La noticia la recibió Manuela a mediados de julio, a las 6:00 p.m. mientras pasaba el rato con sus amigos en el barrio París (Bello). La habían estado llamando mucho por esos días a ofrecerle un nuevo plan de telefonía y por eso contestó como contesta quien se repite una mala película: sin emoción. La sorpresa que recibió fue más intensa porque, además, le habían dicho que si le resultaba alguna beca en EAFIT le avisarían por correo. Ella había estado en un par de procesos y no tenía nada en su bandeja de entrada.
“Estas han sido unas semanas de grandes emociones en mi vida, sobre todo por recibir una noticia que restaría incertidumbre sobre mi futuro, un proyecto de vida que tomó forma y dejó de ser un sueño para convertirse en una meta”, escribió Manuela Lopera Monsalve (18 años) a ese grupo de administradores que se graduó en el año 1997. Fueron ellos quienes, por iniciativa propia, decidieron reunir voluntades para becar a un aspirante que quisiera, pero no pudiera estudiar en la U por sus condiciones económicas.
Después de digerir semejante noticia y secarse las lágrimas llamó a su mamá a contarle, Bibiana, ama de casa oriunda de Liborina (Antioquia); y a su papá Henry, un conductor que trabaja de manera independiente. Ninguno tuvo el privilegio de estudiar en una universidad y extendieron esa ilusión en su única hija.
Ella lo había hecho todo bien en el colegio y, además, era una visitante constante de la página web de la U desde que decidió estudiar Administración de Negocios en EAFIT porque “es la madre de esta carrera”. Siempre estaba atenta a las que becas a las que podía aspirar.
Tener las ganas, la voluntad y las aptitudes, pero carecer de recursos económicos la hicieron candidata a la beca auspiciada por los graduados de administración del 97, generación de la que también hace parte la rectora Claudia Restrepo Montoya.
Son ustedes un modelo a seguir para mí de lo que quisiera llegar a ser algún día como profesional
Manuela Lopera Monsalve.
La directiva, precisamente, estuvo presente en ese encuentro en el que Manuela conoció a varios de los egresados que le inspiraron las palabras de gratitud que escribió. En el acto, que se celebró este 8 de agosto para la entrega oficial de la beca, estaban presentes varios de ellos.
“Estamos viviendo en un país que sentimos que es desigual y excluyente. Por eso nosotros, que tuvimos la oportunidad de estudiar en una universidad que nos permitió ser exitosos, vemos esto como una oportunidad de agradecerle no solamente a la Universidad, también aportarle a la sociedad desde la educación”, compartió Juan Guillermo Barrera, administrador de negocios del 97.
Él es uno de los integrantes del grupo que convocó a una reunión de sus excompañeros. Coordinaron por Whatsapp, se pusieron fecha, se encontraron el 27 de mayo y entre esas gestiones surgió la idea de la beca.
Para concretar el tema buscaron al Centro de Filantropía de la Universidad. María Clara Ceballos Arango, jefa de esa unidad, además de celebrar este tipo de iniciativas que surgen desde la comunidad de graduados, expresó que desde Filantropía ayudaron a articular el proceso para que la idea fuera una realidad.
“Es una de las formas en las que los graduados pueden impactar vidas y de generar un aporte social a través de la Universidad, una institución de alta calidad que definitivamente transforma vidas”, agregó María Clara.
Ese proceso de transformación ya lo está viviendo Manuela. En las dos semanas que lleva asistiendo a clases ya siente que todas las expectativas que ella y su familia tienen sobre su futuro se pueden cumplir. También es consciente del compromiso que recibe con esta beca. Así lo reconoció en las palabras que pronunció en el acto del 8 de agosto.
“El día de hoy adquiero un compromiso ante ustedes de ser una excelente estudiante y profesional, desarrollando mis habilidades técnicas y humanas, para contribuir de una buena manera al desarrollo del país, y en un futuro poder ayudar a jóvenes con talento, así como ustedes lo están haciendo conmigo”, les dijo Manuela.