Varios comentaristas y algunos testigos de esos movimientos han revivido el fervor juvenil contra todas las formas de autoridad, contra las guerras en el mundo, contra la discriminación racial en Norteamérica y contra la discriminación de los inmigrantes.
Juan Carlos López Díez
Docente de la Escuela de Administración
Grupo de Historia Empresarial de EAFIT
¿Creería la joven estadounidense de origen latino Emma González, líder hoy de las protestas estudiantiles contra la proliferación de armas a raíz de la matanza de 17 de sus compañeros en Florida (Estados Unidos) a comienzos de 2018, que ella y sus compañeros de viaje son tributarios de las protestas de los años sesenta? La pregunta tiene sentido a propósito de la conmemoración del medio siglo de una de esas protestas —los levantamientos de Mayo del 68 en París—, tema que plantea otra cuestión, ¿qué tanto ha cambiado la mirada y las actitudes de la juventud y de los estudiantes durante este tiempo?
Y continúan las indagaciones. ¿Son diferentes los problemas que por entonces perturbaban al mundo? ¿La violencia, las guerras, la discriminación racial, la exclusión, los derechos de las mujeres y de los jóvenes, la educación de carácter vertical, las relaciones profesor-estudiante, sumados hoy en día a las preocupaciones por la naturaleza son lo mismo o de algo han servido las luchas estudiantiles que tuvieron su colofón en el famoso Mayo del 68 francés, que medio siglo después se conmemora este 2018?
En la medida en que llega esta conmemoración, varios comentaristas y algunos testigos de esos movimientos han revivido el fervor juvenil contra todas las formas de autoridad, contra las guerras en el mundo, contra la discriminación racial en Norteamérica y contra la discriminación de los inmigrantes.
Y aunque se viva una época de auge económico y de pleno empleo, la conocida generación de los baby-boomers, a la de los jóvenes acomodados en las universidades del hemisferio norte, beneficiarios de una explosión en la cobertura educativa, no les faltaba motivos para quejarse o rebelarse contra la autoridad de los mayores y de las autoridades, quienes bajo el formato de la Guerra Fría insistían en conflictos como los de Argel, por parte de los franceses; o Vietnam, por los norteamericanos, capítulo de la guerra que marcaría a toda una generación y, de manera dramática, afectaría el aparato político norteamericano. Siete presidentes tuvieron que ver con Vietnam entre 1954 y 1975. Es decir que los jóvenes no podrían ser etiquetados simplemente como ‘rebeldes sin causa’, como la película icónica de James Dean una década antes.
“Había un sentido de marchar con la historia, un verdadero sentido de misión”, lo que llevó, según Large, a que indiscutiblemente se entendieran las protestas como un conflicto generacional con los mayores.
Los líderes a quienes más se recuerda, por su protagonismo y las polémicas decisiones que habrían de tomar, y que además cubrieron todo el espectro de la década (1961-1969) fueron el presidente John F. Kennedy (Estados Unidos) y Lyndon B. Johnson, su vicepresidente y sucesor ante el magnicidio del primero en noviembre de 1963. Este viviría sus momentos más dramáticos en 1968 con el escalamiento del conflicto vietnamita en los primeros meses, con más de medio millón de efectivos norteamericanos en Indochina y la escalofriante cifra de 48.000 jóvenes reclutados por mes, diez veces más que la promesa de enero de ese año en el “Discurso a la nación”.
La llamada “ofensiva del TET” (referencia al año nuevo vietnamita de fines de enero) es recordada por historiadores y expertos como aquel punto de quiebre que marcaría el rumbo de la guerra asiática y llevaría a los norteamericanos a su primera y humillante derrota. La batalla conduciría a acordar negociaciones en París, en mayo, paradójicamente en el momento en que se darían loslevantamientos estudiantiles franceses que, por supuesto, el gobierno del presidente galo Charles de Gaulle hubiera preferido evitar.
El periódico El Tiempo, en su sección Hace 50 años, del 31 de marzo de 2018, recordó el discurso que ese día dio el presidente Lyndon B. Johnson. En él anunciaba que suspendía “los bombardeos aéreos y navales” en Vietnam. Como si fuera poco, que no se presentaría a un segundo período en las elecciones de noviembre.
En las elecciones primarias de New Hampshire (Estados Unidos), que para la tradición electoral han marcado una tendencia o señal orientadora, el 80 por ciento de los votos demócratas fueron por candidatos pacifistas, comenzando por el senador Eugene McCarthy. Se ha especulado, desde entonces, que el presidente no se sentía seguro. Al igual que acusaba un cansancio con una guerra que parecía ya interminable y minaba la juventud, la opinión pública y los recursos federales.
La historia comienza… donde tenía que empezar
Los Estados Unidos de la posguerra eran un país próspero, vencedor de dos guerras mundiales que no prestó su territorio para las hostilidades, y que puso a prueba la magnificencia de su aparato productivo-ma-nufacturero… De esta salió victorioso. Desde lo económico vivían un fenómeno inédito en el siglo XX en tiempos de paz: el pleno empleo y una eclosión del sistema educativo, lo que le permitió multiplicar la matrícula de estudiantes. Entonces, ¿para qué protestar si se está tan bien?
Algunos expertos y analistas consideran el Mayo francés como un punto de llegada que se convirtió en hecho simbólico de la época, iniciado desde California y pasando por los levantamientos estudiantiles europeos en Berlín, Roma y Turín, Varsovia o la famosa Primavera de Praga.
Se trata de un país con prensa libre y una opinión pública fuerte, pero con deudas históricas. El periodo de los años sesenta de un siglo atrás (la década de 1860) a los sesenta del siglo XX se había saldado con el triunfo de Lincoln, uno de los grandes problemas para la unidad de la nación; y el abolicionismo de la esclavitud, pero con un inmenso remanente, la exclusión o discriminación de los negros en el empleo, en la cultura, en los sitios públicos y aun en los servicios sanitarios, situación que daría origen al movimiento por los derechos civiles, liderado por estudiantes del norte, a los que se sumaron movimientos radicales como las Panteras Negras y otro de orientación pacifista y cristiana, liderado por el reverendo Martin Luther King.
Un lustro antes de comenzar los sesenta se presentó un hecho de altísimo contenido simbólico, cuando el primero de diciembre de 1955 la señora Rosa Parks, al término de su jornada como costurera en uno de los almacenes de Montgomery (Alabama), tomó el bus, se sentó adelante y al momento de subir un grupo de ciudadanos blancos doña Rosa se negó a ceder su puesto, como era la ‘obligación’. La afroamericana fue encarcelada y los desórdenes que se sucedieron, oscilantes entre actos de violencia y el discurso pacifista del doctor King, llevaron a otro tipo de expresiones como las famosas ‘sentadas’, exposiciones en las que grupos de negros se quedaban esperando días enteros a que los atendieran en las cafeterías de los almacenes.
Sobre los anteriores hechos discriminatorios, estudiantes de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, decidieron crear la organización Students for a Democratic Society, SDS, y encontraron, entre otras universidades, aliados de gran valor como Columbia, en Nueva York; o Berkeley, en el área de San Francisco. Estas tres instituciones se destacaron, pero en 1963 hubo 930 manifestaciones de protesta en los campus universitarios, casi tres por día. En el verano de 1964, estudiantes de Berkeley, que venían de trabajar en Memphis para que los negros se inscribieran y participaran en las elecciones, se encontraron con que las directivas querían prohibir la participación estudiantil en política, lo que dio origen al “Movimiento por la Libertad de Expresión”, que se abriría camino como un triunfo contundente frente a las autoridades universitarias.
Un testimonio del profesor de Berkeley David Clay Large, historiador y para la época estudiante de esta misma institución, y recogido para este artículo, es que medio siglo después, y a pesar de algunos excesos físicos y retóricos, “había un sentido de marchar con la historia, un verdadero sentido de misión”, lo que llevó, según Large, a que indiscutiblemente se entendieran las protestas como un conflicto generacional con los mayores, un rompimiento con los valores que había dejado la posguerra.
No faltaría la banda musical de estos brotes juveniles. Bajo la sombrilla amplia del rock and roll aparecían otras manifestaciones colaterales como aquellas de los cantantes folk, como Bob Dylan y Joan Baez, o Pete Seeger con We shall overcome (venceremos).
The times they are a-changing (Los tiempos están cambiando), canción de Dylan, se transformó en uno de los himnos de los años sesenta:
“Venid senadores y congresistas […] /Venid padres y madres / Alrededor de la Tierra / Y no critiquéis / Lo que no podéis entender, / Vuestros hijos e hijas / Están fuera de vuestro control / Vuestro viejo camino /Está carcomido / Por favor dejad paso al nuevo…”
Qué fue ‘Mai 68’
“Descubrieron, como empezaba a sucederles a tantos estudiantes en Occidente, que manifestarse era divertido […]. De pronto se encontraron con que les bloqueaba el camino la policía, que la emprendió a porrazo limpio contra los manifestantes hasta arrojarlos al pavimento y luego se los llevó a rastras” [estudiantes checoslovacos, nov. 1967].
Algunos expertos y analistas consideran el Mayo francés como un punto de llegada que se convirtió en hecho simbólico de la época, iniciado desde California y pasando por los levantamientos estudiantiles europeos en Berlín, Roma y Turín, Varsovia o la famosa Primavera de Praga, aplastada por los tanques soviéticos que insertaron en el congelador la idea de un “socialismo con rostro humano”. A Mayo del 68 le seguiría, para cerrar el círculo, las protestas de los estudiantes mexicanos en octubre, dos semanas antes de celebrarse los Juegos Olímpicos de ese año en la capital azteca, y que desembocaron en el triste balance de un número indeterminado de estudiantes muertos en la Matanza de Tlatelolco, también conocido este sitio público como la Plaza de las Tres Culturas en la capital mexicana.
Una breve sinopsis de los acontecimientos múltiples veces relatados muestra que, a comienzos de 1968, el ministro de Juventudes francés visita la Universidad de Nanterre, en las afueras de París, para inaugurar una piscina. El joven y desconocido estudiante alemán Daniel Cohn-Bendit toma la palabra para recriminarle al ministro que en un informe educativo de 300 páginas no se menciona una sola vez la palabra ‘sexualidad’. El ministro le recomienda a Danny “tomar duchas de agua fría”.
Unos pocos seguidores de Danny crean el movimiento 21 de marzo, que busca amplificar las críticas a la educación. A comienzos de mayo, ante el rechazo de los directivos de Nanterre, la protesta se desplaza a la Sorbona y al barrio Latino, dando comienzo a una seguidilla de manifestaciones que van desde la inicial con 25 personas hasta llegar a 10 millones. A los estudiantes se unen los obreros y, no sin reticencias, diferentes agrupaciones de izquierda como los jóvenes trotskistas y los miembros del Partido Comunista de Georges Marchais.
Las barricadas, los adoquines levantados y una anarquía manifestada en múltiples conversaciones sin liderazgo absoluto ponen en jaque al gobierno francés. Cuando el país se ve semiparalizado aparecen las manifestaciones de respaldo al gobierno, los protestantes no encuentran salidas viables, el establecimiento se recupera y De Gaulle gana las elecciones en junio. Se trata no de un triunfo, sino del comienzo del fin, pues no habría que esperar a un nuevo mayo. En abril de 1969 el general, líder de la Francia Libre durante la ocupación alemana, renuncia y da por terminada su vida política. A esto se le estima como el mayor éxito político del Mayo francés.
Colofón
Vuelven las preguntas del comienzo. ¿Podrían encontrar los jóvenes de hoy inspiración en los reclamos y los movimientos juveniles de la década del 60? Y acá va de nuevo el ejemplo de Florida. Ante los más recientes y terribles acontecimientos sucedidos en una escuela secundaria de Florida (Parkland), los jóvenes estudiantes han encendido el fervor y el reclamo al establecimiento gremial y político en Washington para controlar y detener las facilidades para la compra y porte de armas, incluyendo rifles de asalto.
¿Emma González y sus compañeros David Hogg, Cameron Kasky y Alex Wind emularán a sus compañeros sesenteros de la SDS y los californianos por la “Libertad de expresión”, o a los estudiantes de las universidades de Nanterre, Estrasburgo o Sorbona en París? En la era de internet, los smartphones y las redes sociales parece que algunas cosas no han cambiado de manera sustancial. Al menos, hay motivos para protestar.
Hoy no se vive la época del pleno empleo, ni de la Guerra Fría con su amenaza nuclear. Guerras no faltan. Se viven formas de comunicación masivas impensables hace 50 años como internet y las redes sociales, de bajo costo y expresión de una nueva revolución industrial, o más bien digital, que amenaza desaparecer dos tercios de los empleos conocidos. ¿Tendrán los jóvenes motivos para protestar?