Los politólogos en EAFIT y en otras universidades importantes en Colombia han hecho considerables esfuerzos para avanzar hacia una comprensión satisfactoria de las causas de la inestabilidad política y la guerra, que siempre es el paso más importante hacia el diseño de políticas exitosas.
El trabajo en el Centro de Análisis Político de EAFIT se ha basado en su marco analítico, con el fin de desarrollar un enfoque microsocial para analizar y proponer transformaciones de problemas locales y nacionales. ¿Qué piensa acerca de los beneficios y ventajas de utilizar conceptos, métodos y técnicas que tienen como objetivo microfundamentar la comprensión de los problemas colectivos?
Yo creo que esta es la lógica adecuada para iniciar el análisis de los problemas locales y nacionales. Creo que brindar más luces sobre los microfundamentos de la acción política es la clave para entender las encrucijadas que enfrenta la vida colectiva, lo que no niega que las técnicas que se centran en los agregados sociales (por ejemplo, las miradas estructuralistas) sean útiles. Pero para transformar el juego político, de tal manera que prevalezca la paz y se posibilite un juego de creación de riqueza, se deben tener en cuenta las creencias y actitudes de los ciudadanos y de los principales actores políticos involucrados.
Teniendo en cuenta la potencia analítica de su concepto de modelos mentales, ¿de qué manera el estudio de la cultura podría ser un mecanismo clave para ayudar a superar entornos sociales que tienden a repetir situaciones colectivas negativas?, ¿cuáles son las posibilidades y los límites del análisis de la cultura?
El proceso de formación de nuestras creencias es complejo, implica la consolidación y el cambio de los modelos mentales que nuestro sistema cognitivo crea y emplea al resolver los problemas que surgen del ambiente. La interacción entre personas y grupos da paso a la formación de modelos mentales compartidos, que son el primer paso hacia la creación de instituciones, que equivale a la posibilidad de compartir soluciones a los problemas de interacción social. El concepto de modelos mentales compartidos es, creo, más preciso y fructífero que la noción de cultura, que carece, en gran medida, de un significado técnico preciso. Propongo, por tanto, hacer uso de este concepto y no del concepto de cultura cuando se teoriza en ciencias sociales.
Hay un problema habitual en la formación de conceptos en las ciencias sociales, que también es evidente aquí. Las teorías científicas sobre la sociedad tienden a hacer uso de conceptos que se utilizan también en la vida ordinaria y en la que a menudo tienen significados ambiguos o muy generales. Esta vaguedad e imprecisión se introduce en los marcos teóricos que hacen uso de tales conceptos. Pienso que esto ocurre con el caso del concepto de ‘cultura’. La solución, por un lado, es la de definir cuidadosamente tales conceptos y cómo se van a utilizar dentro de la teoría que se va a desarrollar- algo que a menudo no tiene éxito, porque el sentido corriente del concepto seguirá siendo dominante-. O, por otro, evitar el uso de tales conceptos e introducir categorías puramente técnicas con significados más estables, como la de modelos mentales compartidos.
Por muchas razones Medellín y Antioquia han generado un gran interés en todo el mundo por ser casos exitosos de cambio social. La evidencia de las investigaciones del Centro de Análisis Político sugiere que algunos factores explicativos pueden relacionarse con la construcción de coaliciones políticas exitosas, así como de niveles medios de capital social y de atributos de una incipiente cultura cívica. Desde su perspectiva analítica, ¿qué se necesita para que una sociedad pueda superar caminos indeseables, y los legados de la violencia y la pobreza?
Esta pregunta no se puede responder brevemente, por supuesto. Me voy a limitar a una sola observación. Cualquier orden político imperante, ya sea violento o pacífico, y el orden económico imperante, ya sea próspero o pobre, es el resultado del interjuego de instituciones formales e informales. Por instituciones informales me refiero a las convenciones, reglas morales y normas sociales que los miembros del grupo comparten y siguen colectivamente. Por instituciones formales me refiero a las normas legales que surgen como el resultado del proceso político. Es la interacción de ambos lo que da lugar al orden político y económico.
Ahora bien, las instituciones informales son, normalmente, el resultado de un proceso de interacción espontánea que ninguna mente individual puede controlar. Estas son susceptibles de ser alteradas deliberadamente. Y todo cambio de las reglas formales mostrará su efecto a través de la interacción con las reglas informales: los policías, los jueces, y la administración, que se supone debe hacer cumplir las normas legales de un país son también portadoras de las instituciones informales.
Así, el diseño de cualquier cambio de las instituciones formales para dirigir una sociedad hacia un nuevo camino debe tener en cuenta que su aplicación no será automática y, en muchos casos, fallida. Si por una coincidencia histórica feliz, las instituciones informales apropiadas llegan a prevalecer y coinciden con la creación de instituciones formales adecuadas, será más probable que una sociedad recorra una dirección más deseable para la gran mayoría de las personas.
Usted fue invitado por EAFIT y la Universidad Tecnológica de Bolívar para hablar de su trabajo acerca de la relación entre aprendizaje, instituciones y el cambio social en un país que se enfrenta a los retos de la transición a la paz. ¿Cuál es el contexto que ha encontrado en su visita y qué tan preparados están los investigadores locales para enfrentar estos retos?
Cada país tiene sus propios problemas y desafíos. La transición hacia la paz es, sin duda, el gran reto colombiano. Los politólogos en EAFIT y en otras universidades importantes en Colombia han hecho considerables esfuerzos para avanzar hacia una comprensión satisfactoria de las causas de la inestabilidad política y la guerra, que siempre es el paso más importante hacia el diseño de políticas exitosas. Solo si hay una buena comprensión teórica de la situación existente se puede intervenir empíricamente con éxito. Para tal entendimiento, buenas teorías y buenos resultados empíricos son importantes y creo que los investigadores en EAFIT están a la vanguardia científica con respecto a ambos.
¿Qué papel desempeñan las universidades en la construcción de modelos mentales y sistemas de creencias que son favorables para el fortalecimiento de las instituciones democráticas y los mercados inclusivos?
Las universidades modernas son un logro importante de nuestra cultura. Es el lugar donde se vive, literalmente, la libertad de expresión, algo que no ha sido evidente en la mayor parte de la historia humana. Una universidad es el lugar en el que cada autoridad puede ponerse en duda, algo que es la base de cualquier tipo de progreso. Una universidad es una organización en la que el intercambio y la competencia de ideas se lleva a cabo de manera meritocrática: es la validez de los argumentos lo que cuenta, más que la fuerza física o la violencia. Probablemente no hay otra organización que alcance la misma importancia para la construcción de una mentalidad de apertura y de crítica no violenta que puede ser trasladada a otros ámbitos sociales.
Usted visitó varios lugares de Medellín, en particular, la comuna 13. ¿Cuál es su reflexión personal sobre los contrastes sociales que encontró en Medellín?
Medellín es, por supuesto, un contraste observable, en particular entre el centro de la ciudad y lugares como San Javier, en la comuna 13. Sin embargo, es muy importante que prevalezca la seguridad en esas zonas. La seguridad es algo que cambia fundamentalmente la calidad de vida. La cuestión es que el avance, en esta materia, se mantenga y que las condiciones materiales de vida de los habitantes sigan mejorando.
¿Cuál fue su principal aprendizaje durante su visita a Colombia?
He tenido una visita maravillosa, una muy memorable, sin duda, una de las más emocionantes experiencias que he tenido en mi vida.