Paula Andrea Guisao López
Colaboradora
Desde que tiene uso de razón dirige. Al principio era solo un juego, después se convirtió en un anhelo y muy pronto fue una realidad que, a sus 35 años, hace de Andrés Orozco Estrada uno de los directores colombianos más reconocidos en el ámbito de la música sinfónica mundial.
En la actualidad es el director designado de la Orquesta Sinfónica de Houston, primer latino en ocupar este cargo, y director oficial de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt. Inició su formación en el Instituto Musical Diego Echavarría y, en 1997, después de estudiar dos años en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, hizo maletas y sus deseos volaron hasta la Academia Musical de Viena (Austria), donde fue aceptado para especializarse en dirección musical.
Tras su graduación en 2003, con un concierto calificado por la crítica especializada como “magistral”, empezó una carrera que lo ha llevado a entrar en las ligas mayores de su área, con actuaciones en las orquestas y escenarios más destacados de Europa: la Filarmónica de Viena, la Filarmónica de Múnich (Alemania), Leipzig Gewandhaus (Alemania), Sinfónica de Viena, Sinfónica de Bamberg (Alemania), Deutsches Symphonie Orchester Berlin (Alemania) y Sinfónica de la Radio Sueca, entre muchas otras.
Tras su graduación en 2003, con un concierto calificado por la crítica especializada como “magistral”, empezó una carrera que lo ha llevado a entrar en las ligas mayores de su área.
Pero, ¿cómo empezó todo? Aunque los recuerdos son borrosos, la música de fondo es inolvidable: La pequeña serenata de Mozart sonaba en una grabadora de casete y un niño de seis años, con una antena de televisor, imaginaba que llevaba la batuta de una gran orquesta, por eso hablaba con los músicos, los guiaba, los aconsejaba. Esa es la escena primaria que se le viene a la cabeza a Andrés para responder a esa pregunta.
Pero después vienen más imágenes, como la del día en que la maestra Cecilia Espinosa le regaló su primera batuta y sintió que había tomado la decisión más importante de su vida: quería ser director de orquesta.
En esa oportunidad la memoria es más bondadosa y le permite relatar con detalles cómo la profesora tiró para arriba su instrumento, tal como lo hacía siempre que sentía que las cosas no estaban funcionando y lograba llamar la atención de sus estudiantes. Al caer, la batuta quedó firme en el piso de madera, cual video de YouTube, y cuando la maestra intentó sacarla se le daño la punta.
Ese día Andrés tuvo el mejor regalo que un aspirante a director puede tener: al final del ensayo ese elemento tan preciado era suyo y, con este en su poder, empezó a orientar todos sus esfuerzos para convertirse en la figura que es hoy para la música mundial.
Un reto al público colombiano
Aunque hace mucho tiempo que no vive en su ciudad natal y su agenda no le deja mucho tiempo para visitarla -solo le permitió pasar una semana en marzo y un día en junio durante 2013-, siempre que vuelve, su lado “romántico”, como él lo llama, le da un significado muy especial a cada una de sus actuaciones, al tiempo que le hace reflexionar sobre su papel en el ambiente cultural local, por eso trata de sorprender y aportar un poco al desarrollo del mismo.
“Creo que cuando uno se va y tiene la oportunidad de conocer, aprender y vivir experiencias en otros lugares debe volver y tratar de transmitirlo. Es un poco lo que busco hacer en mis presentaciones acá, aportar un granito de arena, así sea muy pequeño”, afirma el maestro.
Sobre los diferentes programas que impulsan el arte y la música en la ciudad dice estar muy complacido, pues la Medellín que dejó no tenía siquiera una institución en la que fuera posible estudiar dirección. “Proyectos gubernamentales como la Red de Escuelas de Música, una iniciativa grande y masiva que enriquece la ciudad; programas universitarios como el de EAFIT, que ha dado un nuevo espacio a la música clásica; y programas de tradición en las que yo participé como Batuta o el colegio Diego Echavarría son los estímulos que esta ciudad necesita, eso y mucho más”, asegura Andrés.
Por eso, no solo el sentimiento lo trae a la capital antioqueña. Ante todo tiene un interés artístico que se complementa con las posibilidades ofrecidas por el contexto musical local. Así, cuando recibe una invitación dice tener en cuenta si la orquesta y el escenario le ofrecen lo que necesita, lo que quiere y le pueden aportar algo a su carrera. Para su última presentación, el 9 de marzo como director invitado de la Orquesta Sinfónica EAFIT, la respuesta a cada uno de estos requisitos fue sí.
Y no fue la primera vez que dirigió la Orquesta de la Universidad. Esta fue su tercera oportunidad con EAFIT y, como siempre, trató de innovar para sus coterráneos, con la inclusión de Stabat Mater, de Gioachino Rossini en el repertorio, una obra para orquesta, solistas y coro, nunca antes escuchada en los teatros de la ciudad. Hace dos años también sorprendió a los asistentes con la Novena Sinfonía de Beethoven, con una de las interpretaciones más elogiadas en Medellín durante los últimos años.
Las condiciones están dadas, por eso cree que llegó la hora de que el público se haga sentir, reconozca y disfrute el talento de los músicos locales, así como la cantidad de alternativas internacionales que ofrece la vida cultural de la ciudad. Es, entonces, cuando el director decide desafiar a los medellinenses a apreciar la música clásica, asistir a conciertos, disfrutarlos, y abrir mente y corazón. “Los reto a que se den esa oportunidad, a que se regalen una noche de buena música, a que se den cuenta de que es algo muy distinto que no tiene nada que ver con una élite. Eso hay que desmitificarlo, tampoco es para quedarse dormido. Es para disfrutar el momento y las sensaciones que produce”.
Su conexión con EAFIT viene desde las épocas en que empezó el programa de Música, hace 15 años.
Agrega que no es necesario ser un experto o conocer cada obra, cada compositor o cada periodo musical. Lo más importante es usar la inteligencia, querer sentir, querer sorprenderse y tener un poco de disposición. Es tan fácil como leer un poco sobre el repertorio, tratar de comprenderlo y afinar el oído para empezar a percibir, pues el talento de muchos artistas y la genialidad de los grandes compositores los están esperando.
La maestra Cecilia
Su conexión con EAFIT viene desde las épocas en que empezó el programa de Música, hace 15 años. La maestra Cecilia Espinosa, la misma que le regaló su primera batuta, fue una de sus fundadoras, y es hoy la directora de su Orquesta Sinfónica. Su relación con ella ha sido “de toda la vida”, pues su apoyo continuó aun cuando el músico se fue a Viena.
De manera que cuando venía a pasar vacaciones en los veranos europeos, la maestra lo invitaba a ofrecer clases de dirección en EAFIT, por allá cuando el bloque de Música solo era la mitad de lo que es hoy y él seguía siendo un joven músico con el sueño de consagrarse en la dirección orquestal.
"Ha sido una persona muy dinámica, muy echada para adelante, con un carisma muy grande en la comunicación y la manera de relacionarse con los demás, con un humor muy alto y muy agradable": Cecilia Espinosa Arango, directora de la Orquesta Sinfónica EAFIT.
Aunque, como dice la maestra Cecilia, ya era un aplicado estudiante con un futuro promisorio. “Siempre ha sido una persona muy dinámica, muy echada para adelante, con un carisma muy grande en la comunicación y la manera de relacionarse con los demás, con un humor muy alto y muy agradable, con un gran conocimiento de la música y lo que hace”, manifiesta la directora de la Orquesta Sinfónica EAFIT.
Después tuvieron la suerte de reunirse de nuevo en el escenario y recordar esos tiempos en los que la maestra Cecilia simulaba ocupaciones para dejarlo dirigiendo la orquesta del colegio, pues el alumno también tiene muchos recuerdos del papel que jugó su profesora en su formación como artista. Ella fue la que le enseñó el solfeo, que para los músicos equivale a la lectura del pentagrama. Así empezó a entender que esos círculos y esos símbolos tenían sentido y se convertirían en la materia prima de su trabajo.
También fue quien le permitió dirigir por primera vez. La maestra se fue a estudiar al exterior y él, en su último año de colegio, quedó con la dirección de la orquesta que ella tenía a su cargo. “El trabajo que hace la maestra Cecilia Espinosa en la ciudad es muy importante. Tiene una trayectoria que no se reconoce como debería ser. Todo el trabajo coral que lleva haciendo desde hace muchos años en la ciudad y su aporte musical son muy valiosos”, comenta el director.
Sus sueños
Andrés Orozco Estrada está seguro de que en la música el talento es muy importante, pero también de que sin trabajo ese talento nunca podrá subir de nivel. Lo compara con una bebida espumosa, “entre más liquido tengas por debajo, la espuma está más arriba”, por eso cree fundamental lo que le dijo uno de sus maestros en Viena: tener el don es importante, pero estudiar, prepararse y adquirir cada vez más conocimiento es lo único que puede convertir un músico en un músico excelente.
Con este convencimiento ha llegado a convertirse en la figura que es hoy para la música sinfónica del mundo, algo que sí se había imaginado, pues los sueños han ocupado gran parte de su vida, un apartado solo superado por el esfuerzo y las acciones que ha realizado para cumplirlos, pues sabe que la suerte no sirve mucho en estos casos.
A su edad son muy pocos los que han cumplido el deseo que cualquier director podría pedir en el mundo: estar al frente de la Filarmónica de Viena. Orozco Estrada lo hizo hace dos años por primera vez y fue invitado a hacerlo de nuevo en 2012 con actuaciones que han merecido halagos de la prensa especialista como “brillante” y “un talento inminente” por dos de los diarios austriacos más conocidos, Wiener Zeitung y Die Presse.
Aun así, no deja de planear y ambicionar metas más grandes. A corto plazo hay otros sueños que siguen cumpliéndose: en 2015 tiene presupuestado dirigir la Orquesta de Ámsterdam (Países Bajos) y está concretando fecha para la de Filadelfia, una de las más importantes de su género en Estados Unidos. Otras de esas aspiraciones tienen que ver con Medellín, con poder seguir regresando y aportando a la difusión de la música local y el interés del público.
Pero muchos otros anhelos, los más ambiciosos, no pueden revelarse todavía, pues seguro si en su adolescencia hubiese dicho que muy pronto se iba a codear con las élites mundiales de la música sinfónica, pocos le habrían creído a ese entonces gomoso de la dirección.
Andrés Orozco Estrada nació en Medellín en 1977 y desde los seis años entró en el mundo de la música con el aprendizaje del violín. Fue alumno de la maestra Cecilia Espinosa, directora de la Orquesta Sinfónica de EAFIT, y dictó clases de dirección en la Universidad en los orígenes del Departamento de Música. |