se pretende que los periodistas reproduzcan discursos y hagan eco de los mandatarios?

Ana María Ruiz, columnista de la Revista Semana, afirma que “la libertad de prensa es a la democracia como la censura a la dictadura: imprescindible”. Según la Fundación para la Libertad de Prensa, en el 2017 se documentaron 310 ataques a la libertad de prensa, en donde se vieron afectados aproximadamente 368 periodistas (un incremento del 43,5 % con respecto al número de ataques del año anterior) ¿el miedo de los periodistas a ser parte de estas cifras extinguirá sus voces?

Recibir productos de los medios y confiar en que estos no están viciados de intereses políticos o económicos, sería caer en la ingenuidad. Lo que sí es posible, es adoptar una actitud de cambio y exigir, al menos a los medios públicos, una intensión genuina de imparcialidad e información veraz. Los medios de comunicación no pueden verse únicamente como plataformas para difundir y reproducir los discursos de los políticos y sus intereses económicos. Esta dinámica perpetúa la desinformación en la sociedad, lo que afecta directamente el ejercicio y la calidad de nuestra democracia.

Al censurar estamos condenando la oportunidad de los colombianos de ser críticos y activos en la toma decisiones en pro del bienestar del país. ¿Cómo informarnos si solo tenemos un fragmento de la información?, ¿cómo tomar decisiones para el bien de todos si no conocemos las verdaderas circunstancias?, ¿hasta cuándo se van a callar opiniones, cifras y datos? Aprehendamos esto: un país sin libertad de expresión, no está lejos de convertirse en un Estado sin conciencia.