Colaboradora
Esta historia es una especie de matrioska, la famosa muñeca rusa que en su interior contiene otras muñecas de diferentes tamaños. La comparación viene como anillo al dedo, pues son varias historias las que se entrelazan
o que se contienen unas a otras, de manera que se complementan entre sí.
El diseño inicial, que se conserva hasta el día de hoy, era un ser con cuerpo tradicional y con largos brazos con pesos al final, para dar la sensación de abrazo.
La primera de las historias surgió hace más de ocho años cuando la protagonista, Viviana Otálvaro Guzmán, tuvo que dejar a su novio en Argentina, donde ambos estudiaban. Imposible dejarlo así nada más, por lo que se le ocurrió dejarle un recuerdo que le permitiera recordarla cada día. Así fue como nació el Abrazador.
Al llegar a Colombia la idea se estructuró cada vez más. Viviana es egresada del pregrado en Ingeniería de Diseño de Producto de EAFIT, con experiencia laboral en Unilever y Peugeot, entre otras empresas, por lo que no le fue difícil volver realidad lo que tenía en mente. El diseño inicial, que se conserva hasta el día de hoy, era un ser con cuerpo tradicional y con largos brazos con pesos al final, para dar la sensación de abrazo. Sobresale un gran corazón bordado en tela de otros colores para hacer más visible que el Abrazador no tiene ojos, nariz ni boca, pero sí un gran corazón.
La idea estaba ahí, pero faltaba darle la estructura de negocio. Una beca para estudiar emprendimiento social en la berlinesa The Do School le permitió redondear lo que quería. Lo primero que aprendió fue a no tener miedo y, lo segundo, que este proyecto no lo podía hacer sola.
Mujeres productivas
Aquí viene la segunda matrioska. Esta es la historia de Ana, Mary, Febe, Adri, Caro, Amparito, Deya, Patri y Dany, todas mujeres, algunas desplazadas por el conflicto y habitantes de barrios de Medellín como Robledo La Huerta y Altos de la Torre, que han tenido sus propias historias de violencia urbana.
Es en esos dos barrios donde hoy en día esas mujeres confeccionan los abrazadores. Todas trabajan desde sus casas y si bien poco saben del significado de la innovación social y que ellas son parte importante de la cadena productiva, se sienten felices de saber que hacen parte de este equipo.
Carolina Cortés Pérez es una de las confeccionistas de los abrazadores. Ha sido modista buena parte de su vida, pero coser los abrazadores ni siquiera lo siente como su trabajo sino como parte de su vida familiar. “A mis hijos les gusta trabajar conmigo hacer piezas del Abrazador, pero lo mejor ha sido participar en las entregas y poder compartir con las personas que los reciben”, dice Carolina, madre de cuatro niños y dueña de una cara de adolescente.
La innovación de este producto conjuga diversos aspectos como la narrativa, la psicología, la economía solidaria, el medio ambiente y la salud.
Para Viviana son fundamentales estas mujeres como aliadas, pues dentro de la aplicación del modelo de innovación social está la de transformar necesidades sociales y, para el grupo de modistas, es importante tener un ingreso para colaborar con las finanzas familiares. (Ver recuadro).
Por eso el pago es justo, no requieren de traslados para hacer su trabajo y pueden continuar atendiendo a sus hijos en los horarios laborales. Una modalidad de teletrabajo efectiva.
La magia y el amor
Aquí viene la tercera matrioska, la que queda cubierta por las dos anteriores y la razón de ser de esta historia de innovación social. Son las historias de las más de 4000 personas que hasta hoy tienen un Abrazador, ya sea porque lo compraron para ellas o para regalarlo a alguien más.
Los abrazadores no vienen solos, pues los acompaña un libro con la historia del muñeco seleccionado, que cuenta sus orígenes y se enlaza con lo que necesita la persona que recibe este objeto. Como lo explica Viviana Otálvaro, la innovación de este producto conjuga diversos aspectos como la narrativa, la psicología, la economía solidaria, el medio ambiente y la salud.
Desde el punto de vista psicológico, el producto trata de entregar elementos para aprender a amarse a sí mismo (autoestima), a conectar a la persona con sus emociones y con las de los demás (empatía), promueve experiencias que ayudan a sanar situaciones difíciles (la cura del alma y del cuerpo) y a transformar el mundo por medio de pequeños cambios individuales, lo que Viviana denomina magia.
Esa magia llega con la historia del Abrazador, quien vive en la Hugger Island (que a su vez es el nombre de la empresa de Viviana) y puede haber nacido en el mar, la jungla, el bosque o las montañas. Toda la fantasía llega a niños que están institucionalizados, ya sea porque están enfermos o porque esperan ser adoptados. Esas situaciones especiales son las que se pueden trabajar con el Abrazador, dice Viviana, porque “más que un juguete es una herramienta” con la que los niños pueden descargar temores a una operación o miedos de no ser acogidos por una familia. Y la prueba de que realmente funciona es ver el cambio en el rostro de los niños, cuando aparece la sonrisa y desaparece la tensión.
Esta última matrioshka, la más pequeñita, la más oculta, es la que muestra el verdadero poder del abrazador, cuyo nacimiento surgió de la historia de amor entre dos personas, pero que luego convirtió el abrazo en terapia y en posibilidades de crecimiento económico para mujeres de escasos recursos de Medellín.
Comprar para donar
Los abrazadores pueden ser adquiridos para regalarlos a algún ser querido, pero también son ejemplo de modelo de consumo solidario, pues se puede comprar para donarlos a alguna fundación social o institución educativa.
El proceso de producción contempla tanto el salario justo como el aspecto ambiental, ya que cuando el Abrazador cumple su vida útil, de su interior se sacan unas semillas que se siembran y, de esta forma, el abrazador sigue acompañando a sus dueños.
Hay otros prototipos con conceptos similares que están en camino de hacerse realidad, pero que no saldrán a las estanterías hasta que el producto Abrazador encuentre su punto de equilibrio como negocio.
De lo social a lo transformador
Mario Enrique Vargas Sáenz, director de EAFIT Social, considera que la innovación social es necesaria para transformar las realidades.
¿Qué se entiende por innovación social?
La innovación social se enmarca en un despliegue de capacidades para transformar necesidades sociales en oportunidades de forma sostenible, cuyos resultados e impactos puedan permitir un escalamiento de prácticas, para generar valor compartido entre sus públicos de interés.
Para la Comisión Europea consiste en encontrar nuevas formas de satisfacer necesidades sociales que no están adecuadamente cubiertas por el mercado o el sector público o en producir los cambios de comportamiento necesarios para resolver los grandes retos de la sociedad, capacitando a la ciudadanía y generando nuevas relaciones sociales y nuevos modelos de colaboración.
¿Todo aquel que despliegue actividades de responsabilidad social hace innovación social?
No, de hecho, muchas actividades de responsabilidad social acontecen en procesos de fidelización y relacionamiento de las empresas con las comunidades o clientes. Son programas y obedecen a lógicas muy centradas en mantenimiento reputacional, mientras la innovación social requiere una voluntad expresa de transformar la realidad a partir de las necesidades sociales atacando causas de raíz y dejando capacidad instalada en quienes participan en dichos procesos innovadores.
¿Qué tipo de problemas sociales se trabajan hoy en día desde la innovación?
Se trabajan hoy en día todo tipo de problemas sociales desde los asociados a las carencias y vulnerabilidades hasta los de maximización de resultados y productividad rentable de empresas sociales con ánimo de lucro, todos ellos asociados a una clara defensa del principio de sostenibilidad, en armonía con la reciente declaración aspiracional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
¿Es EAFIT una universidad que le apuesta a la innovación social? ¿De qué manera?
Definitivamente sí. Desde su génesis, desde sus órganos y directrices corporativas. El Rector es un convencido y patrocinador permanente del reto que en esta materia debe asumir nuestra Universidad, la administración y la academia cuando innovan, cuando tocan las vidas de los estudiantes y de cada uno de nuestros públicos de interés. La adhesión al Pacto Global, nuestros centros de estudio, EAFIT Social… Hay demasiados caminos. Todos se cruzan en el compromiso de contribuir al progreso social fomentando redes de calidad con aliados probos y dispuestos a sumar en el interés genuino de seguir trabajando para inspirar, crear y transformar.