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El Eafitense / Edición 110 Un espacio que cierra distancias y abre oportunidades - El Eafitense

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Un espacio que cierra distancias y abre oportunidades

El Instituto Confucio de Medellín cumple seis años de existencia acercando a más de 3000 personas al universo de la cultura china. A través del aprendizaje del chino mandarín, los estudiantes pueden expandir su conocimiento del gigante asiático, entender el verdadero sentido de la palabra armonía e, incluso, transformar el curso de su destino.

Fotos: Róbinson Henao​
​Laura Victoria Botero Berrío
Colaboradora

Li Ni siente la risa de la gente y decide que eso es lo que la atrapa. La cautiva la alegría fácil de los colombianos, la facilidad de encontrar en cada situación una oportunidad para soltar una carcajada. A la directora china del Instituto Confucio de Medellín le parece que lo mejor de su experiencia desde que llegó a Medellín está en sentir la risa de la gente.

En la oficina de Pablo Echavarría Toro se ve un mapa del mundo que inquieta por la ubicación de los hemisferios: África está donde la geografía que se aprendió en el colegio ubica a América y, justo a su derecha, en el centro de esa cartografía, se explaya el territorio asiático, con China como un núcleo soberano. Al extremo derecho, donde siempre se ha visto a los países del Pacífico, se dibujan los tres cuerpos de tierra que componen el continente americano. “Es el mapa del mundo como debe ser”, explica Pablo, director del Instituto Confucio de Medellín y uno de los hombres que mejor conoce la cultura china en Colombia.

A pocos metros de allí Mateo Maya López diligencia formularios impresos en tipografía china con caracteres en ese alfabeto, pega una foto en la parte superior y cuenta los días para regresar al país en el que su vida encontró un nuevo significado. Este estudiante del Instituto Confucio es casi una celebridad en China, tras haber sido el ganador por América de un concurso llamado Puente Chino, un reality transmitido por televisión nacional en el país más poblado del planeta. 

No hay equivocación: chinos y colombianos tienen mucho en común. Hace seis años se creó el Instituto Confucio de Medellín y, desde ese momento, más de 3000 estudiantes han entendido que a 14.000 kilómetros de distancia hay un pueblo con el que existen muchas similitudes, a pesar de las enormes diferencias.

El futuro es ahora 

Pablo Echavarría afirma que en este espacio se pone en marcha un ejercicio académico y cultural que se anticipa a lo que va a pasar el resto de siglo. “En Medellín somos afortunados de contar con este instituto porque nos permite trabajar pensando en las próximas generaciones, los resultados más importantes se van a ver en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Y es que el papel de China y, en general de Asia, va a ser trascendental durante el siglo XXI, vamos a alternar demasiado con personas de ese lado del mundo, que es donde se generan los negocios más importantes y se toman las decisiones globales. El chino mandarín es una herramienta clave, comunicarse con ellos a través de un tercer idioma no es la mejor opción: por su carácter, los chinos evitan los malos entendidos”. 

La misión de los Institutos Confucio es la enseñanza del chino mandarín y la promoción de la cultura china en otras naciones. Se crearon en 2007 y hoy existen más de 500 en todo el mundo. Colombia tiene tres de los 35 que hay en América Latina. El de Medellín es el único que opera gracias a la alianza de tres actores: EAFIT, la Universidad de Antioquia y la Alcaldía de Medellín. 

La directora Li Ni, que llegó hace dos meses al país, se sorprende de encontrar una cultura alegre, semejante a la suya. “Yo creo que hay varios puntos en común entre nosotros, uno muy importante es el de la alimentación, porque veo que aquí comen tanto arroz como nosotros y, además, la forma de preparación es muy similar. También creo que el arte nos conecta, las percepciones musicales y plásticas. Por ejemplo, yo pongo canciones chinas en las clases y luego pregunto de qué hablan esas melodías y los estudiantes pueden capturar la esencia de cada tema. Igual pasa en China con las obras de Fernando Botero, que son muy apreciadas y sentimos que nos hablan a nosotros”.

Adicionalmente, Ni ha descubierto una pasión creciente por el aprendizaje del chino mandarín en sus alumnos. “Los siento apasionados, eso me ha sorprendido”, dice. “Yo sé que aprender un idioma nuevo requiere esfuerzo y pasión, especialmente el chino mandarín, que es muy distinto al español, que incluye símbolos tan diferentes del alfabeto latino. Doy las clases los sábados en la mañana, veo que todos están aquí con gran sacrificio, después de una semana laboral o académica, y siento que aprenden rápido, tal vez porque en chino mandarín tenemos la misma estructura sintáctica y muchos conceptos son iguales en lo cognitivo, entonces el aprendizaje se facilita”.​

Hace seis años se creó el Instituto Confucio de Medellín y, desde ese momento, más de 3000 estudiantes han entendido que a 14.000 kilómetros de distancia hay un pueblo con el que existen muchas similitudes, a pesar de las enormes diferencias.​

Un valor que conecta

 El profesor Martín Jiménez es coordinador de cursos de chino mandarín y representante de la Universidad de Antioquia en el Instituto Confucio. Para este docente, el instituto ha aportado a la ciudad una nueva oportunidad de conectarse con geografías muy lejanas. En los años de enseñanza han pasado por allí más de 3000 estudiantes que hoy tienen una nueva mirada del mundo. 

“Esta experiencia ofrece un impacto radical en cada estudiante, se abre su mundo, muchos de ellos aseguran que la vida les ha cambiado, y es que hacer parte del instituto les ofrece la posibilidad de recibir becas y participar en programas de intercambio en China. Además, el Instituto no se ha limitado a la enseñanza del idioma, sino que se ha podido consolidar una oferta cultural muy amplia a través de los años, aquí han venido grupos de distintas expresiones culturales de China y eso ha sido muy valioso para la ciudad”, indica. 

Jiménez afirma que la integración de culturas que se obtiene gracias al Instituto Confucio ha demostrado que entre los colombianos y los chinos existe un valor común: la amabilidad. “Los colombianos, por naturaleza, somos abiertos, solidarios y amables con los demás, el chino también es extremadamente delicado en el trato, es muy cordial y está lejos del estereotipo frío, calculador y distante que se tiene. La diferencia radica en las formas, mientras nosotros tenemos actitudes más expresivas, de contacto físico, ellos se toman muy en serio la dignidad del otro, el respeto”. 

Pablo Echavarría añade que el resultado más importante que ha logrado el Instituto Confucio de Medellín es expandir el interés de mucha gente sobre China. “Hasta hace algunos años los estudiantes solo pensaban en irse a los Estados Unidos, máximo Europa, pero hoy consideran la opción de Asia para terminar sus estudios profesionales y han entendido el poder del mandarín. Muchos de ellos, incluso, se quedan allá, montan un negocio o establecen una relación profesional de largo plazo con los chinos”, explica. 

El nuevo rumbo​

Con eso sueña Santiago Hincapié, de 19 años, un estudiante de traducción de la Universidad de Antioquia que hoy cursa el décimo nivel de chino mandarín en Confucio. No duda en asegurar que ese contacto con el idioma le abrió un universo nuevo. “Salí del colegio y como no pasé a la universidad en el primer intento busqué el aprendizaje de otro idioma. Inicialmente era alemán, pero luego me interesé por el chino mandarín. Desde que empecé noté que por ahí estaba mi destino, decidí que mi profesión iba a ser con los idiomas y hoy estoy esperando que me aprueben la beca para ir a estudiar a China”. 

Si logra ese viaje, y las opciones son altas por su impresionante desempeño con el chino mandarín, dice que la expectativa está en “conocer ese país desde su gente”. “Seguramente que se ampliará el conocimiento de la lengua, pero mi prioridad es entender y aprender de la forma de pensar de los chinos, de sus prácticas, de su historia, del contexto político que viven hoy”, dice Santiago.​

Hasta hace algunos años los estudiantes solo pensaban en irse a los Estados Unidos, máximo Europa, pero hoy consideran la opción de Asia para terminar sus estudios profesionales y han entendido el poder del mandarín.​

La vida de Santiago cambiará, como cambió de manera radical el destino de Mateo Maya, un notable estudiante del Instituto que llegó allí por el vacío que sentía con la carrera que cursaba y hoy proyecta el resto de su vida en China. “Viajé becado en 2014, allá estudié, aprendí de la cultura y conocí a la que hoy es mi esposa. De regreso en Colombia me invitaron a participar en un concurso internacional de chino mandarín y tuve que regresar y vivir allá varios meses, pues el concurso se realizaba por televisión, en un reality que nos encerró en una casa a todos los competidores. Siempre me fue bien y, al final, fui el ganador del Puente Chino entre todos los estudiantes de América. Un orgullo para mi familia y una experiencia increíble, porque hasta en campañas de televisión he participado”. En unos días Mateo regresa a China con su esposa como beneficiario de una segunda beca, de dos años.​

Confucio en 500 casas

​​Los Institutos Confucio se crearon en 2007 como una iniciativa gubernamental para promover el aprendizaje del idioma chino mandarín, facilitar lazos de cooperación y expandir el conocimiento sobre la cultura china, una de las más extensas y ricas en el mundo. 

​Se conciben como centros de aprendizaje y cultura similares a la Alianza Francesa, el Instituto Goethe o los British Council, también extendidos por el mundo. 

Pablo Echavarría, exembajador de Colombia en China, explica que el primero de estos se establece en Seúl (Corea del Sur), luego en Japón y, en solo nueve años, se han fundado más de 500 en el mundo. En América Latina hay 35, en Colombia se cuenta con tres: en la Universidad de Los Andes, otro en la Jorge Tadeo Lozano y el de Medellín, que funciona en alianza entre EAFIT, la Universidad de Antioquia y la Alcaldía de Medellín. 

Esta iniciativa depende del Ministerio de Educación de China, a través de la Oficina del Consejo Internacional del Idioma Chino (Hanban). En Medellín, la idea surgió gracias al interés de EAFIT en fortalecer el Centro de Estudios Asia Pacífico. 

En América Latina hay 35, en Colombia se cuenta con tres: en la Universidad de los Andes, otro en la Jorge Tadeo Lozano y el de Medellín, que funciona en alianza entre EAFIT, la Universidad de Antioquia y la Alcaldía de Medellín.​

La meta del Instituto Confucio es ampliar el impacto que tiene en mucha más gente de la ciudad. Para ello, dice Pablo Echavarría, se han firmado convenios con colegios públicos y privados de Medellín. “Hemos incorporado colegios como el Marymount, con docentes que van hasta allá a brindar las clases, también la Alcaldía de Medellín está becando estudiantes de colegios públicos para expandir este interés”, afirma Echavarría. 

Adicionalmente se piensa en preparar las empresas colombianas que quieren hacer negocios en China. La experiencia inicial la está adelantando la compañía Nutresa, que tiene convenio de formación para sus profesionales con Confucio, pues los negocios en Asia requieren de la capacitación de sus ejecutivos.

El Instituto Confucio celebra seis años de existencia que han sido fértiles en resultados y que, se espera, sigan cambiando la vida de mucha gente, pero, sobre todo, permitan que se incorpore aquello que describe de manera exacta el pensamiento chino, legado de Confucio: la búsqueda de armonía, la benevolencia, el respeto por la dignidad, el interés por el bien común y la construcción de confianza.​

Así se nombra​

La manera precisa para describir el idioma es mediante las palabras “chino mandarín”, que es el estándar del que se componen los ocho dialectos hablados en ese​ país. Se estima que esta es la lengua nativa de más de 850 millones de personas.​​

Última modificación: 28/02/2017 0:45