Juan Carlos Luján Sáenz
Coordinador del Área de Información y Prensa de EAFIT
Durante cerca de 17 años, Juan Luis Mejía Arango orientó el devenir de EAFIT. Desde comienzos de 2004 hasta diciembre de 2020 lideró la construcción colectiva de una idea de Universidad que empezó en 1996 con la rectoría de Juan Felipe Gaviria, la que introdujo las humanidades e inició la transformación del campus. Juan Luis consolidó este proyecto educativo y la de hoy es una Institución que, con unos valores sólidos y el legado de sus fundadores, se encamina a 2030 erigida como un centro de pensamiento.
Una construcción colectiva, una partitura inconclusa, un proyecto en permanente transformación, un lugar donde se impacta el futuro, una gran conversación entre generaciones. Para Juan Luis Mejía, quien en diciembre de 2020 culminó su labor en la rectoría de EAFIT tras cerca de 17 años de servicio, definiciones como estas ilustran el carácter de la universidad, de ese espacio o ese campo en el que, como él lo explica, se cultiva la inteligencia y se forma al ser humano. Y EAFIT es, también en sus palabras, una construcción colectiva de idea de Universidad, en la que participa cada integrante de la comunidad y que comenzó casi cinco lustros atrás con la rectoría de Juan Felipe Gaviria, a quien Juan Luis define como el arquitecto de la universidad humanista.
"Aún falta mucho por escribir en la partitura, Claudia (Restrepo) y quienes vendrán tendrán la oportunidad de escribir esos otros movimientos de la gran sinfonía, pero yo creo que las bases están sentadas".
El saliente rector tomó el testimonio en 2004 e hizo de EAFIT un gran centro de pensamiento; supo leer los signos de los tiempos y enrutó a la Institución, con el Itinerario 2030 como guía, a los retos de la cuarta revolución industrial, inclusive con lo que significó este pandémico 2020 y las aceleraciones que introdujo. En estos años, la U amplió sus saberes y se consolidó como una universidad más universal, fortaleció la investigación y la alta calidad, se convirtió en un gran epicentro cultural, se creó el concepto de Universidad Parque y se conectó con los grandes propósitos de la humanidad con la integridad como una apuesta institucional. Así, en esta conversación, el rector caminante, contador de historias y cercano a los estudiantes se refiere a su gestión y lanza unas reflexiones en clave de futuro, muy oportunas para entender a esa universidad protagonista en la construcción de sociedad.
Llega el momento de los balances. De mirar hacia atrás, pero en clave de presente y de futuro. ¿Cuáles cree que han sido los principales pilares de su rectoría y cuál es la gran diferencia entre la Universidad que recibió en 2004 y la que entrega en 2020?
En cuanto a los pilares, el profesor Juan David Escobar me envió una metáfora muy bonita después de la presentación del informe de una Construcción colectiva de una idea de Universidad, en la que hablamos de que construimos sobre hombros de gigantes. Entonces a él como ingeniero se le vino a la mente la idea de que la Universidad es como la construcción de un viaducto. Para esto se necesitan unas bases muy fuertes, que son los principios fundacionales y los valores de la Universidad. Por eso siempre me refiero a los fundadores de EAFIT con un inmenso respeto y una inmensa gratitud porque ellos fueron esos pilares. Y esos pilares han sido reforzados a través del tiempo por el Consejo Superior, el Consejo Directivo y los presidentes respectivos que ha tenido el Consejo, pues ellos han sabido adaptar esos principios fundacionales y esos valores institucionales a las necesidades de los tiempos.
La primera metáfora es, entonces, la construcción de las columnas. A nosotros, según el símil del profesor Juan David Escobar, nos corresponde construir el viaducto. Y me gustó mucho esa metáfora porque el viaducto, cuando ya tiene las bases sólidas, empieza a construirse sobre un vacío, sobre la incertidumbre y a través de las diferentes técnicas de ingeniería va creciendo. Y eso es lo que hacemos los administradores: sobre esas bases ir construyendo, en el aire, el vacío y la incertidumbre, en este caso una institución como EAFIT.
Recibí una Universidad con unas bases muy sólidas y con una partitura escrita pero inconclusa. Y yo también la entrego con una partitura más amplia, pero todavía inconclusa. Y eso es lo bonito de la construcción de una idea de universidad, que cada uno de los que pasamos intentamos construir colectivamente esa partitura. Yo recibí una Universidad, en términos académicos, con cuatro escuelas y con 77 programas, y la que entregamos es una Institución con seis escuelas y 111 programas, pero, sobre todo, con otro espíritu, no solamente el espíritu humanista que le impregnó el doctor Juan Felipe Gaviria, sino combinado con el espíritu científico.
Considero que los avances que ha tenido EAFIT en este campo son sorprendentes en tan corto tiempo. Hoy, por ejemplo, nos miden en todos los frentes, afortunadamente, y la que entrego también es una Universidad que está en el puesto 57 de América Latina según el ranquin QS, es decir, está entre las 100 mejores. Ese es un gran esfuerzo, y más que son más de 10.000 instituciones de educación superior que existen en América Latina. Estar en ese puesto es muy satisfactorio, mover la aguja ahí es muy difícil porque además es muy complejo competir con las mega universidades: con la Universidad Autónoma de México o con la Universidad de Sao Paulo que tienen más de 200.000 estudiantes, o la Universidad de Buenos Aires.
"La Universidad impacta es el futuro, no el presente y el pasado".
Nosotros somos una Universidad de tipo medio, pero que ha ido logrando posicionarse en el ámbito latinoamericano; y en todos los indicadores estamos casi siempre de primeros en Medellín, y eso me parece que es un logro, algo que es reflejo de esa transformación de una escuela de negocios a una verdadera universidad. Aún falta mucho por escribir en la partitura, Claudia (Restrepo) y quienes vendrán tendrán la oportunidad de escribir esos otros movimientos de la gran sinfonía, pero yo creo que las bases están sentadas.
Usted ha hecho mucho énfasis en que lo vivido estos casi 17 años hace parte de una construcción colectiva. El respaldo del Consejo Superior, de estudiantes, de profesores, de empleados, de egresados y de aliados ha hecho que la Universidad crezca y que tenga un gran impulso que se fortaleció con el Itinerario 2030. ¿Cuáles son los elementos más determinantes de esa construcción colectiva?
Los seres humanos somos aves de paso en las instituciones y ese es el sentido de la democracia también, en donde se tiene oportunidad de relevo y de nuevas ideas. Y acá vuelvo a Max Weber: es que las burocracias son necesarias. Lo importante es no dejarse caer en las distorsiones de las burocracias o como lo llama Weber, las buropatologías. Nosotros estamos al servicio de un ideal y es en este caso de la academia, de que todos los esfuerzos están volcados hacia esta. Y eso es una construcción colectiva. Yo siempre pienso que debe haber más universidad que rector, porque todos los seres humanos somos seres incompletos. Lo importante es saber y conocer cuáles son las ‘incompletudes’ y saber llenar esos vacíos con alguien que lo acompañe a uno y permita llenarlos. Pero eso lo construyen los equipos y los equipos directivos. Creo que lo que hemos hecho en la Universidad es tener a alguien que nos complemente y en eso consiste la construcción colectiva.
¿Cómo analiza a EAFIT y su proyección al futuro y más aún con las aceleraciones que se vivieron en la pandemia?
Yo creo que se avecinan tiempos muy diferentes de universidad. EAFIT se ha ido adaptando y anticipando a esos tiempos. Lo primero es esa gran definición de que EAFIT es para todas las generaciones. Yo creo que esa es una de las grandes transformaciones de la Institución, y no solamente de la nuestra. Nosotros somos un ejemplo: recibimos niños desde los ocho años a la Universidad de los Niños y tenemos más de 700 estudiantes de más de 50 años. Es que la aceleración de la producción de conocimiento en la humanidad hace que permanentemente tengamos la necesidad de actualizarnos. Esa es como la primera gran definición al futuro.
"La educación es la construcción de seres humanos útiles a la sociedad".
Lo otro es sabernos adaptar a las nuevas tecnologías, tener conciencia de que estas son un complemento para la educación, pero no un sustituto en la educación. Esto le abre también muchas posibilidades a la Universidad: vamos a poder estar en ámbitos geográficos que antes no pensábamos, vamos a poder tener ese concepto de universidad ubicua. De manera que las nuevas tecnologías son ese complemento. Es una gran oportunidad que se nos presenta, y tenemos que ser conscientes de que estamos recibiendo específicamente a los estudiantes de pregrado de una nueva generación, la que llamamos la generación centenial que es distinta a la milenial con otras aspiraciones, otros sueños de vida y otras formas de relacionarse con el mundo. Ya prácticamente todos son nativos digitales y debemos ser conscientes de que hay otros lenguajes, otras sensibilidades.
Tenemos que adaptarnos también a una sociedad diversa que necesariamente implica una universidad mucho más inclusiva donde quepamos todos. Esa es la gran dificultad y el gran reto, pero también la gran oportunidad: la riqueza del pensamiento no está en la homogeneidad, sino en la diversidad y en la pluralidad. Entonces ese es otro gran desafío que se nos viene, y lo otro es estar conscientes de que nosotros impactamos es el futuro, no el presente y el pasado. Así, es necesario entregarle a las nuevas y a las futuras generaciones herramientas no tanto de acumulación de conocimiento, sino herramientas para el autoconocimiento permanente durante el resto de la vida, y que la Universidad sea un acompañante a lo largo de la existencia. Las nuevas generaciones cambiaron la pedagogía, las nuevas generaciones nos implican acercarnos a otros públicos y ese es el gran reto. Por eso ya en el Itinerario EAFIT 2030 lo dijimos: somos una Institución en permanente transformación.
"El campus universitario es el campo donde se cultiva la inteligencia en todas sus dimensiones."
Una de sus apuestas fue la dimensión cultural de la Universidad. Lo ha reiterado en diferentes escenarios: apostarle a este propósito da pocos puntos en ránquines, pero preserva la memoria de la sociedad y aumenta su acervo. ¿Cómo corregir este error y cómo esto debería convertirse en una política de Estado que permita que las universidades cuenten con recursos para trabajar alrededor de esta tarea?
No solamente recursos sino reconocimiento. Es que es algo muy triste, aunque se ha ido modificando tímidamente en los requisitos de acreditación por el CNA. Pero sí, necesitamos es un reconocimiento, que a la universidad se le mida en todas sus dimensiones y no solamente en la dimensión de la producción científica, porque esto ha opacado la labor del docente y la universidad no puede perder jamás su función de transmisora de conocimiento. Obviamente es importante la generación de conocimiento que se ha incorporado. Pero es fundamental que todas las dimensiones del ser humano estén presentes si pretendemos generar una verdadera educación integral. Es que la universidad no es solo una fábrica para producir ejecutivos o profesionales que ingresen al sector productivo. Eso está muy bien y es una de nuestras funciones, pero, ante todo, nuestra función es dar forma. Por eso el verbo “formar” al ser humano, dar forma al ser humano en todas sus dimensiones: profesional, ciudadana, personal y espiritual porque entonces empobrecemos el concepto de educación. La educación es la construcción de seres humanos útiles a la sociedad.
Otra de sus apuestas ha sido darle a la universidad en general su verdadero papel en la vida de una sociedad. Nos referimos a la experiencia universitaria como tal: el campus, vivir las artes, hacer parte de grupos estudiantiles, de conjuntos representativos en deporte. Lo ha dicho varias veces: un tutorial o un curso en internet no va a dotar al futuro profesional de esos elementos que da, precisamente, esta experiencia. ¿Qué hacer frente a esto?
Las palabras dicen mucho y el campus es un campo donde se cultiva. De hecho, cultura y cultivo tienen el mismo origen. Entonces la universidad en una definición es el campo donde se cultiva la inteligencia. El campus universitario es el campo donde se cultiva la inteligencia en todas sus dimensiones y por eso el gran reto de la universidad es reunir a lo mejor de la inteligencia de la sociedad en un momento dado, en un momento histórico para que esta le aporte esos conocimientos que le permitan no solamente avanzar como sociedad, sino a cada uno de sus componentes crecer como ser humano.
De manera que la universidad es, ante todo, primero construcción de sociedad. Es que la universidad es la sociedad a escala. Por eso es tan importante el fomento a la escuela de la democracia y por esto debe haber una democracia universitaria. Ese es el ejercicio de la sociabilidad y esto implica diversidad de opiniones y de conceptos bajo la argumentación, no bajo imposición. La universidad implica despertar las potencialidades de todo ser humano, las que se pueden clasificar en activas y pasivas. Activas son, por ejemplo, sacar a flote ese espíritu de curiosidad que conlleva a la creación científica y a la investigación. Ese es un arte, y es aprender a seguir el vestigio: eso quiere decir investigar, como lo hacían los antiguos cazadores… Aprender o potenciar las capacidades humanas. A mí me maravilla un joven o una chica que ingresa a la Universidad aspirando a ser músico y cómo todas esas capacidades técnicas se potencian. Por ejemplo, escuchar un concierto de grado no es solamente un deleite, sino como un milagro de que esas técnicas le permiten interpretar y reinterpretar el mundo.
Y por pasiva está la creación de ese mundo. Ese ecosistema rico, cultural y científico nos permite también despertar o potenciar, en cada uno de nosotros, nuestras sensibilidades. Son muy pocos los seres humanos que tienen el don de la creación o el don de la interpretación: en este caso los artistas. La gran mayoría de seres humanos lo que hacemos es ser unos ‘disfrutadores’ de lo que otros crean y otros interpretan. Por eso creo que es muy triste pasar por la vida sin uno poder maravillarse o emocionarse ante la gran creación de los seres más brillantes que ha dado la humanidad. Qué triste uno pasar por la vida sin haberse emocionado ante cualquiera de las creaciones de Bach, de Mozart, de Beethoven. Qué triste pasar por la vida sin uno haber compartido con Cervantes, García Márquez o Shakespeare. Esa reflexión sobre el ser humano. Qué triste pasar por la vida sin uno no emocionarse ante Las meninas de Velázquez o ante cualquiera de los cuadros de Vermeer o de los grandes artistas. La sensibilidad pasiva da la posibilidad de uno volverse a erizar ante un poema o ante el Segundo concierto para piano de Rajmáninov. Eso es también el despertar de la sensibilidad.