Ni muchacha ni muñeca, es la ingeniera Julieta
La ciencia le entró por los ojos, a través del lente del microscopio que su mamá le regaló cuando tenía ocho años. Las preguntas de cómo y por qué pasaban las cosas que le ocurrían a los organismos que observaba la enfocaron en su vocación.
Hoy es una mujer científica que se enfrenta a los estereotipos sociales sobre la mujer, sobre todo sobre la mujer ingeniera. Para derribar esas barreras cree que debe existir el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra este 10 de febrero.

En ese momento ya no había dudas. Regresarían después, pero por ese instante se disiparon completamente. Julieta abrió emocionada el regalo mientras su mamá miraba. Para él, su hermano, era el telescopio y para ella era el microscopio.
Era una niña de ocho años de edad que repartía sus pasiones entre expresiones artísticas y las materias de la escuela. Con la llegada del microscopio se sumó una más. Se embelesó con observar parte de los miles de millones de cosas vivas que habitan la Tierra. Usaba el lente potente para examinar por horas limbos, pecíolos y nervios de hojas de plantas.
Quería ser científica. En la escuela le iba bien en todas las materias y en su casa tenía el ambiente seguro para ese propósito. Así empezaba a resolver la duda que la acompañó hasta el colegio y siguió presente incluso cuando llegó el momento de definir el pregrado para presentarse a la universidad.
“No basta con que te guste. Tiene que generarte curiosidad, preguntas”. Así lo resolvió. Aunque le apasionaban las artes quizás tanto como la ciencia, eran las preguntas sobre por qué y cómo ocurren las cosas en el mundo las que avivaban su chispa intelectual. “Más que un gusto es preguntarse el por qué. Qué pasa dentro de un sistema para que ocurran ciertas cosas. Por qué, por ejemplo, se producen ciertas flores en épocas especificas del año”.
Se presentó y pasó a Ingeniería Biológica en la Universidad Nacional. Llegó después de cursar secundaria en los colegios La Inmaculada y La Presentación, donde las materias de ciencias tienen un peso importante y Julieta vivió sus primeras horas de laboratorio haciendo disecciones y otras prácticas.
En su familia habían tenido el cuidado de no dejarla vivir en una burbuja y por eso el paso del colegio al ambiente universitario no la abrumó. Ser mujer no implicó situaciones que complicaran su proceso formativo excepto porque, ahora que lo piensa, sí le hacían comentarios o sugerencias que no recibían sus compañeros hombres. Comentarios o insinuaciones a entablar relaciones físicas o de afecto que ella considera fuera de lugar, mucho más en un ambiente de formación académica.
Justamente por la necesidad de que cuando se trate de mujeres en ciencia la conversación se centre en sus habilidades y logros profesionales es que Julieta destaca el papel que pueden cumplir programas como Mujeres Talento, que ella misma ganó en el año 2022 en la categoría Ciencias Exactas por su trayectoria en el campo de la salud y la agricultura, parte recorrida en EAFIT.
Algo similar piensa de la celebración del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Mientras ocurra, como le pasa a ella, que en ambientes laborales a la ingeniera y a la científica le digan “la niña”, “la muchacha”, “muñeca” o “Julieta”, pero al ingeniero y científico sí lo llamen “ingeniero” o “doctor”, aunque esté mal utilizado, es necesario que se siga celebrando y llamando a la participación de ellas en la ciencia.
“Aunque haya belleza o no, independiente de cómo se entienda la belleza, las mujeres tenemos que lidiar con estereotipos cuando somos ingenieras. En la industria me he pasado. Quienes me consideran bonita dicen ‘¿Es joven, bonita e inteligente?, no, es una cosa o es otra’”.
Ella confía en sí misma. Ya sabe que con el tiempo, cuando advierten sus aptitudes, cualidades y conocimiento los estereotipos que puedan tener quienes trabajan con ella se derrumban. No debería ser así, pero por ser mujer le toca, además del reto profesional, probar su valía y decir “conóceme y entonces sabrás que puedo dirigir, proponer y liderar”.
Esa situación, no obstante, no la aleja del foco que tuvo la niña de ocho años a la que su mamá le regaló un microscopio. Está punto de graduarse de la maestría en Biociencias de EAFIT, que incluye su participación en un proyecto que estudia dos hongos que afectan la agricultura mundial, y ya recibió una propuesta de trabajo. Su próximo reto como científica muy probablemente sea en un reconocido instituto, ayudando a fortalecer el conocimiento de la naturaleza que poseen comunidades ancestrales.
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Última actualización
Abril 14, 2025