Jesús Botero García
Profesor de la Escuela de Economía y Finanzas de EAFIT
La crisis de la globalización y las guerras comerciales en las que se manifiesta; la aguda sensación de que los sistemas políticos dominantes son injustos; la incapacidad de ejercer políticas fiscales expansivas en un entorno de crecimiento bajo y de carencia de estímulos de demanda; la pérdida de confianza en las élites que se deriva, en cierto modo, de frustración popular en temas comerciales, distributivos y fiscales; y el exceso de liquidez mundial, que se generó en los temores a la recesión, pero que puede ser la semilla de una futura crisis.
Cinco tendencias definen el panorama económico y propician, además, tres fenómenos políticos complejos: la emergencia de gobiernos populistas, la pérdida de valor de los sistemas democráticos y el resurgimiento de formas violentas de protesta pública. Aquí un recorrido por la situación actual de la economía y los retos que se avecinan. Estas cinco tendencias económicas actuales propician tres fenómenos políticos complejos: la emergencia de gobiernos populistas, que capitalizan el descontento popular y la desconfianza de las élites ilustradas; la pérdida de valor de los sistemas democráticos; y la resurgencia de formas violentas de protesta pública. Esto en medio de una de las mayores transformaciones sociales experimentadas por la sociedad: La cuarta revolución industrial.
Una transformación que modifica la forma como se comunica la humanidad; el papel que la información cumple en las vidas de las personas; y los esquemas de control social que son posibles en medio de la avasalladora digitalización de mensajes, relaciones, preferencias y trayectorias vitales. Se asiste a una colosal transferencia de derechos de propiedad, ya no sobre activos físicos o riquezas, sino sobre un bien intangible (la información) que, habiendo estado en la base del desarrollo del capitalismo, ha dejado de ser de propiedad individual para convertirse en un poderoso activo de monopolios privados que han enriquecido a sus dueños; o bien de monopolios públicos, que afianzan el abuso del poder y las dictaduras despiadadas.
A todo esto se suman, además, otros riesgos emergentes como el calentamiento global y la automatización, que amenazan la supervivencia del planeta y el futuro del trabajo humano, y que, en opinión de muchos, no están siendo debidamente gestionados por las mismas élites que han fallado reiteradamente en brindar seguridad económica y bienestar.
Es un panorama extremadamente complejo, en el que la economía navega con dificultad, y para el que parecen inadecuadas las viejas ideas de democracia, representatividad y estado de bienestar.
Es un panorama extremadamente complejo, en el que la economía navega con dificultad, y para el que parecen inadecuadas las viejas ideas de democracia, representatividad y estado de bienestar; y que claramente no son analizables a través de las formas tradicionales de medición económica, como el PIB y el crecimiento. Un panorama en el que gravitará, además, de manera decisiva, la que se pudiera denominar “banalización de los mensajes”, esa tendencia reduccionista que somete al mismo rasero todo tipo de comunicación humana, desde aquella que transmite el sesudo conocimiento de los expertos, a la que difunde, por las redes, opiniones no fundamentadas, pero que logran, sin embargo, la adhesión entusiasta de muchos seguidores.
Las guerras comerciales y su impacto
La guerra comercial entre Estados Unidos y China se ha exacerbado en los dos últimos años a través de nuevas medidas arancelarias, restricciones a empresas chinas de tecnología y limitaciones a la inversión de las empresas norteamericanas en ese país, por parte de los Estados Unidos; y a medidas de retaliación de la contraparte, incluyendo varias quejas ante la Organización Mundial del Comercio, arancelares sobre importaciones y restricciones de compras.
Pero la guerra empieza ya a golpear a ambas economías, lo que explica el acercamiento reciente que se ha producido y que debe llevar a lo que el presidente Trump ha denominado “primera fase” del acuerdo: una modesta tregua en el conflicto, de la que difícilmente puede esperarse una resolución definitiva de diferencias, y que refleja, más bien, un alto estratégico en la escalada de la guerra comercial, explicable por las preocupaciones del presidente Trump acerca de posibles efectos negativos de la guerra en la economía en su campaña de reelección presidencial, y por las posibles expectativas chinas de un cambio de gobierno que facilite las negociaciones futuras.
El panorama económico internacional y temas como la evolución del PIB, el sector externo, la inflación y la política monetaria, la coyuntura laboral y des- empeño fiscal son algunos de los temas analizados en el Informe Economía Colombiana: análisis de coyuntura. En la imagen, el decano César Tamayo.
Esa primera fase del acuerdo incorporará medidas marginales, como el aplazamiento de nuevos incrementos de aranceles por parte de Estados Unidos, o incrementos en compras de productos agropecuarios, entre estos el cerdo, por parte de un gobierno chino ya de por si agobiado por la peste africana que ha obligado al sacrificio de una parte importante de su stock de cerdos. Medidas “cosméticas” que dan la sensación de avance en la negociación, pero que solo suspenden las acciones ofensivas que la acompañan.
En resumen, pues, una guerra que seguramente se prolongará, y que seguirá gravitando sobre la economía mundial, al generar profundas desviaciones de comercio, reorientaciones de flujos y destrucción de cadenas de valor, en un entorno signado, además, por profundas dudas acerca de la conveniencia de la globalización y de la apertura al comercio externo. Dani Rodrik, el economista turco que ha sido abanderado de la reflexión crítica sobre la globalización, resume la situación a través de lo que denomina el “trilema”: la imposibilidad de mantener, al mismo tiempo, la globalización, la democracia política y la soberanía nacional.
Es un panorama extremadamente complejo, en el que la economía navega con dificultad, y para el que parecen inadecuadas las viejas ideas de democracia, representatividad y estado de bienestar.
Una imposibilidad que obligaría a sacrificar, probablemente, la globalización, a fin de mantener los otros dos componentes del “trilema”. Pero, incluso, sin considerar esos efectos generales (que están seguramente en la base de decisiones tan complicadas como la del Brexit), debe aceptarse que el manejo de la globalización y la apertura ha llegado a un punto crítico en el mundo, por cuenta de lo que pudiera denominarse la “trivialización de las compensaciones”, esa tendencia a suponer que toda acción pública de efecto neto positivo termina por difundir ganancias entre todos los miembros de una sociedad, incluso entre aquellos que claramente se ven afectados inicialmente por la acción pública. La experiencia muestra, sin embargo, que se está lejos de ese mundo de difusiones automáticas: en toda acción pública hay ganadores y perdedores, y un balance neto positivo no justifica la acción, a menos de que se sea capaz de establecer las compensaciones adecuadas para los perdedores.
La distribución del ingreso, la política fiscal y el papel de las élites
El economista Branko Milanovic, especialista en desigualdad económica, pobreza y desarrollo, expresa lo que en su opinión determina el poder del capitalismo como sistema: “El dominio indiscutible del modo de producción capitalista tiene su contraparte en la visión ideológica igualmente indiscutible de que “hacer dinero” no solo es respetable, sino que es el objetivo más importante en la vida de las personas, un incentivo entendido por la gente en todas partes del mundo y en todas las clases… El capitalismo ha sido mucho más exitoso que otros sistemas en crear la condiciones que son necesarias para la estabilidad de cualquier sistema: a saber, que los individuos en sus acciones diarias manifiesten y, así, refuercen, los valores en los cuales el sistema social está basado”.
La forma como se miden las sociedades está asociada a esa visión ideológica: se evalúa el PIB per cápita y se clasifican los países por su nivel; se dice que un país emergente es aquel en el que el ingreso promedio de las personas está creciendo, para aproximarse La ostensible concentración del ingreso en los países desarrollados ha puesto, pues, en la agenda de discusión el tema de la desigualdad del ingreso y la riqueza, que parecía confinado a ser un tema marginal solo abordado cuando se analizaban las economías en desarrollo. al de los países que se denomina avanzados. Y en general, hay un esfuerzo, como sociedades y como personas, en avanzar en la escalera del bienestar, medido a través del ingreso, en ese proceso que se denomina “desarrollo económico”.
Mientras el sistema parezca adecuado para ejercer esa visión, los individuos (demasiado ocupados en “hacer dinero”) lo apuntalarán, haciéndolo prácticamente invulnerable. El buen funcionamiento del sistema depende, pues, de que los individuos lo encuentren adecuado para ejercer esa visión: mientras puedan progresar (en el limitado sentido de la visión), mientras exista la movilidad social que permita pasar de niveles bajos de ingreso a niveles altos, todo será consistente en el sistema.
Pero es precisamente, en este sentido, que el modelo parece estar “haciendo agua”, y esto, incluso, en los países más exitosos en su aplicación, los países desarrollados de hable inglesa: la desigualdad de ingresos ha aumentado a diferentes velocidades desde la década de 1980, después de una disminución histórica. Las naciones se han vuelto más ricas y los gobiernos más pobres. El capital se ha concentrado en unos pocos. La Gran Recesión no detuvo el aumento de la desigualdad, que refleja ahora menores oportunidades de movilidad social.
La ostensible concentración del ingreso en los países desarrollados ha puesto, pues, en la agenda de discusión el tema de la desigualdad del ingreso y la riqueza, que parecía confinado a ser un tema marginal solo abordado cuando se analizaban las economías en desarrollo. Y, ciertamente, ha revitalizado un debate, que nunca ha sido abandonado realmente en economías emergentes, y que, incluso, ha contribuido, seguramente de manera decisiva, a virajes políticos tan trascendentales, como el surgimiento del chavismo en Venezuela.
En septiembre de 2019, la Escuela de Economía y Finanzas de EAFIT presentó el informe
Economía colombiana: análisis de coyuntura, en el que se abordan temas como el panorama económico internacional, la evolución del PIB, el mercado laboral y la política monetaria. El documento, que llegó a su séptima edición desde que se publicó por primera vez en 2015, trae temas como el panorama de la economía mundial y sus efectos en Colombia.
El documento puede descargarse en este link. |
Pero, así como en el tema de la globalización puede hablarse de una “trivialización de las compensaciones”, en el tema de la distribución del ingreso puede hablarse también de una “trivialización de las oportunidades”: las sociedades modernas parecen comportarse como si las oportunidades se diesen espontáneamente, y no hubiese que velar por un mínimo de “juego limpio” en el sistema.
Los problemas que experimentan los individuos cuando escasean las oportunidades (una especie de “efecto estancamiento”, que les hace perder la confianza en el futuro), se agudizan cuando las sociedades pierden la capacidad de compensar los inevitables shocks negativos de la actividad económica, mediante la política fiscal. Un fenómeno que está dándose en países desarrollados y emergentes, y que deja al descubierto las vulnerabilidades de un sistema, poderoso como ninguno para generar bienestar, pero aquejado de la crisis de legitimidad que la falta de compensaciones y la falta de oportunidades está generando.
Por todo esto, parece estar acumulándose el descontento, incluso en sociedades que parecían ordenadas, pero en las que la sensación de pérdida, y el efecto “estancamiento” se enseñorean entre la población, y se difunden con rapidez en redes sociales, sin que las opiniones ilustradas de los especialistas, o las promesas de las élites gobernantes, puedan compensarlas.
Sin duda, un momento complejo que obligará a repensar muchas cosas: el papel del Estado en la economía, las formas de intervención en el ciclo económico, las formas de legitimar la acción pública y el papel de los líderes en la sociedad.