Fidelidad, oruga sin capullo, lombriz anillada que se enreda entre los dedos. Insecto sin ojos, sin oídos, sin manos. Bicho metamórfico, cambiaforma, mimetista. ¡Súbete al proscenio, maestra de retórica! Nada pierdes ya con repetirnos tu numerito. ¿Qué esperas? ¡Que comience el espectáculo! ¿O es que no has terminado de pintarle los labios al tedio? ¡Apúrate, ven pronto! Ya queremos ver cómo lo haces pasar por costumbre.
Canta, baila, haz malabares. Cualquiera de tus truquillos sirve para desviar la mirada. ¿Ya ofreciste absoluciones, hábil bulera? ¿O será que tus creyentes dejaron de creer en indulgencias? Vístete de amor, de coraje, de familia, de virtud; que de eso se alimenta tu pueblo. Hazte la de la vista gorda ante las estadísticas, ¿qué más da? Bien sabes que de números no vive la fe.
Te conozco, fidelidad, cómo olvidarte. Sé que te nutres de secretos, polilla vieja; de chupetes maquillados, gritos ahogados y recuerdos intrusos. Fuiste creciendo detrás de mi oreja y ahora te enroscas en mis cabellos. ¿Por qué tuviste que desnudarte ante mí? ¡Cuánto insomnio me ahorraría si no te hubiera visto de frente! ¡Véndame los ojos, entumece mis sentidos! Enséñame, por favor, a congelar estas piernas líquidas.
¿Te parece gracioso, animalito mítico? ¿Disfrutas sembrar semillas de fuego entre mis muslos y esconder la mano? Apaga tu tic tac, que ya me duelen los oídos. Más bien ábrete paso por mis venas, lámete la miel de mi sangre y róbate mi última diástole. ¿Qué ganas con seguir mordisqueándome los sesos? ¿De qué sirve que señales la tierra bajo mis uñas? ¡Quítate la máscara, que a mí no me engañas! Hace rato sé que te llamas culpa.