Cuando un artesano se sienta en su taller o sitio de trabajo, y se concentra en la labor que está realizando, detrás de esta se esconde un amasijo mucho más potente que las piezas finales.
Estoy hablando de pasión, de constancia, de dedicación y de paciencia; de creatividad, de ideas y de compromiso; de imaginación y originalidad, de experticia, talento y desarrollo de diferentes técnicas y metodologías; de trabajo colaborativo, de amor y de gusto; y de responsabilidad porque sus creaciones permanezcan e impacten el entorno. Algo parecido a lo que viven, en su contexto, las personas que trabajan con la arcilla, quienes se apoyan en la plasticidad de sus propiedades para moldear, dejar volar la imaginación y dar forma, y luego en las reacciones químicas que produce el calor para crear piezas que perduren en el tiempo.
Los eafitenses somos como esos artesanos. El campo en el que nos desenvolvemos no es el de la arcilla, sino el de la educación, pero como esta, también nos invita a reinventamos cada semestre, cada año y con cada nueva iniciativa, para seguir tocando la sociedad con nuestra creación.
Lo dice nuestro Propósito-Misión: Inspiramos vidas, creamos conocimiento y transformamos sociedad, y solo basta con recorrer el campus para hacerse una imagen de que esta es una premisa que vivimos en el día a día.
Algunas veces, como esos mismos artesanos, lo hacemos con obras tangibles que nacen en el interior de hornos (que en nuestro caso son talleres, laboratorios y demás espacios de aprendizaje de nuestro campus), y otras veces creamos con el poder de una idea, de un chispazo de creatividad que nace con una conversación y un café, que se enciende y que va tomando fuerza, creciendo, sumando voluntades y transformándose en realidad.
Creamos desde el asombro, no damos por sentado nada de lo que nos rodea y, por el contrario, nos movilizamos y apalancamos en las preguntas de manera permanente (desde las más básicas hasta las más filosóficas), para generar y moldear nuevo conocimiento, y cuestionar lo establecido.