Manuela Espinal e Isabel Castaño
No basta. Es bueno que sepamos, por fin, que el talento no es suficiente. Nos han dicho que es un milagro. Y sí. Pero, ¿qué tal si a la mano del artista, a su sudor, a la lágrima iracunda, al esfuerzo, a la musa, a lo innato, le faltara el toque de alguien más? Que de pronto nos revelaran que el don no es sino la materia prima y que, luego, vienen el martillo y la lima. Que nacer con algo no es sino la muestra de que toda repartición es injusta. ¿Qué nos quedaría de la fantasía, del cuento del elegido? Quizá nada. Pero algo nacería: un oficio, el del carpintero, el del editor.
Conocemos historias poderosas y amargas como la de Gordon Lish, el editor que hizo de Raymond Carver el mejor cuentista estadounidense de nuestro tiempo. Un escritor con una prosa poderosa y desbordada, cruel. El que narró sus dolores amorosos, su adicción al alcohol y sus culpas como padre, y a quien (quizá) no habríamos leído como leímos si no hubiese sido adoptado por un editor tenaz y despiadado como Lish. El hombre que supo tomar la podadora y pulir, limpiar la prosa del talentoso, del fértil.
Aunque esta es una de las historias en las que el editor brilla, no siempre su labor es la del cruel. A veces basta con que tenga el ojo sensible, la mirada
ordenada. Basta con que sepa detectar el brillo, el talento.
En el proyecto de investigación Viejos signos, nuevas rotaciones hay algo de esto. En cabeza del profesor Efrén Giraldo, un equipo de más de 30 personas se ha dedicado, desde 2019, a recopilar piezas artísticas para hacer de ellas un conjunto. Bajo la pregunta de cuál es la relación de la poesía con el arte contemporáneo se han encontrado con piezas que trascienden el papel y se convierten en movimiento, oralidad y performance.
Así como otras que les han revelado preguntas que en otro tiempo nadie se imaginaría: ¿qué de refrescante y temible tiene la creación artística de la inteligencia artificial? Así mismo, han aprendido que la relación entre las dos disciplinas es cualquier cosa menos nueva: la palabra y el mito, la poesía y aquella forma de buscarnos un origen lógico son más cercanas de lo que parecen.
Pero, como cualquier trabajo artístico, esta investigación no debía quedarse en el simple aprendizaje para el grupo.