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Noticias junio
3 de junio de 2010

Llegó carta de un eafitense en Miami

• Dignificar la vida de los colombianos presos en Estados Unidos, y por ahí derecho la de los discapacitados, es la preocupación de Alejandro Domínguez.

• Mediante su empresa Expreso Postal, este egresado de Negocios Internacionales ayuda a los detenidos en cárceles de ese país a mantenerse en contacto.

Hace cerca de dos años un allegado le pidió a Alejandro Domínguez un favor que, tiempo después, le daría la idea de negocio. Domínguez había llegado a Estados Unidos ocho años atrás, recién graduado del pregrado en Negocios Internacionales de la Universidad EAFIT, y la vida, como montaña rusa, le había dado ya muchas vueltas en ese país.

Fue en uno de esos giros que apareció el conocido y le pidió que le hiciera llegar a un familiar suyo, detenido en una cárcel norteamericana, alguna correspondencia que con el tiempo se volvió frecuente.

Algunos meses antes le habían diagnosticado a Alejandro una neuropatía que comenzó a sumirlo en una discapacidad no muy evidente, de cuenta de un adormecimiento en sus miembros que se fue haciendo progresivo. Debido de este impase, Alejandro se vio obligado a pensar en un medio de subsistencia que no le implicara gran esfuerzo o movimiento.

Y fue hace ocho meses que lo que comenzó como un favor se hizo negocio. Con el tiempo los demás presos empezaron a ver que las encomiendas incluían extractos de las principales noticias del país, así como cartas, y fotos, y demás asuntos que hacían más fácil la vida en prisión. Entonces otros detenidos empezaron a requerir los servicios de Alejandro, y ahí se hizo la lucecita en la mente de este eafitense, que buscaba la forma de ganarse la vida.

En todos esos años había rodado por todos los trabajos posibles: laboró en empresas formales, en altos cargos y con decenas de personas, repartió volantes y vendió vestidos de baño en las playas de Miami, recorrió el país por carretera vendiendo ropa colombiana… Por muchos caminos transitó hasta decidirse por su propio negocio. 

Nació su empresa

Bajo el nombre de Expreso Postal, la empresa ofrece diversos servicios que no solo le permiten a Alejandro sentirse útil como discapacitado, sino que también hacen más digna y tolerable la vida de colombianos que, por una u otra circunstancia, terminaron recluidos en cárceles norteamericanas.

Para él, sus clientes son, ante todo, seres humanos que requieren mantener comunicación con sus familias, “y parte de la regeneración de un preso, de su resocialización, es que esté en contacto con esa sociedad”, como afirma. Por tal razón, para él el servicio que presta no es un lujo, sino una necesidad fundamental.

Dichos servicios van desde cartas, resúmenes noticiosos y compra de libros y revistas en español, hasta diligencias externas, suscripciones y administración de correos (de Facebook, por ejemplo). Los costos oscilan entre 15 dólares, que es lo que cuesta, por así decirlo, el envío de una carta, hasta los 300 dólares mensuales que algunos de sus clientes fijos le pagan a cambio de recibir con cierta periodicidad sus encomiendas.

Sin embargo, no a todos sus clientes les cobra, pues algunos de los detenidos son, como dice él, de bajo perfil, es decir, están en prisión por delitos menores como robo, o son inmigrantes ilegales. A este tipo de reclusos, que no tienen cómo pagar, los atiende gratis a cambio de que le refieran a otros clientes, pues él no tiene ningún acceso y cualquier tipo de publicidad está prohibida en la cárcel. Y, por supuesto, el primer paquete es gratuito: “Se lo hago gratis para que la persona sepa: bueno, amigo, va a poder contar conmigo”, explica.

Según el empresario, en Colombia hay mucha controversia sobre las condiciones de algunos detenidos en Estados Unidos, pero en realidad las posibilidades que tienen son muy limitadas. “Tienen muy pocas opciones para comunicarse: pueden marcar sólo a cinco números autorizados, solamente pueden manejar material escrito, no tienen acceso a internet y disponen de un tiempo muy reducido para hacer cualquier cosa”, cuenta. Además, el correo postal internacional puede tardar hasta un mes y medio en llegar, y sus costos son muchísimos mayores que las tarifas de Domínguez.

A medida que el negocio se expandía y los clientes se multiplicaban, a Alejandro se le ocurrió que podía, como se dice, matar dos pájaros de un tiro, e invitó a otros dos discapacitados a hacer parte de la naciente empresa. Hoy, otras dos personas lo acompañan en esta labor: un venezolano y un cubano que, como enfatiza el mismo Alejandro, no trabajan para él, sino con él.

El servicio es completamente personalizado, pues hay que conocer las preferencias y necesidades de cada detenido. Porque además no todo es plata y papel, y en su oferta también se incluyen la felicidad y la tristeza: notifica muertes y nacimientos, buenas nuevas y no tan buenas.

Ante lo anterior, dice: “Por la dinámica de la cárcel el único momento agradable que pueden tener ellos en el día es cuando llega el correo, cuando ven cartas de la familia, o una foto a pleno color del nuevo nieto. También hay historias lamentables, como que necesiten urgentemente que el detenido se contacte porque se está muriendo alguien que lo quiere oír por última vez… Es algo muy humano, que requiere a alguien que escuche y entienda la problemática de cada uno de ellos”.

En el camino ha ido aprendiendo que no cualquier material es permitido en la cárcel, y cuenta, por el momento, con siete clientes fijos y diez que ocasionalmente lo requieren. Hasta ahora todos sus clientes son colombianos, aunque tiene el deseo de expandirlo a otros países, pues considera que la información y el contacto con los familiares es un derecho de cualquier recluso extranjero.

En todo caso, ser de EAFIT le ha facilitado mucho las cosas. “Gracias a Dios estudié Negocios Internacionales”, dice, porque todo lo aprendido allí se ha ajustado de alguna manera a los retos que ha enfrentado siendo extranjero.

“Cuando uno habla con empleadores o jefes de otras nacionalidades que ya han trabajado con gente que viene de la misma universidad que uno y tiene la misma preparación, saben que es algo de calidad, reconocen que es una educación de primera categoría”, concluye.

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Juan Carlos Luján Sáenz
Área de Información y Prensa EAFIT
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