Mauricio Builes Gil
Colaborador
Durante el primer semestre de 2017, 42 estudiantes del curso de periodismo internacional, del pregrado en Comunicación Social de EAFIT, dedicaron buena parte de su tiempo a rastrear los pasos de
Pablo Escobar en Medellín. Se trataba de un ejercicio en clase con una única condición: las fuentes tendrían que hacer parte del lado menos conocido de Escobar. Es decir, sus víctimas
y sobrevivientes.
Al principio, pareció sencillo. Pocos temas tan recurrentes en la ciudad como el legado del exjefe del cartel de Medellín. Sin embargo, con los días, se dieron cuenta de que en las historias de la calle (la televisión,
Internet y las bibliotecas) primaba la voz del capo y sus sicarios.
Las respuestas las encontraron en Darío Gutiérrez, Luis Javier Tobón, Santiago Salazar, Sorani Naranjo y tantas otras víctimas y sobrevivientes del cartel de Medellín.
El ejercicio –que luego se convirtió en la página web www.narcotour.co– coincidió, además, con varias noticias sobre el mismo tema. El año pasado, la agencia Air Panama ofreció un narco-paquete con tiquete, tres
noches de hotel en Medellín, una parada en la Hacienda Nápoles (en Puerto Triunfo) y rumba por 499 dólares. En marzo de este año, un rapero norteamericano, Wiz Khalifa, visitó
la tumba de Escobar y publicó fotos en sus redes sociales. Federico Gutiérrez Zuluaga, alcalde de Medellín, se mostró en desacuerdo y lo hizo sentir públicamente en espacios con medios de comunicación. En esa misma
línea –y ante el boom de los llamados “narcotours” por la ciudad– Gutiérrez propuso demoler el edificio Mónaco, antigua residencia de la familia Escobar Gaviria.
En una de las discusiones de cafetería, una de las alumnas del curso, luego de la propuesta del Alcalde, dijo: “Pues le tocará demoler media ciudad porque aquí casi todo está untado de Pablo”. No fue una exageración.
Más allá de los lugares en Medellín donde vivió, se escondió y murió el narcotraficante, y de las series en televisión y Netflix, de las películas en cine, de los libros y murales,
parece que la impronta de Pablo Escobar está en el ADN de la ciudad. Es como si las prácticas propias de la cultura mafiosa permanecieran a pesar de la muerte del capo hace 24 años.
Y ese era uno de los propósitos de la tarea del curso, demostrarles a los estudiantes –ninguno de los 42 vivió esa época– que, efectivamente, para el país (el proyecto también incluye a Bogotá y Puerto Triunfo)
Pablo Escobar es más que Narcos. Que existe un contra-relato que va más allá de las armas, las mujeres y los camperos descapotados; que una cosa es la memoria de un guionista de Netflix y otra cosa es la memoria
de los sobrevivientes.
De la reportería a los debates
Después de la reportería periodística en la calle, los alumnos regresaban a clase y comenzaron debates con preguntas que, hasta ese momento, no se hacían: ¿Cómo entender esa fascinación por un sicario que cuenta orgulloso
cómo asesinó a cientos de policías o activó carros-bombas en un canal de YouTube? O ¿cómo explicar que uno de los negocios turísticos más rentables hoy en día en Medellín sea ofrecer una visita a la tumba o a la casa
donde murió una de las personas que más daño le ha hecho a la ciudad? Las respuestas no las daba el profesor. Las respuestas las encontraron en Darío Gutiérrez, Luis Javier Tobón,
Santiago Salazar, Sorani Naranjo y tantas otras víctimas y sobrevivientes del cartel de Medellín que accedieron a hablar con ellos en las tres ciudades.
Ha sido una historia sin reverso, una historia enfocada exclusivamente en los mafiosos y sin opciones para las personas que los padecieron (o los padecen).
Y tal vez ese sea el problema del relato que hasta ahora se ha construido de la época más violenta del narcotráfico. Ha sido una historia sin reverso, una historia enfocada exclusivamente
en los mafiosos y sin opciones para las personas que los padecieron (o los padecen). Hoy no existe ninguna organización de víctimas del narcotráfico en Medellín y es impensable un acto público de rechazo frente a lo
que significó Escobar.
“Es la misma sociedad la que impone los tiempos y creemos que es hora de abordar algo que ha sido tan doloroso”, dijo hace poco Adriana Valderrama López, directora del Museo Casa de la Memoria, a propósito del
debate alrededor de la memoria histórica de Pablo Escobar. Sin embargo, más allá de las declaraciones públicas del Alcalde es poco lo que se ha hecho. Por eso, no sorprende el
eco mediático nacional e internacional que ha tenido el proyecto de los estudiantes. El País y la Cadena Ser de España, el canal Univisión de los Estados Unidos, Revista Semana,
El Espectador, Blu Radio y otros tantos han publicado notas al respecto, reconociendo la necesidad de hablar sobre un tema tan popular, pero desde otro enfoque.
Incluso, al correo electrónico del proyecto (narcotour.medellin@gmail.com) han llegado mensajes de hostales y empresas de turismo interesadas en ofrecer el mismo tour sobre Escobar, pero desde otra perspectiva: “Estamos
cansados de que nos pregunten solo por Pablo”, dijo el administrador de uno de los hostales en el barrio El Poblado.
Tal como sucede hoy en Berlín, Alemania, o en Belfast (Irlanda del Norte), donde incluso taxistas ofrecen diferentes opciones de recorridos por los lugares que han padecido guerras y destrucción, los turistas en Medellín
deberían contar con guías que ofrezcan otras versiones de lo que significa, por ejemplo, la cárcel La Catedral en Envigado o el barrio con 400 casas que mandó a construir Pablo Escobar en la Comuna 9. Nada de eso
sucede. Por el contrario, ahora, hasta John Jairo Velásquez, alias “Popeye” (exsicario), y Roberto Escobar, hermano del capo, ofrecen diferentes alternativas turísticas para conocer
el legado mafioso.
Tema tabú en las familias
Incluso, a veces pareciera que el tema desde la perspectiva de las víctimas ni se quiere tocar en casa. Cuando una de las alumnas dijo a su familia que ese semestre, en una de las clases, se dedicaría a escuchar a las
víctimas de Pablo Escobar, hubo un silencio incómodo. Una tía está emparentada con una de las familias que hizo parte del cartel de Medellín. “Es como un tabú. Nadie habla y siempre ha sido así –dijo la estudiante de
20 años de edad–. Ahora los veo en fiestas familiares o en reuniones y me cuesta creer que ellos hicieron parte de toda esa maldad”. En su caso, para el trabajo final de la clase
(Ver recuadro), decidió escribir una columna de opinión sobre lo que significó conocer de cerca ambas caras de la moneda.
Una vez terminado el semestre (la página salió al aire a mediados de junio de 2017), algunos estudiantes y el profesor han querido continuar con el proyecto. El siguiente paso es conseguir recursos no solo para alimentarlo
con nuevos contenidos periodísticos (quizá incluir testimonios de víctimas de Cali) sino convertir la página en una aplicación móvil que le dé posibilidades a las personas que contratan el tour de escuchar la voz de
los sobrevivientes mientras visitan el edificio Mónaco o la “Virgen de los Sicarios”. Otra de las necesidades es la traducción de los textos (solo los videos están traducidos al inglés).
Dichas experiencias desde la educación demuestran que sí es el momento para que Medellín (y el resto del país) aborden la memoria histórica de la época del narcotráfico, pero desde otra perspectiva menos banal.
Resignificar el legado de Pablo Escobar sin necesidad de invalidar lo que ya existe. Darle más opciones no solo a los turistas sino a las nuevas generaciones que han crecido con
Narcos en Netflix y “Popeye” en Youtube. Es claro el inmenso daño causado por la mafia y, aunque aún haya secuelas en los barrios y para algunas familias sea un tema prohibido,
nadie quiere repetir ese dolor. La pregunta que queda es cómo hacerlo y desde dónde. El debate está abierto.
www.narcotour.co
Después de cuatro meses de trabajo periodístico en Medellín, Puerto Triunfo y Bogotá, los 42 estudiantes de EAFIT crearon el proyecto www.narcotour.co El reverso de la historia de Pablo
Escobar y el narcotráfico. Hay videos, audios, textos y fotografías de 17 víctimas de Pablo Escobar y algunos artículos de contexto sobre 24 lugares que hoy son visitados por turistas que
pueden pagar a agencias desde 60 mil hasta tres millones de pesos por el recorrido.