Durante los años de películas cortas de Charles Chaplin, desarrolló paulatinamente el personaje del vagabundo, pasando del estereotipo del payaso travieso a la figura humana y compasiva que calaría en los espectadores de todo el mundo. Perfeccionó un estilo personal de interpretación, derivado del payaso de circo y del mimo, combinando la elegancia acrobática, la expresividad del gesto y la elocuencia facial, con un sentido del ritmo impecable.
En los años 20 llegó el cine sonoro, pero eso no hizo que la efectividad de su pantomima fuera perjudicada. Al mismo tiempo, comenzó a manifestar su preocupación por los problemas sociales de su época. Algún tiempo después dejó el papel del vagabundo para comenzar a interpretar personajes específicos, en una transición que marca El gran dictador, donde ya utiliza plenamente los recursos del sonoro.
El enfoque chapliniano combina la sátira y el patetismo melodramático, bajo los que late el amor a la humanidad y a la libertad individual.