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Edición 229 Skip Navigation Linksnuestros-pobres-academicos ​Nuestros pobres académicos​​

academia.pngNuestros pobres académicos​​

​Son todos muy locuaces, muy lúcidos y críticos, pero ¡ay, hasta dónde! O mejor, ¡con quiénes y ante quiénes! ¿Qué suerte de revelación o revolución presenciaríamos si nuestros académicos se quitaran la mordaza, a menudo voluntaria y autocomplaciente, que suelen llevar? Nuestros pobres académicos, que solo se permiten pensar hasta cierto punto, mucho más autolimitados que limitados en verdad, gozan al elaborar toda serie de enredos que suenen mucho a pensamiento para mantener engañada a la gente. Amañan autores y fórmulas para intentar sostener disparates y mantenernos a todos con la cabeza bien agachada. 

Y es que la producción de conocimiento se ha vuelto una cosa más en el mercado, ese que supuestamente se regula solo y que no tiene nada que ver con el poder. Por supuesto que a nadie se le puede pedir que patee la lonchera, pero sí sería mejor para todos si estos admitieran que lo que están haciendo es cuidar el bolsillo, cosa que no se le puede reprochar a nadie en este país, en vez de andar por ahí con las mentiritas de “desarrollo” y “bienestar” a toda hora en la boca. 

La cosa está en que uno siempre puede hacer algo, así sea pequeño, por lograr de hecho algún bienestar que se sitúe por fuera del cubito minúsculo en el que nos es permitido (no) vivir. Pero esta gente no solo cuida su bolsillo, sino que además le quiere cuidar el bolsillo y el corazón y la reputación a los patrones, y así nos queda muy difícil a todos. ¡Cuánto cambiaría si, todavía sirviéndole al poder como empleados, que lo son, dejaran de hacerlo como intelectuales! 

Siempre se le puede meter algo de revolucionario a lo ortodoxo, algo de humor y sarcasmo a lo serio, algo de vida, y mucha, a esta sucesión de muertes que componen nuestra cotidianidad. Y de hecho esa es la lucha que nos puede dar algo, hecha de soplos chiquitos repletos de imaginación, de esperanza y osadía en medio de tanta esterilidad para el pensamiento, para la acción. 

Todos sabemos bien que no somos libres en las instituciones, y por eso es que es afuera, después del horario laboral, donde cabe rebelarnos . contra lo que nos obligan a hacer y a dejar de ser a cambio de un medio para sobrevivir. No hay que darles nada por lo que no nos 


​Nuestros pobres académicos​​