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Agencia de Noticias / Agosto 2010 Cultura / El poeta Miguel Hernández "veranea" en Jericó

Noticias Agosto
20 de agosto de 2010

El poeta Miguel Hernández “veranea” en Jericó


• La exposición Me llamo barro, aunque Miguel me llame está exhibida desde finales de julio en diversos lugares de este municipio paisa.

• EAFIT y el Museo Arqueológico del Suroeste hacen posible que los jericoanos se acerquen a un revolucionario que le cantó a la tierra y a los derechos humanos.

¿De qué hablarían Miguel y María Nazaret? De la lluvia que acababa de caer podría ser; o quizás de unos tejidos que le habían encargado a la señora y que iba toda apuradita a entregar; o a lo mejor de las ausencias que tanto él como ella compartían…

¡Hora de almorzar!, claro está, porque como buen pueblo de tradición paisa, a mediodía se detiene el planeta, y en vez de seguir afrontando dificultades y menesteres, lo que debe enfrentarse es un plato de comida.

El pueblo es Jericó, distante unas dos horas y media de Medellín, y allí, en el parque principal de este municipio del Suroeste de Antioquia, Miguel Hernández (1910-1942), el poeta español que sufrió las consecuencias de la Guerra Civil de su país, hablaba desde la remota década del treinta y del cuarenta, y desde el otro lado del Atlántico, con esta doña jericoana, que se lo encontró en plena plaza a eso de la 12:30 p.m. de un miércoles de agosto, en el momento en que muchos suelen darle más espacio a la siesta que a la poesía.

“¡Qué bonito lo que dice ese señor!”, menciona María Nazaret luego de leer uno de los poemas plasmados en las vallas instaladas en esta población. ¿Valla? Sí, puede decírsele así, o también bastidor, pero más allá de cómo se le conozca, lo importante es que en los lugares más representativos de Jericó se instalaron nueve de estos elementos en colores tierra con algunas de las más importantes poesías de este revolucionario hombre de letras que murió encarcelado cuando apenas tenía 31 años.

Y no es casual que la memoria centenaria de Miguel Hernández se encuentre de “veraneo” en la ilustrada localidad de Jericó, el lugar del mundo donde abrió los ojos a la vida el escritor Manuel Mejía Vallejo, así como la beata Madre Laura Montoya, quien aparte de destacarse en la fundación de comunidades religiosas incursionó también en la literatura. Otros poetas y escritores, en número que sobrepasa el medio centenar, han surgido de allí, según el registro de historiadores.

El pueblo, conocido como la Atenas del Suroeste, tiene una historia de esas que sus mismos hijos señalan como apasionante, inclusive Nelson Restrepo Restrepo, hombre encargado de la cultura y el turismo en el municipio, recuerda una lista larga de momentos destacados que han hecho grande a su población, entre estos el haber sido uno de los departamentos de Colombia durante el Gobierno de Rafael Reyes, a finales de la primera década del siglo XX.

¿Estás por ahí Miguel?

La exposición que en la actualidad se exhibe en Jericó estuvo durante más de un mes a la vista de todos los eafitenses en el campus universitario de Medellín. Luego, tanto EAFIT como el Museo Arqueológico del Suroeste, con sede en suelo jericoano, decidieron invitar a Miguel a que pasara una temporada en el clima templado de esta subregión antioqueña.

Y en esas anda el hombre, que antes de verse caminando por estas empinadas calles, vio como el pueblo se preparó para recibirlo en lo que ellos denominaron jornadas hernandianas.

Y junto a Roberto Ojalvo Prieto, director del Museo, resalta la figura de la hermana Nora Fonnegra Gómez, coordinadora académica de la Normal Superior de Jericó, una conocedora a fondo de la obra de este ilustre visitante. Ella fue quien se encargó de hablar de Miguel en las ya mencionadas jornadas, de hacerla una persona cercana a los jericoanos, de mostrarlo como es, de ponerlo a conversar con todos…

“Significa mucho para Jericó esta exposición porque es una restauración de los valores que hicieron de esta localidad una población culta, cultural o cultora”, especifica la religiosa. De Miguel Hernández dice que no es solo el poeta de la tierra, es también el poeta de la libertad que lleva el tópico de la defensa de los Derechos Humanos.

“Él vive en una época crucial del siglo XX, cuando van apareciendo nuevos conceptos políticos y nuevas reacciones sociales que se podrían llamar la ira de las naciones. Estos nacionalismos tuvieron, a principios de siglo, algunas vertientes: las ideologías comunistas y las ideologías fachistas, lo que causaba un gran choque contra la tradición, sobre todo en España, donde había mucho dolor, como lo dicen todos los poetas castellanos”.

La hermana se va llenando de fuerza, es cierto, tanto que hasta se animó a leer un fragmento de una de las poesías del español, una que se denomina Llamo a los poetas, en la que, en palabras de la religiosa, manda a sus pares a que se bajen de la nube y se dejen de tanta solemnidad. Miguel Hernández la llenó de su luz, y la hermana Nora acudió al llamado y derramó, en uno de los salones de la Normal, la fuerza del poeta.

“Él adviene a un ambiente muy pesado, era España el país más pobre de Europa y había estado sometido a tres guerras”, lanza la hermana, quien se lamenta por el fin de Miguel: “No cayó acribillado en la Guerra Civil, cayó prisionero y estuvo en la cárcel. Murió tuberculoso, tuvo muy mal trato y un final triste. Estuvo desprotegido de sus amigos”.

Pero amigos son los que le sobran en Jericó a este originario de la provincia de Alicante, es más, en el jardín botánico, en el Liceo Regional San José, en el coliseo, en la Normal Superior, en el cementerio, en el Museo Arqueológico, en la Casa de la Cultura y en el parque principal se alzan las vallas que facilitó EAFIT para que señoras como María Nazaret hagan un alto, un pare en su jornada, y dediquen unos minutos a charlar con él.

Las palabras de Miguel Hernández golpean en Jericó como ya lo habían hecho en esa España destruida, debilitada y venida a menos en la que vivió y murió. ¿Y qué tan vigente está esa voz? Ahí sí el asunto es con los jóvenes, y en Jericó existen muchos, por lo que valdría la pena escucharlos a ellos…

Por ejemplo, a Luisa María Vergara, del Liceo Regional San José, le sonó lo dicho por el poeta, de quien destaca, en proporciones iguales, el amor y el odio de lo que escribe. Por su parte, su compañero Sebastián Jaramillo Celis, estudiante de undécimo, cree que es “chévere” unirse a la conmemoración del Centenario del nacimiento del poeta. “Conocimos su vida, su obra. Era el poeta de la tierra y he visto que muchos se emocionan al leerlo”.

Y desde el Museo Arqueológico del Suroeste aparece la figura de su monitor, de Diego Alejandro Molina Isaza, quien reitera que en este recinto se tuvieron cátedras sobre el poeta y durante tres viernes se ofrecieron conferencias para la población. “Él no era muy conocido acá, pero ahora la situación ha cambiado porque han aprendido a escucharlo”, comenta, y agradece el que EAFIT haya permitido llevar este legado a su pueblo. Concluye que los poemas están relacionados con los lugares en los que se encuentran.

¿Estás Miguel todavía?
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
 


El anterior poema se ubica al lado del patio central de la Normal, donde los jóvenes acuden en los descansos a mirar, no solo el contenido, sino la forma de los bastidores, diseñados e ilustrados por María Luisa Eslava Gallo, diseñadora gráfica. Cerca de ahí, en el Liceo Regional San José, el docente Flavio Alberto Rivera, del área de Filosofía, aprovecha la valla puesta en su institución, también en el patio, para explicarles a sus estudiantes lo que significa un soneto, lo que facilita el proceso que ya inició en las clases.

“Las referencias bibliográficas que tengo de Miguel Hernández es que es un dramaturgo y un escritor español. Su fuerte es el lirismo, además se ocupó de la problemática del siglo XX. Algunos compositores se han dedicado a estudiar su obra (caso Serrat) y, la verdad, es que le doy muchas gracias a EAFIT por hacer que la poesía se vuelva popular, es decir, que no sea asunto exclusivo de las aulas”.

El hecho es que Miguel Hernández, el hombre que murió solo y desprotegido, ha llegado a ser amigo de medio Jericó, por no decir que de todo. Es que desde los mismos instantes en que empezaron a instalar la exposición, la gente llegaba a mirar las imágenes y las letras, mejor dicho, a presentársele al hombre y ponérsele a la orden para que lo que necesite mientras esté en el pueblo.

Entonces Miguel tuvo la opción de salir de su España acabada por la Guerra Civil para venirse a un pueblo próspero, en el que los carrieles, el cafecito en el parque o la siesta de mediodía caen mejor que tanto conflicto junto. Y que lo diga María Nazaret.

Poemas para el pueblo 

La selección de los poemas exhibidos en los bastidores fue hecha por María del Rosario Escobar Pareja, coordinadora de Extensión Cultural de la Universidad EAFIT, y hacen parte de la exposición Me llamo barro, aunque Miguel me llame, frase extractada del poema número quince de su obra El rayo que no cesa, publicada el 24 de enero de 1936, en la que alcanzó su máxima plenitud. 

Mayores informes
María del Rosario Escobar Pareja
Coordinadora de Extensión Cultural EAFIT
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Correo electrónico: mescobar@eafit.edu.co